Comienza una nueva etapa sobre el buen uso del español en los medios

Tras varias semanas ausente, hoy retomo esta labor, iniciada hace casi dos años en este importante medio de comunicación que me ha abierto las puertas para publicar mis comentarios sobre las impropiedades del lenguaje, sobre todo del que emplean los medios de comunicación, que como se sabe, ejercen un inmenso poder inductivo, que hace que todo lo que en ellos se escriba o se diga, mal o bien, tiende a arraigarse en el vocabulario.

Agradezco la gentileza de Rafael Jiménez Claudín y su equipo de trabajo, por la generosidad de permitirme que cada sábado pueda aportar y compartir conocimientos para un mejor uso del idioma español.

También mis palabras de gratitud para el incontable número de lectores que han adoptado estos aportes como una guía para disipar las dudas, sobre todo aquellos cuya ocupación habitual es la redacción de textos. Ese gesto afectuoso es el que me impulsa a seguir en esta labor de divulgación periodística que ya cumplió veinticinco años, dos de los cuales han transcurrido en Periodistas-es.com. ¡Gracias, aquí voy de nuevo!

A manera de repaso y como “calentamiento”, hoy voy a abordar algunos casos de impropiedades, ya tratados en anteriores oportunidades; pero que es necesario insistir, en aras de llamar la atención sobre la importancia y necesidad de hablar bien y escribir de la mejor. En los medios de comunicación social de Venezuela y quizás en los de otros países de América, aun cuando ha habido mejoras sustanciales, existen errores que se han arraigado, pese a la insistencia de quienes se ocupan de escribir sobre el tema.

Por ejemplo, muchos redactores no se han percatado de que robo y hurto aunque parecieran sinónimos, son dos cosas diferentes, de acuerdo a como lo tipifica el Código Penal de este país. Claro está, para el común de la gente, un robo y un hurto son la misma cosa; pero para alguien que ha cursado estudios universitarios de Comunicación Social, es inconcebible que no sepa distinguir entre uno y otro, como quizás le ocurra a un periodista venezolano del estado Portuguesa, curtido en la fuente de sucesos, que el año pasado escribió una reseña en la que demostró que para él, el robo es sinónimo de hurto y viceversa.

Según el criterio de un acucioso abogado en ejercicio, preocupado por el buen decir, la legislación en materia penal ha admitido otras modalidades del robo, como el arrebatón, por ejemplo; pero eso es algo que no me compete; pero podría ser materia para otra entrega.

Algo parecido ocurre con el verbo abatir, utilizado en el lenguaje que emplean los redactores de sucesos, para reseñar hechos en los que ocurren enfrentamientos entre policías y antisociales. Es harto frecuente leer u oír que “el delincuente cayó abatido”, lo cual a simple vista no tendría nada de raro; pero ocurre que caer lleva implícita la noción de abatir, por lo que al decir “cayó abatido”, se incurre en redundancia. Lo adecuado sería: “el delincuente fue abatido”.

Confundir iniciar con comenzar, es quizás la impropiedad que con más frecuencia aparece en los medios de comunicación, y por ende, en otros espacios en los que sería impensable que pueda ocurrir algo similar. La confusión es favorecida por el hecho de que ambos verbo son sinónimos; pero muchos no se han dado cuenta de que se construyen de forma diferente, y he allí el problema. El asunto pudiera resultar complicado explicarlo con profundidad; pero baste con saber que las cosas comienzan solas; en tanto alguien debe iniciarlas, como el caso de la frase que sirve de título a este artículo. No sería adecuado, entonces, decir que “inicia una nueva etapa”, pues la naturaleza de la frase impone que alguien debe iniciarla. Cabría preguntar: ¿Quién la inicia?

Esto es una pequeña muestra de las impropiedades que se han arraigado en el vocabulario de la mayoría de los comunicadores venezolanos y otros países de Sudamérica, que por muchas razones no han sopesado la importancia de escribir y hablar de la mejor manera. Muchos han acatado las recomendaciones, y en tal sentido han disipado sus dudas; pero hay otros que siguen tropezando con la misma piedra. A ellos va dirigido este mensaje, sin complicaciones gramaticales y lingüísticas, en virtud de que puedan asimilarlo y sacarle provecho.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

9 COMENTARIOS

  1. Una vez más es un gran placer recibir sus aportes semanales para el buen uso del idioma español.

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