Debe ser la edad, o los años de servicio, tantos que empiezo a confundir los inicios, planes y objetivos de las misiones. Cada vez me cuesta más volver después de un periodo de libranza, cada vez necesito más esos periodos de libranza, y es síntoma, lo sé, de que mi tiempo de responsabilidades en la nave está llegando a su fin.
Todavía quedan asuntos por resolver que iremos finalizando para que no queden proyectos inconclusos, de una u otra manera las funciones que me han tocado desarrollar serán asumidas por otras personas, algunas lo serán por quienes me han acompañado en estos últimos años y otras por personal de nueva incorporación, que tampoco vendrá mal.
Noto que mi mente empieza a abandonar la nave antes de que mi cuerpo pueda irse. Tendré que decidir si vuelvo a la Tierra o retirarme en una de esas naves residencia que navegan por el espacio con el personal de las tripulaciones que finalizaron sus carreras profesionales y les resulta muy difícil volver a sus planetas, porque no les espera nadie o porque el espacio ya es su único lugar de residencia. Creo que volveré a mi lugar de origen y más adelante me iré despidiendo de esta vida desde las estrellas. Pero quién sabe.
Vuelvo a mi infancia. Cuando era un crío de menos de siete años. La edad tiene eso, viajas mucho en el tiempo, con la mente, naturalmente. Esos primeros años los viví en un pueblo de la campiña cordobesa española. Es un paisaje bello, inmensos campos de olivos y viñas, donde se producen aceites que no tienen nada que envidiar a los del resto de zonas aceiteras; y uno de los vinos más peculiares y sabrosos de esta tierra, con la denominación de Montilla-Moriles. Frío es exquisito, pero es recomendable tomarlo en pequeñas dosis para su mejor degustación.

Monturque, en Córdoba, España, es el pueblo donde nací y al que vuelvo en mi imaginación. Lo que se vive en la infancia marca para toda la vida, mi marca fue no olvidar las vistas desde la torre de lo que fue un castillo, hoy restaurada y visitable, todo verde alrededor, hacia el nordeste el Parque natural de las Sierras Subbéticas enmarcado entre Cabra, Zuheros, Priego de Córdoba y Rute, tanto la sierra como los pueblos, y no solo esos, todos merecen ser visitados para asombro del visitante.
Hacia el resto de las direcciones un terreno ondulado lleno de verdes extensiones de olivos y vides, salpicado de pueblos blancos que dan sentido a la bandera de Andalucía.
Y mi pueblo, Monturque en el centro de esta Comunidad contemplándola desde sus cuatrocientos metros de altura, el cerro por donde se desparraman sus casas. Y en la altura máxima donde mejor se divisa el horizonte se encuentra su secreto, su tesoro.
De los pocos recuerdos que tengo de mi primera infancia uno es recurrente. Era por las tardes y nos retábamos unos a otros a ir al cementerio, ya éramos conscientes del lugar y lo que significaba. Íbamos sigilosamente, si nos veían nos echarían, entrábamos por el pasillo central dejando a los lados dos pequeños parterres. En el interior cuatro paredes llenas de nichos rodean un cuadrado patio central, en el centro, más o menos, unas escaleras que descienden al subsuelo. Lo llamábamos las catacumbas y bajar allí daba mucho miedo, por eso nos desafiábamos, por eso íbamos.
En realidad nos encontrábamos en una de las mejores zonas de almacenamiento de agua romanas de la Península Ibérica que han llegado intactas, o casi, hasta nuestros días. Precisamente por su enclave, en el cementerio. Fueron descubiertas a finales del siglo diecinueve cuando se hacían obras para la ampliación del lugar de reposo.
Las cisternas romanas de Monturque son un yacimiento romano en toda regla. Son doce cámaras comunicadas para el trasvase de aguas entre ellas con una capacidad de 850.000 litros y 300 metros cuadrados, posiblemente las mayores de España, al menos conocidas, y muy bien conservadas, ya están declaradas como Bien de Interés Cultural. El cementerio de San Rafael forma parte de la Red de Cementerios Singulares de Europa.
Hay bastantes restos del paso de la historia por mi pueblo, desde el neolítico, hasta romanos, musulmanes y cristianos, pero la visita a las cisternas no les decepcionará, les permitirá viajar en el tiempo.



