El 27 de marzo de 1973, como ya era tradicional, el Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles acogió la celebración de la 45ª edición de los Oscar de Hollywood, una gala entre cuyos presentadores estaban Carol Burnett, Charlton Heston y Rock Hudson.
Entre los nominados a mejor actor había unos cuantos mitos del cine: Marlon Brando, Michael Caine, Laurence Olivier y Peter O’Toole, pero todo el mundo daba por hecho que el premio iba a recaer sobre Marlon Brando por su interpretación de Don Vito Corleone en «El padrino», que ganó también el Oscar a la mejor película imponiéndose a «Cabaret» de Bob Fosse, otra joya de la historia del cine.
Poco antes del comienzo de la ceremonia un rumor se extendió entre los asistentes a aquella gala histórica e hizo temblar los cimientos del todo Hollywood: Marlon Brando había rechazado el Oscar y no acudiría a recogerlo.
Y no sólo eso. En su lugar envió a Sacheen Littlefeather, una activista de los derechos civiles de los indios de Norteamérica, que iba a leer vestida con el traje tradicional de los apaches un discurso de protesta por la imagen que el cine de Hollywood daba de los indios americanos (en realidad era una actriz mexicana, María Cruz).
Marlon Brando apoyaba así las reivindicaciones del Movimiento Amerindio, en el que militaba desde 1970, y a las protestas que venían produciéndose entonces en todo el mundo por la represión sufrida por cientos de indígenas sioux de Dakota unos días antes, el 27 de febrero, a orillas del arroyo Wounded Knee, un espacio mítico donde se había producido una histórica matanza de indígenas en 1890, recreada por el escritor Dee Brown en el best seller «Enterrad mi corazón en Wounded Knee».
El incidente provocado por Marlon Brando hizo que Hollywood modificara las reglas de los Oscar, incluyendo una cláusula de aceptación del premio.
Por cierto, ese fue el año en el que la película «El discreto encanto de la burguesía» de Luis Buñuel se hacía con el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Tampoco Buñuel acudió a recoger el premio. Años antes había declarado: «Nada me daría tanto asco moralmente como ganar un Oscar». La estatuilla la recogió el productor de la película, Serge Silberman.
El otro gran ausente en una gala de los Oscar fue Woody Allen, quien no acudió a recoger tres estatuillas (mejor película, mejor actor y mejor guión) con las que fue galardonada «Annie Hall» en 1978. En lugar de asistir a la ceremonia, Allen estuvo tocando el clarinete con su banda de jazz en un garito de Nueva York. Cuando ganó otro Oscar por su guión de «Medianoche en París», el concierto de Woody Allen fue en Oviedo.
A pesar de que a lo largo de su carrera Paul Newman protagonizó algunos de los papeles más relevantes de la historia del cine, el Oscar siempre le fue esquivo. Ni «La gata sobre el tejado de zinc» (1958), ni «Dulce pájaro de juventud» (1962), ni «Dos hombres y un destino» (1969) merecieron el premio de la Academia a pesar de sus extraordinarias interpretaciones. Hasta el punto de que en 1985 la Academia decidió premiarle con un Oscar honorífico por toda su carrera. Pero, inesperadamente, al año siguiente, 1986, fue galardonado como mejor actor por «El color del dinero». Pero entonces Paul Newman decidió no asistir a recogerlo: «es como perseguir a una mujer hermosa durante ochenta años –dijo- Finalmente, ella se rinde y tu le dices: lo siento muchísimo, estoy cansado».
Un caso parecido fue el de Peter O’Toole, quien nunca ganó ningún Oscar (estuvo nominado en ocho ocasiones) a pesar de sus papeles en «Lawrence de Arabia» (1962), «Beckett» (1964) o «El león en invierno» (1968). En 2003 le dieron el Oscar honorífico por su carrera, pero lo rechazó aunque, finalmente, a petición de sus hijos, accedió a recogerlo.
A pesar de haber sido galardonada en cuatro ocasiones con el Oscar a la mejor actriz, Katharine Hepburn nunca acudió a recogerlo. Ni en 1933 («Morning Glory») ni en 1967 («Adivina quién viene esta noche»), ni en 1968 («El león en invierno») ni en 1981 («En el estanque dorado») las galas contaron con su presencia. Hepburn mostraba de este modo su crítica a la industria cinematográfica de Hollywood.
Tampoco el director John Ford acudió a recoger ninguna de las siete estatuillas con las que fueron premiadas sus películas, entre ellas «Las uvas de la ira», «Qué verde era mi valle» y «El hombre tranquilo». Ni Elizabeth Taylor recogió el suyo por «¿Quién teme a Virginia Woolf?» en 1967.
Un caso menos conocido es el del actor George C. Scott, quien advirtió a la Academia que si fuese premiado por su interpretación en «Patton» (1970) no acudiría a recoger el Oscar. Fue premiado, de todas formas, y cumplió su promesa: se quedó en casa viendo un partido de hockey.
El rapero Eminem ganó el Oscar a la mejor canción con «Lose yourself», de la película «8 Mile» y tampoco se presentó a recoger el premio. Fue el coautor del tema, Luis Resto, quien subió al escenario. Dijo que Eminem estaba durmiendo.
Roman Polanski no acudió en 2003 a recoger el Oscar por «El pianista» porque, denunciado ante la justicia acusado de violar a una menor, sería detenido en cuanto pusiese los pies en los Estados Unidos.
El caso más antiguo que se conoce es el de la actriz de reparto Alice Brady, quien ganó el Oscar en 1937 por su papel en la película «El viejo Chicago». No acudió a recogerlo, así que en su lugar se presentó un hombre que dijo ser su representante, a quien se le entregó la placa (entonces no había aún estatuillas, que se dieron por primera vez en 1944). Con el tiempo se descubrió que no era tal, pero nunca aparecieron ni la placa ni el misterioso personaje.