La concurrencia a las urnas para elegir candidatos a la Presidencia de Chile, primarias en las que se alzó con el triunfo Michelle Bachelet, dio por tierra con pronósticos de gran abstención, pero no alcanzó para abordar las deficiencias del sistema político y mitigar las críticas a la democracia, analizan expertos consultados por Marianela Jarroud (IPS).
«Ganó el modelo de primarias que Chile tiene, que no es el mejor de todos, pero que finalmente trató de darle una significancia al rol de los partidos políticos», señaló a IPS el analista Guillermo Holzmann. Advirtió, empero, que «lo que triunfó fue un proceso electoral dentro de una democracia que sigue siendo igualmente criticada».
En las elecciones primarias del domingo 30 de junio sufragaron 3.007.687 de los 13 millones de habilitados, dejando mal parados a quienes vaticinaron alrededor de 1,5 millones de votos en el mejor de los escenarios.
La abstención de 60 por ciento registrada en las elecciones municipales de octubre, pese a la implementación de la inscripción automática, hizo prever que se repetiría una baja concurrencia a votar.
Ante este escenario, el Servicio Electoral (Servel) decidió fusionar mesas y locales de votación, lo cual generó un caos en algunas sedes en las que muchas personas debieron hacer filas de tres horas para sufragar.
«¡Esto nunca nos había pasado! Aquí fue siempre muy expedito votar, y ahora, seguramente, esperaban a muy poca gente», reclamó Irma, una mujer adulta mayor, mientras apreciaba junto a IPS la larga fila que esperaba para votar en el liceo Manuel de Salas, de la comuna de Ñuñoa, en el oriente de Santiago.
Estas fueron las primeras primarias legales y vinculantes de los últimos 40 años en Chile, aunque solo se eligieron candidaturas presidenciales para las dos grandes fuerzas políticas del país: la gobernante Alianza, de derecha, y Nueva Mayoría, que reúne a la centroizquierdista Concertación de Partidos por la Democracia y al Partido Comunista de Chile.
Contra todo pronóstico, quienes más votaron fueron los independientes, que sumaron más de dos millones de votos, superando con creces a la militancia política.
El analista político Bernardo Navarrete, de la Universidad de Santiago, entiende que la personalidad de la expresidenta Michelle Bachelet (2006-2010), que arrasó en la elección, fue la que rompió la abstención y convocó a los sectores independientes.
Bachelet, quien renunció en marzo a su cargo de directora de ONU Mujeres para aspirar nuevamente a la Presidencia de Chile, confirmó en las urnas el favoritismo de las encuestas previas al constituirse en la gran triunfadora de la jornada. Se impuso de manera categórica con 73,05 por ciento de las preferencias de la oposición, que equivale a 1.561.563 de votos.
El independiente Andrés Velasco, quien fue ministro de Hacienda de Bachelet, obtuvo el segundo lugar con 13 por ciento, seguido por el democratacristiano Claudio Orrego, con 8,8 por ciento y por el radical José Antonio Gómez, con cinco por ciento.
Para Holzmann, la exdirectora de ONU Mujeres «muestra un liderazgo que rebasa cualquier intento de conceptualizarlo» y que no se basa solo en el respaldo de los partidos que la apoyan.
En tanto, en la Alianza que sustenta al presidente Sebastián Piñera triunfó el exministro de Economía, Pablo Longueira, quien con 51,4 por ciento de los votos se impuso al extitular de Defensa, Andrés Allamand, con 48,6 por ciento.
Bachelet casi duplicó los votos sumados de Longueira y Allamand, lo cual la deja en buen pie para las elecciones presidenciales del 17 de noviembre, aunque no le aseguraría el triunfo en primera vuelta, indican proyecciones de Holzmann.
«El resultado de la votación reconfirmó y estableció el liderazgo de Bachelet por sobre los partidos políticos y definió el piso de su votación en noviembre, pero no establece una victoria asegurada», explicó.
A juicio de Holzmann, «difícilmente la primaria podría ser pronóstico inevitable de lo que pasará».
«Será difícil para Longueira ganar a Bachelet, pero ella también debe hacer un esfuerzo para superar el 50 por ciento de los votantes, que es lo requerido para evitar una segunda vuelta», advirtió.
Hay varios candidatos fuera de los dos grandes conglomerados políticos, «que también tienen algo que decir y que poseen su propia estrategia», recordó.
«La pregunta es si estos serán capaces de captar el voto de electores cuyo comportamiento no es afín al sistema político sino que es más bien crítico a todo», añadió.
Navarrete, en tanto, aseguró que los candidatos menores «van a capturar el voto de descontento extra concertacionista».
Sin embargo, añadió, «hay que entender que el éxito de la victoria hará que mucha gente se sienta interpretada de que es posible ganar en primera vuelta».
Bachelet, una pediatra de 61 años, agnóstica y madre de tres hijos, dejó la Presidencia con 75 por ciento de popularidad, pese a las críticas por su desempeño para implementar un plan de emergencia tras el terremoto y maremoto del 27 de febrero de 2010.
El domingo, la exmandataria obtuvo una alta votación en las comunas afectadas por la tragedia, que incluso superó 90 por ciento.
La nueva propuesta de Bachelet apunta a una reforma estructural en la educación, la principal demanda de la ciudadanía instalada a partir de las movilizaciones que se suceden desde 2011. Promete educación gratuita en seis años y para eso, propuso una reforma tributaria que, entre otros puntos, aumenta los impuestos a las empresas de 20 a 25 por ciento.
También cuenta entre sus promesas electorales la reforma de la ley fundamental, aunque no se ha pronunciado sobre si piensa convocar una Asamblea Constituyente.
Longueira es un ingeniero civil de 55 años, tiene siete hijos y fue fundador de la ultraderechista Unión Demócrata Independiente, que sustentó políticamente a la dictadura encabezada por Augusto Pinochet (1973-1990).
Abierto seguidor del exdictador, viajó ocho veces a Londres en 1998 para respaldarlo cuando fue detenido a pedido del juez español Baltasar Garzón, que lo acusaba de crímenes contra la humanidad.
Navarrete advirtió que su triunfo no implica un renacer de la derecha pinochetista aunque la discusión será sobre las bases del modelo instaurado por Pinochet.
Longueira y Bachelet deberán apuntar ahora a cómo romper con el gran resabio de la dictadura, el sistema electoral binominal, que será clave para obtener representatividad en el Parlamento.