Ileana Alamilla[1]
Como el lenguaje está en permanente evolución, lo que antes nombrábamos de una manera ahora tiene formas rimbombantes de decirse. Antiguamente se hablaba de fortaleza, de capacidad de resistencia, de heroísmo, para calificar a las personas, grupos o comunidades que inspiraban admiración por la forma en que enfrentaban las adversidades. Hoy la palabra nueva es resiliencia, que implica esa capacidad de recuperación, la resistencia para prevenir y proteger.
Es reconocido que las mujeres son las que más están revestidas de este atributo; se empoderan para protegerse a sí mismas, pero también para proteger a sus comunidades. Tienen un inexplicable don para generar capacidades de defensa y de resistencia antes, durante y después de un desastre. Para ser más precisos, hay investigaciones que han demostrado que son las mujeres indígenas las más resilientes, poseen esa firmeza, tenacidad y dignidad para encontrar las formas de mitigación del daño provocado, pueden adaptarse y, por supuesto, sobrevivir y salir airosas de las situaciones de peligro.
Esto puede ser una explicación de por qué, a pesar de tantos infortunios, ellas están allí, enfrentando las adversidades, buscando salidas, trabajando de sol a sol, criando a sus hijos, llevándolos a tuto, sobrellevando la vida y sus miserias, esperando y luchando a brazo partido para encontrar ese futuro que les ha sido negado.
En el área rural, ellas recurren a diversas prácticas para subsistir, para emerger de las desgracias; reforestan, protegen las cuencas de los ríos, aran, siembran, cosechan, juntan fuego, echan tortillas, acarrean leña, agua, crían hijos, tejen, venden en el mercado, inventan para tener algunas cositas para comer, ponen a tostar las tortillas, enseñan a sus pequeños a comer chile que tiene nutrientes que suplen los otros alimentos. Ellas comparten con sus familias, con sus vecinas, con sus comunidades, lo poco que tienen y lo mucho de sus conocimientos ancestrales.
El desamparo es mayor para quienes han perdido a su pareja, por fallecimiento o las viudas con marido, aquellos que están en el norte y ya no se recuerdan de enviar las remesas. Se ha denunciado que ellas, además de excluidas, carecen de protección legal.
En otras realidades, en épocas de crisis, la creatividad se potencia y, por variar, a las mujeres les toca inventar, muchas veces hacer actos de magia y a la mayoría mantenerse en su consumismo, es decir, con su misma ingesta alimenticia en la que han vivido, consumiendo: tortillas con sal, chile y, cuando se puede, un poquito de frijol.
Pero la semana anterior nos sorprendieron los “excelentes” consejos de las diputadas Sofía Hernández y Karina de Paniagua, del Partido Patriota, quienes ante el alza del precio de la carne y la incapacidad que ha tenido su gobierno de controlar los precios, combatir la pobreza y cumplir con sus ofrecimientos, recomendaron a la población comer hierbas. Seguramente quienes están convencidos de las bondades de una dieta vegetariana se sumarían con entusiasmo a la irónica exhortación de estas diputadas.
Probablemente las parlamentarias estarán preparando en sus casas los menús gurmé a base de macuy, moringa y chipilín, para garantizarle a su familia la cantidad de proteínas necesarias para su buena nutrición. La administración del Congreso debe, con urgencia, variar la planificación alimenticia de los diputados (as) para las próximas semanas, mientras, como dice el ministro de Economía, el mercado, con su mano invisible, controla la crisis.
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.
Excelente su reportaje la felicito y ADELANTE
Miles de agradecimientos Maria por su comentario
y por tomarse el tiempo de escribirlo. Saludos cordiales. Ileana