Cuando la capitana se dirigía a la tripulación con esas palabras significaba que, o bien íbamos a iniciar una misión especial o bien a entrar en combate. En cualquier caso cuando decía: «En garde! Prêts? Allez!» la adrenalina recorría nuestros cuerpos.
No soy especialmente patriota en el sentido de portar o colgar banderas, de cantar himnos o emocionarme con la fiesta nacional. El lugar de nacimiento no deja de ser casual, no se elige donde se nace o quienes serán tus padres y demás familia, nos vienen dados, así que lo de la patria, sin exagerar, es cuestión de azar.
Eso no quiere decir que no me sienta bien siendo de aquí, más bien estoy agradecido por el país donde nací, comparado con la mayoría del resto de países creo que hemos tenido suerte, podría haber sido mucho peor, así que a los patriotas que se autoflagelan les recomiendo calma, porque con solo tomar un poquito de distancia verán que la cosa no es para tanto.
Además, tenemos un país rico en paisajes y paisanajes, rico en lenguas vivas; en la mayoría de los países se ha impuesto la lengua mayoritaria y aquí todavía nos podemos entender en varios idiomas. La diversidad histórica, cultural y gastronómica nos aseguran viajes tremendamente placenteros. De tal modo que me siento bien en mi país y, en general, me siento bien con su gente, sean de donde sean, y creo que a pesar de los agoreros y acabamundos, funcionamos razonablemente bien.
Y me hacen sentir bien los éxitos y triunfos de mis compatriotas vengan de la ciencia, la cultura, la política o los deportes. No sé, quizás sea el largo camino en común, las complicidades históricas, los caminos recorridos, el caso es que cuando a alguien de mi país le va bien me alegro, sin más.
Este verano ha habido varios eventos deportivos que me han refrescado de los agobiantes calores, algunos son evidentes y no me voy a referir a ellos por lo obvios y masivos que han sido. Pero otros, sobre todo los de los Juegos Olímpicos de París (menuda utilización mezquina por parte del presidente Macron), en los deportes minoritarios judo, remo, marcha, boxeo, baloncesto a tres, natación, waterpolo,… me hicieron pasar buenos momentos; María Pérez y Álvaro Martín en marcha me emocionaron especialmente.
El evento deportivo, me van a disculpar ustedes, que más he disfrutado este verano de 2024 fue el Campeonato Europeo de Esgrima celebrado en Basilea (Suiza) del 18 al 23 de junio. La esgrima es un deporte minoritario en España al que se le presta poca atención, rara vez sale en los medios. Se disputa en tres modalidades florete, espada y sable. El equipo de nuestro país consiguió cuatro medallas, bronce el equipo masculino de espada, bronce el equipo femenino de sable, bronce femenino en sable individual con Araceli Navarro y…
¡Por fin, oro en sable individual femenino con Celia Pérez Cuenca!
«En garde! Prêts? Allez!»: La tarde del veinte de junio cuando escuchaba estas palabras, Celia no podía saber cómo acabaría el combate, sólo sabía lo que le había costado llegar hasta ese momento, el inmenso esfuerzo que había supuesto para ella y su familia: el sacrificio personal desde los ocho años, primero como un ejercicio más para combatir su dislexia, en algo que no conocía lo de ella, el fútbol, pero poco a poco el sable fue ganando terreno a la pelota hasta que, siendo adolescente, entró en el equipo nacional. Ella que venía de un pueblo de las afueras de Madrid sin ninguna tradición de espadas, pero con mucho trabajo, entrenamiento, disciplina, técnica, táctica, orgullo, perseverancia, con una fe inquebrantable en su entrenador José Luis Álvarez y en sus compañeras, en sus compañeros de equipo. Allí estaba y era su momento.
Allez! Y el combate comenzó. En sable los movimientos deben ser rápidos y ágiles, debes tener muy buena forma física, Celia sabía que llegaba fina, mejor que nunca. La húngara Liza Pustai esperaba al otro lado del pasillo, una rival dura y tan buena como ella, no iba a ser nada fácil y de hecho llegaron al final empatadas, había que llegar a quince tocados y estaban 13-13, el siguiente punto lo ganó Celia, 14-13. El siguiente tocado también fue suyo, sin embargo, se dudó, y después de unos minutos angustiosos revisando las imágenes no le dieron el tocado, aun así ella ya se sentía ganadora, sabía que había tocado antes y si se debía repetir el punto estaba convencidas de que al final sería suyo, que sería la ganadora, la campeona de Europa de sable, la primera de este país en lograrlo. Ahora faltan cuatro años para cumplir su sueño olímpico.