La vida es eso que pasa mientras nos organizamos. Es verdad, y, a veces, los planes, como decía aquel famoso héroe de una serie norteamericana, salen bien. Es de suponer que fraguan la mayoría de las oportunidades, fundamentalmente cuando somos conscientes de la importancia de salir adelante con la necesaria salud.
Una reflexión: no hemos de considerar nada normal, o puede que debamos considerarlo todo. Lo que sí es cierto es que hemos de avanzar desde la perspectiva amplia de considerar que lo que acontece tiene algo de milagroso. Esto decía la otra tarde alguien que había salvado su cuerpo de esta guisa.
Como la suerte es caprichosa, en ocasiones nos fortalece con sus resultados óptimos, positivos. Hay quien los relata: felicitamos esa postura, y la corroboramos desde aquí. No olvidemos que hallamos en los extraordinarios trances la mejor medicina, de la que hemos de tomar las dosis perfectas para que nos surtan efecto y para que nos quede lo suficiente.
Hay igualmente quien glosa que el pan nuestro de cada jornada es, sencillamente, que todo vaya como esperamos: ve en ello la propia comida por las diversas tareas desarrolladas, que, como dice el Evangelio, es algo a lo que tenemos derecho, pero, asimismo, hemos de saber ponderar.
Con frecuencia, frente a la humillación, la exigencia y las embestidas de la existencia, el azar nos regala un milagro, o puede que una medicina y/o una comida. Es entonces cuando sabemos que ésa era, es, nuestra tarde, y con ella haremos, hacemos, nuestra particular historia. Esto es la vida, ni más ni menos.