Francois Ruffin, diputado de “Francia insumisa”, cineasta autor de “Merci patron’, periodista fundador de la revista Fakir, un “electrón libre” como se complace la prensa en calificar su habitual y muy sana libertad de palabra, acaba de publicar un libro que es una brillante carta abierta al presidente de Francia, Emmanuel Macron: “Ce pays que tu ne connais pas” (Este país que no conoces), en ediciones Les Arènes.
Lo compré por la mañana y lo he leído de un tirón, pues este relato profundamente humano y poético, rigurosamente documentado se lee como una novela de ficción, aunque nos habla de la más cruda realidad de esta Francia contemporánea, y de su profunda fractura social, provocada por la política irresponsable de la oligarquía en el poder.
Oligarcas con nombre y apellidos, todos amigos de Macron, como antes de Hollande, de Sarkozy o de Chirac. Ruffin nos habla de Macron pero también de si mismo y del sufrimiento de los franceses de a pie, de los que no circulan en vehículos blindados con escoltas. Dos itinerarios y dos carreras personales paralelas que resumen bien la realidad de este país.
Por un lado, esa oligarquía financiera con un puñado de empresarios millonarios a la cabeza que controlan 90 % de la prensa y de los medios de comunicación, hacedores de la candidatura y de la elección de Emmanuel Macron, y sus redes de enarcas (diplomados en el ENA, Escuela Nacional de Administración) o en las grandes escuelas de ingeniería y comercio.
Todas esas redes que practican desde hace años la política del “entre soi” (relacionados solo entre ellos), del enchufe y de las puertas giratorias (le pantouflage se dice en francés), pasando del sector publico, en donde dicen servir al Estado, al sector privado en donde gracias a sus agendas “públicas” se enriquecen personalmente en detrimento del resto de la población, para la que reclaman unánimes políticas de austeridad.
Por otro lado, la Francia de “los que no son nada” según la terminología del actual presidente. Hollande, sepulturero de la socialdemocracia en Francia, quien abrió el camino hacia la presidencia a su ministro de economía, les llamaba “los sin dientes”, los precarios, los sin techo, los asalariados que sobreviven con ingresos inferiores al salario mínimo, los trabajadores o artesanos que son aplastados por una fiscalidad injusta, esa Francia de abajo que cada sábado desde el mes de noviembre con sus “gilets jaunes” sale a la calle para decir: ¡Basta ya! Sin previo aviso, cuando nadie lo esperaba, esa Francia silenciosa, no sindicada, decepcionada de tantas falsas promesas, ignorada por los medios informativos, ha ocupado calles y plazas, carreteras y autopistas. Ruffin les da las gracias, con mucha razón, pues con su acción han puesto en tela de juicio la falsa sonrisa del poder.
Legalidad republicana
A propósito de los chalecos amarillos una pequeña digresión me parece necesaria al margen de esta nota de lectura, pero en relación con ella, Los millones de trabajadores que en toda Francia lucharon contra la “ley trabajo”, durante el reino de Hollande/Valls o de Macron, agrupados o no en organizaciones sindicales y partidos políticos, lo hicieron en el marco de la “legalidad” republicana sin lograr ser escuchados.
Como Sarkozy y como Hollande, Macron ha buscado prescindir y despreciar a los denominados “cuerpos intermedios”, es decir el necesario contrapoder sindical en toda democracia digna de ese nombre.
Esos millones de franceses están de todo corazón con los gilets jaunes y sus reivindicaciones esenciales: Fiscalidad, ISF, nivel de vida, salarios, defensa de los servicios públicos, y respiración democrática en las instituciones republicanas, cuyo sistema electoral ha dejado de ser representativo de la realidad en Francia.
Pero aquellas batallas sociales perdidas se han transformado precisamente en una bomba de relojería que ha estallado a la cara del presidente Macron cuando menos lo esperaba. El movimiento de los chalecos amarillos ha tomado la palabra sin pedir autorización a la prefectura, poniendo sobre el tapete los elementos de una verdadera rebelión social, todavía en curso.
Gilets jaunes sábado XV
La movilización del sábado XV fue ligeramente inferior a la semana anterior, pero entorno a 40 000 personas en toda Francia, según el Ministerio del Interior. Con nuevas violencias policiales, esta vez contra un diputado de “Francia insumisa” aporreado por los antidisturbios.
