Los últimos días del año que acaba de finalizar estuvieron marcados por dos hechos que fueron noticia y que seguirán ocupando espacios en los medios de comunicación social, amén de comentarios en el día a día del mundo, por la relevancia de los protagonistas: uno, emblema del fútbol; el otro, de la Iglesia católica.
Muchos seguidores de ambos personajes estuvieron pendientes de la evolución de su estado de salud, que fue deteriorándose de manera acelerada.
El fallecimiento de Edson Arantes do Nascimento (el Rey Pelé) y de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), sin dudas sorprendió al mundo, aunque muchos se habían resignado al desenlace, dado el largo período de convalecencia de los dos, que empeoraba y presagiaba el final. Fueron y serán dos grandes figuras, cuya impronta permanecerá como tinta indeleble.
Para alguien que no ha sido futbolista ni conocedor de doctrinas cristianas ni de ninguna índole, le será difícil exaltar las bondades de Pelé y del papa Benedicto XVI, so pena de omitir aspectos significativos, por lo que solo repetiré lo que otros han dicho.
El primero está reconocido como uno de los mejores futbolistas y deportistas del mundo, con base en su brillante trayectoria. El segundo procuró poner en práctica «el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural; la familia fundada entre hombre y mujer; la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común». Aclaro que el entrecomillado no tiene sentido irónico, sino la indicación de que es una cita textual, que en este caso la tomé de una reseña en Google.
Ahora, de lo que sí puedo hablarles con cierta holgura, es del aspecto gramatical y lingüístico, en el que me desenvuelvo con relativa facilidad, y por eso hoy comentaré algo sobre los apelativos del futbolista y del pontífice.
Algunas personas creen que cuando se habla de «o rey» se hace de forma exclamativa o admirativa, pues desconocen que el artículo determinado masculino en portugués es «O», con el que pueden construirse frases como: «o gato», «o suco», «o povo», «o garfo», etc., que en español equivalen a «el gato», «el jugo», «el pueblo», «el tenedor».
Existe en Portugal una ciudad costera llamada Oporto, cuyo nombre original es Porto (Puerto); pero por la unión inevitable de la conjunción coordinante «O» y el sustantivo «porto», derivó en Oporto, que en español es El Puerto. En esa localidad lusitana existe un puente sobre el río Duero (Doro en portugués), llamado María Pía, que fue construido por Theóphile Seyrig y Gustave Eiffel, este último, epónimo de la monumental torre parisina, ícono de los franceses.
Para que la frase «o rey» tenga sentido exclamativo, deberá ser ¡Oh, rey!, determinada por los signos correspondientes y por la coma vocativa. Entiéndase por coma vocativa, el elemento que el hablante usa para llamar la atención del interlocutor y aislarlo del resto de la oración: «Muchachos, ustedes son excelentes trabajadores». De esto he hablado en varias oportunidades, por lo que por ahora solo les recordaré que el vocativo puede ir al principio de la frase (como en el ejemplo mostrado), en medio o al final.
A raíz de la renuncia al papado, Benedicto XVI comenzó a ser llamado emérito, y algunas personas creen que eso se debió a un grado o una denominación exclusiva de la Iglesia católica, o que fue un deseo personal del pontífice, habida cuenta de que emerito o emerita son nombres propios. Se le da el nombre de emérito a la «persona que se ha retirado de un empleo o cargo y disfruta algún premio por sus buenos servicios». Es por eso que existen profesores eméritos, rectores eméritos, obispos eméritos, etc. Es una manera elegante de distinguir su condición. Benedicto XVI (2013) y Gregorio XII (1415) han sido los únicos que han renunciado al papado, según Wikipedia.
Y ya que les he hablado de papas, estimo prudente destacar que según la RAE, en la serie de los pontífices y reyes se utilizan los números romanos, que deberán ser leídos como ordinales hasta el diez, aunque la docta institución aclara que este (el diez) puede leerse también como cardinal: décimo/diez. A partir del diez la numeración será cardinal: Juan XXIII (veintitrés), Luis XVI (dieciséis), Benedicto XVI (dieciséis).