Luis de Luis[1]
Una fuerte luz ciega al público mientras se va sentando. Es apropiado, es justo que sientan, que sintamos la infinitésima parte de lo que vivirá el personaje de Pedro durante su Calvario en el Getsemaní de una celda en los sótanos de una Dirección General de Seguridad.
Pedro (Antonio Aguilar), es un prisionero torturado para delatar. El Capitán (José Emilio Vera) es el oficial que debe extirparle esa información utilizando, taimado y sutil, su poder.
La función cuenta las estaciones, la subida al Gólgota de Pedro, que negará hasta tres veces al Capitán, quien agotará la lucha de poder entre los dos pues si el Capitán tiene el poder de matar Pedro tiene el poder de morir ante el que nada puede.
No hay palabras para explicar esta enorme función, esta lucha de voluntades, de sudor y de dolor; esta disputa por la dignidad. Hay mucho en común entre Pedro y el Capitán, como lo hay entre dos seres humanos cualesquiera; la obra resplandece de sinceridad y miseria, de tozudez y agresividad, de pureza y sangre, de espasmos, baba y certezas.
Blanca Vega y Tomás P. Sznaidermanse han asegurado – exprimiendo cada gota de cada palabra del clásico texto de Benedetti – que “Pedro y el Capitán” no sea inocente, que no se quede en mera protesta o conmovedor grito, sino que conmueva, agreda y perturbe. Se han asegurado, en definitiva, de que ningún espectador salga indemne.
Y lo consiguen, gracias a las impecables e intensas interpretaciones de José Emilio Vera quien, como el cínico y vulnerable Capitán, dibujando el gradual derrumbamiento de alguien a quien se le impide lavarse las manos y Antonio Aguilar, quien, transido de honradez, determinación y tozudez, se inmola consciente, cruel y eterno.
Extraordinaria e imprescindible obra.
- Luis de Luis es crítico teatral.
FICHA ARTÍSTICA
- Intérpretes: Antonio Aguilar y José Emilio Vera
- Dirección: Blanca Vega, Tomás P. Sznaiderman
- Autor: Mario Benedetti
- Iluminación: Francisco Dávila
- Música: Tomás P. Sznaiderman, Miguel Linares