Las movilizaciones más importantes se preparan sin embargo para el acto XVI y XVII, especialmente el del 16 de marzo, que debería coincidir con el fin del presunto “debate nacional” lanzado y controlado por Macron, en el que fue sobre todo él quien tomó la palabra como preámbulo de su campaña para las elecciones europeas, que acaba de lanzar este martes 5 de marzo de 2019 sin caretas, esta vez de forma abierta.
Cerrado el paréntesis vuelvo a mi nota de lectura. Por haber seguido sus estudios de bachillerato en el mismo liceo La Providence de Amiens, que el actual jefe del Estado, Ruffin recorre en paralelo en “Ce pays que tu ne connais pas”, los itinerarios vitales de uno y otro: Macron y Ruffin, representantes hoy de dos visiones antagónicas de Francia y del mundo.
La pluma siempre brillante de Ruffin, nos lleva de los testimonios sucesivos de los “sin nadie”, de las lagrimas de Marie, a la ira de Peggy, Anne, Laureline, Claire, Marine, Camille, Zoubir, o Marcel, ese obrero jubilado de origen español, esas gentes en lucha que ha ido encontrando en su combate cotidiano, historias mínimas de máxima generosidad y profunda humanidad. El mundo de Ruffin, periodista, cineasta o diputado busca fusionarse con esa población oculta e ignorada. Su actividad me hace pensar en aquella canción que decía “con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”.
Por otra parte, su pluma revela de forma documentada cual es el mundo financiero de la oligarquía que sostiene a Emmanuel Macron, los Niel, Vuitton, Arnault, Bolloré, Bouygues, Dassault, Lagardere, todos esos multimillonarios que controlan la casi totalidad de la prensa escrita y audiovisual, además de sus importantes grupos industriales.
Ese poder financiero que fabricó de la nada a un presidente Macron, con una mayoría parlamentaria (REM) que son una exquisita representación de directores de recursos humanos de grandes empresas, de lobistas diversos, ex vicepresidentes de bancos, hombres de negocios, consejeros bancarios, ese “mundo nuevo” que prometía Macron en su campaña y que no son sino “viejos chistes con caras nuevas”, partidarios de las puertas giratorias y de los conflictos de interés, como siempre ha habido en la Quinta República, aunque esta vez asumidos como verdadera ideología ultra liberal, con olor a desprecio aristocrático.
La primera vez que oí hablar de Ruffin fue como periodista y autor de un libro: “Le petits soldats du journalisme,”. Cuando lo leí en 2003, me hizo sentirme menos solo en esta profesión que escogí un día de 1976 como periodista autodidacta, al llegar la democracia a España. Ya en aquella ocasión Ruffin ponía palabras y definía con claridad irrefutable, lo que siempre había pensado yo de esta profesión que, como cualquier otra, es ejercida con dignidad por muchos, pero no por todos. Una profesión que el poder intenta corromper, controlar y formatear. Una profesión admirable, cuando la libertad de expresión logra imponerse a las presiones políticas, o económicas, que llegan a menudo de forma sibilina.
Al leer ahora “Este país que no conoces”, en donde Ruffin lanza un “bienvenido a Francia señor Macron”, he tenido la misma sensación que cuando leí su obra anterior. Ruffin pone palabras y explica aquí con rigor los mecanismos del poder, la fabricada leyenda de un presidente y su relación con los medios de comunicación, denunciando con fina ironía la falsa sonrisa del poder. La rígida sonrisa de ese presidente que reproducen todas las revistas y diarios de sus amigos millonarios.
Desde hace meses, cuando leo el domingo “Le journal du dimanche” o “Le Parisien”, suelo comentar con sorna, “ya ha llegado “la Pravda”, sinónimo de diarios a la bota del poder. Podríamos hablar también de otros aduladores de la corte, televisiones, radios, o revistas que le consagran sus portadas hagiográficas de forma regular, desde Paris Match a Gala. Pues bien, si leen el libro de Ruffin entenderán el porqué, con argumentación irrefutable.
Mientras espero con impaciencia ver su película “Je veux du soleil”, codirigida con Gilles Perret, estreno previsto en Paris el 3 de abril, sobre el actual movimiento de rebelión social de los gilets jaunes en Francia, termino esta nota con un sentido: Mil gracias a Ruffin por su libro “Ce pays que tu ne connais pas”, que las editoriales deberían traducir en español y en otras lenguas europeas. Esta noche tuve un sueño, una utopía sin duda, seria genial si un día en Francia todos los diputados y representantes de la nación se pareciesen un poco a Ruffin.