Juan Tomás Frutos
Me encanta ver las muestras efusivas de felicidad. El ser humano, a menudo metido en innecesarios problemas, es capaz, de vez en cuando, de escapar de la desidia, del hastío y de la torpeza, para mostrar lo mejor de sí mismo. La dicha, que llega a cuentagotas, nos oferta ocasiones para vivir momentos de tránsito dichoso: sin duda, los aprovechamos con interesantes y suaves muestras de cariño, con guiños, con saltos, con imágenes de profunda amistad, de amores hermosos. Son una lección vital: es lo que anhelo mostrar en esta ocasión.
No sé si el tiempo, si la meteorología, si la posibilidad de salir a la calle ayuda, o si contribuyen en positivo los calores con sus planteamientos indelebles. Lo cierto es que, a veces, los astros se conjugan y los verbos que aparecen son maravillosos. Nos planteamos, en algunas oportunidades, que la vida es bella, que lo es en lo sencillo, y sencillamente la palpamos en esa intrahistoria que no tiene nombres de brillo y sí situaciones de auténtica heroicidad. Lo cotidiano, con dosis de entusiasmo, hace la existencia más justificada y explicada. Al final, y al principio, lo nimio es, si se basa en la franqueza, lo que nos arregla el corazón y nos experimenta en equilibrio.
En los momentos, más o menos efímeros, en los que vemos la belleza de un abrazo, de unos besos, de unas lágrimas por compartir la felicidad de un instante también breve, en esos momentos o etapas nos decimos sentirnos orgullosos, porque lo estamos, del ser humano, de una raza que no siempre es capaz de sacar lo mejor de sí misma, pero que tiene gestos claramente deliciosos. Son los casos que referimos aquí. Si hacemos balance, entiendo que hay más bueno que malo, y así lo debemos sostener buscando dinámicas de progreso social desde el respeto individual.
Cada jornada nos brinda oportunidades de existir, de resistir a lo negativo y de imponernos ciclos de avances sencillos y plácidos, colmados de jovialidad y de estilos genuinos. El ser humano vive de la pureza de relacionarse con sus conciudadanos, que, asimismo, cuentan entre sí (deben). Somos referencias de ilusión.
Los encantos de cada segundo suman futuro. Éste viene de la maravilla de entender que la historia la hacemos disponiendo lo más lindo. Hagamos, por favor, que las escenas que se suceden se expriman en el mejor de los sentidos para aprender y para compartir. Desarrollemos los cimientos sociales, económicos, culturales… Compartamos con gratitud nuestros destinos delicadamente insuperables.
Me deleito perennemente con esas actitudes de alegría, de jovialidad, que, a su vez, compartimos con los convecinos, incluso con gentes a las que no conocemos, y con las que no tenemos trato, pero que vemos, en la inmensidad del océano, como hermanos de una realidad que necesita, en determinados trechos, de un cierto descanso. El ingenio que fraguamos, en algunas oportunidades, lo gestamos también en las demostraciones de una entrega que, por no poner condiciones, nos regala pasión y entusiasmo por haber estado ahí, a una hora determinada, sin darle más vueltas, porque sí. Esos instantes, sin duda, valen todo. Frente a lo que dicen algunos, entiendo que somos capaces de lo mejor partiendo de una carga de franqueza y optimismo. Superaremos la crisis.