Lamento mucho no haber podido estar este pasado viernes en el acto de presentación del cuaderno fotográfico Un instante… Toda una vida. Mujeres vitales por las calles de Xixón en LABoral Centro de Arte y Creación Industrial, presentado por acciónenred Asturies.
Según leo, la mencionada publicación recoge la semblanza de diversas mujeres que han contribuido a gestar la ciudad (Gijón) que hoy conocemos y que no siempre reciben el reconocimiento que se merecen: artistas, escritoras, dramaturgas, activistas de la lucha sindical, de los derechos humanos y los derechos civiles, feministas, cooperantes, mujeres que abanderaron la lucha antifranquista y conquistaron los espacios de libertad e igualdad, como testimonio fundamental para las jóvenes generaciones.
Se trataba de una iniciativa puesta en marcha durante cuatro meses por un grupo de alumnos y alumnas del IES Padre Feijoo de Gijón. La presentación servirá, a su vez, para homenajear a las 37 mujeres que protagonizan el cuaderno y que estarán presentes en el evento, entre las que figura -además de mi estimada y excelente escritora Pilar Sánchez Vicente– Ángeles Florez Peón, la nonagenaria miliciana socialista a la que tuve el gusto de conocer recientemente.
Ángeles reside desde hace años en Gijón, luego de su regreso del exilio en Francia, donde siguen residiendo sus dos hijos, y cuya vitalidad y activismo político sorprende a propios y extraños. Baste decir que con 93 años viaja a París sola en avión para ver a sus nietos. O que es capaz de subirse a un autobús para asistir a una manifestación en Madrid y regresar en el mismo día a su tierra.
De Maricuela, como se la conoce desde que participó en una montaje teatral en su adolescencia republicana, he leído estos días sus memorias, relatadas con la sencillez de quien solo pretende dejar anotada –por una necesidad y vieja querencia hacia la escritura que siente desde niña- una detallada sucesión de recuerdos, acumulados a lo largo de una dilatada y dura existencia: desde la Revolución de Asturias, en la que mataron a su hermano, hasta los años de prisión en la cárcel de mujeres de Saturrarán -de la que salió pesando 40 kilos-, pasando por la Guerra Civil y sus vínculos con “Los fugaos”, entre ellos su marido Chano (Graciano Rozada Vallina), con el que finalmente se reuniría en Francia para hacer allí juntos una nueva vida.
Ángeles cuenta también el trágico final de quien pudo ser su primer novio, que no lo fue porque la madre del chico se oponía a esa relación. Quintín, que así se llamaba, abandonó el barco en el que podía haber salido de Gijón con Belarmino Tomás, presidente del Consejo Soberano de Asturias y León, en las horas previas a la ocupación de la ciudad por las tropas franquistas el 21 de octubre de 1937. Lo hizo con el solo objeto de buscar a Maricuela y a su hermana Argentina, que trabajaban en un hospital de la ciudad próximo al puerto. Esa decisión comportó su detención, encarcelamiento y posterior ejecución un año más tarde.
Fue el 24 de mayo de 2009 cuando una hermana de Quintín Serrano le contó a Maricuela las circunstancias por las que fue detenido. Ángeles Flórez glosa con estas palabras el final del capítulo correspondiente a ese pasaje de su vida: “Quintín, no estás muerto. Estás en mi corazón. Un corazón de diecisiete años”. Habían pasado más de setenta cuando expresó ese sentimiento.