He leído con atención el comunicado del Sindicato de Periodistas CGT y el interesante artículo de mi colega Paco Audije, exactos ambos en la información que aportan y en los hechos constatados.
Mi granito de arena para intentar explicar el por qué de esta deriva en los grandes medios informativos en Francia, no sólo en el señalado servicio público, sino en el conjunto de la prensa escrita y audiovisual, que arrojan un enorme zoom sobre el más mínimo paso del ultraderechista Frente Nacional, mientras ignoran en sus páginas o minimizan las luchas sociales y sindicales contra los cierres de empresas, presentados en breve y sistemáticamente como “inevitables”.
La televisión, la prensa y la sociedad del espectáculo
Diré en primer lugar que la “sociedad del espectáculo”, analizada en la década de los sesenta por Guy Debord, en la que estamos atrapados hasta el cuello, busca sobre todo audiencia en sus programas televisivos y venta de periódicos. En la televisión asistimos a una mezcla de géneros entre el “divertimiento” y la escasa e incompleta información. Programas a los que se prestan evidentemente los políticos de forma a menudo vergonzosa. El formateo de los programas de radio y televisión en la carrera por la audiencia y las recetas publicitarias, han conducido a los grandes Medias a buscar de forma sistemática los temas que “venden”, sin ningún rigor informativo. La búsqueda de la emoción y de lo sensacional han remplazado el deber del rigor informativo. Jean Marie Le Pen antes y su hija Marine Le Pen ahora, son parte de este circo espectacular, en donde unos y otros agitan frente a ellos la amenaza del “neofascismo”, como verdaderos aprendices de brujo. Todos los que se prestan a este juego y relatan sus vidas privadas ante la cámara son los bienvenidos.
Cabe señalar que esa misma prensa y televisión que se ha interesado sobremanera por el FN, es la misma que al ser nombrado el nuevo gobierno de Manuel Valls, más que interesarse por cual será su política, parte ya en divagaciones sobre su vida sentimental y sus ambiciones cara a la elección presidencial de 2017. El ultra presidencialismo bonapartista y lo que ello genera es la principal enfermedad de la democracia francesa. La distancia que separa a la prensa del corazón y la antaño denominada prensa amarilla, de esos grandes medios informativos es cada vez menor y muestra una deterioración en el ejercicio de esta noble profesión periodística. Los titulares de los telediarios son ocupados ahora por catástrofes, agresiones sexuales o todo tipo de sucesos, que antaño solo eran evocados por tabloides sensacionalistas como “Detective”.
Les invito queridos lectores, a ver el documental titulado “Los nuevos perros guardianes” (les nouveaux chiens de garde) 2011, de Gilles Balbastre y Yannick Kergoat, que esboza con ironía y rigor la connivencia existente entre ciertas élites periodísticas y ciertos Medias con el sistema político y los lobbys financieros e industriales en este país. Otra buena lectura para entender mejor lo que está sucediendo es “Dire Non” de Edwy Plenel, director de Mediapart, de reciente publicación, que aporta elementos claves para la comprensión del por qué de este “renacimiento de la extrema derecha en Francia”.
Normalización de las ideas de la extrema derecha francesa
La manipulación mediática entorno al Frente Nacional y a su progresivo ascenso real en la sociedad francesa, viene de lejos, cuando el FN era todavía un grupúsculo sin verdadera representación electoral. Francois Mitterrand fue en efecto el primero, que en 1983 favoreció el progreso del FN para debilitar y dividir a la derecha tradicional. En el mismo momento en que Mitterrand daba la espalda a sus propias teorías sobre “El golpe de estado permanente”, aplicaba una política de rigor económico, en contradicción con sus promesas electorales, y llevaba a Francia hacia el Tratado de Maastricht, fundamento de la Europa neoliberal, tratado al que se opusieron en su día respetables “soberanistas” de muy diversos horizontes políticos, de derechas y de izquierdas.
Pero como lo analiza Edwy Plenel en “Dire Non”, el mandato presidencial de Nicolás Sarkozy marcó un salto cualitativo en la aceptación y normalización del discurso xenófobo y populista de la extrema derecha francesa. Sus temas predilectos: identidad nacional, emigración, delincuencia y seguridad, fueron adoptados por el candidato de la derecha tradicional, Nicolás Sarkozy, en la campaña electoral , en la que fue derrotado por el socialista Francois Hollande. Resultado que prueba todavía la buena salud mental del pueblo francés en los momentos decisivos.
Sin minimizarlo, ni exagerarlo, conviene subrayar que hay un renacimiento hoy en Francia de las ideas de la extrema derecha, – culturalmente retrogradas y políticamente nacionalistas- que por razones históricas, la segunda guerra mundial y la colaboración, habían sido marginalizadas y en ciertos casos colocadas fuera de la ley. El ideólogo Patrick Buisson, consejero de Sarkozy en su última campaña electoral, las introdujo de forma evidente en el seno mismo de la UMP, antaño movimiento gaullista. No hay que minimizar tampoco la “liberación” del discurso xenófobo que hubo en las manifestaciones masivas de la Francia más conservadora contra la legalización del matrimonio homosexual, con el apoyo de la UMP.
Por una parte el discurso ultraderechista y populista ha sido “normalizado” con la complicidad de la derecha que lo utiliza en su propia argumentación. Por otra el PS en el poder lo utiliza como espantapájaros para justificar el “voto útil”, mientras intenta esconder su fracaso y su abandono en la búsqueda de una alternativa de izquierdas a la crisis actual. Ecologistas, comunistas, Front de gauche y extrema izquierda presentan por su parte un variopinto y poco homogéneo panorama, que no ofrece por desgracia una alternativa clara al electorado. Ante tal situación, si el sistema electoral no es modificado, el número de abstencionistas irá en aumento y los riesgos de explosión social son evidentes, pues la Francia electoral está desfasada de la Francia real.
Si el FN no es ya un partido marginal, ni tampoco fuera de la ley, es necesario combatirlo en las urnas y políticamente, pero el problema es que ni el PS ni la derecha tradicional, ni los grandes medios informativos que se hacen eco de sus posiciones, tienen credibilidad al defender un sistema presidencialista que cubre desde hace años un sin fin de escándalos políticos y financieros, y que abogan al unísono por una política neoliberal a nivel europeo. Política que conduce a la austeridad de los pueblos, al desempleo y a la deterioración del nivel de vida de los ciudadanos, mientras que el capital financiero goza a nivel mundial y sin fronteras de muy buena salud.
Las próximas elecciones europeas, serán muy pronto ocasión de profundizar esta reflexión, pues los cambios institucionales en Francia, y la refundación de una sexta República, reclamada por muchas voces a la izquierda de la socialdemocracia, deberán estar estrechamente ligados a la construcción de una Europa social y democrática.