El contundente castigo que el electorado propinó el domingo 6 al gobierno de Venezuela coloca al país ante un nuevo escenario y un nuevo clima social y político, cuya evolución va a depender de cómo el presidente Nicolás Maduro administre la derrota y cómo lo haga la oposición de su victoria, analiza en este artículo Estrella Gutiérrez (IPS) desde Caracas.
Henrique Capriles, líder del ala moderada de la oposición, actual gobernador de Miranda (centro), deposita su papeleta electoral el 6 de diciembre de 2015.En la simbólica fecha en que se cumplían 17 años de las primeras elecciones a la Presidencia que ganó Hugo Chávez (1999-2013), casi 75 por ciento del electorado se volcó a las urnas para entregar dos tercios de la Asamblea Legislativa a la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que ganó en 17 de los 24 estados del país.
«Lo decisivo fue un voto castigo de la población, que no expresó algo político, sino que fue una reacción a cómo su vida cotidiana se ha visto profundamente trastornada por la mala gestión de una crisis, lo que la golpea de formas inasumibles», dijo a IPS en analista vinculado a la izquierda tradicional Manuel Felipe Sierra.
A su juicio, la ciudadanía, «incluso mucha que se sigue considerando chavista», decidió que esta elección legislativa «era el momento de drenar su descontento y demandar un cambio ante un fracaso en la conducción política, no necesariamente del modelo político».
«El chavismo perdió en sus feudos de mayor influencia, en Caracas y en los estados. No significa que dejaron de ser chavistas, sino que en una circunstancia precisa, donde no estaba en juego el poder, decidió castigar a la cúpula que lo ostenta», consideró Sierra.
«Sería osado pensar en un deslave definitivo del chavismo, del comienzo de su fin, pero sí se dio una señal muy clara de que el proyecto chavista va a depender de su eficiencia en resolver problemas, no ya de un discurso y una conexión emocional, esto murió con Chávez (fallecido en el cargo en 2013)», afirmó.
Aunque los resultados totales no han sido aún difundidos por el Consejo Nacional Electoral, se conoce extraoficialmente que la MUD logró dos tercios de los 167 puestos de la unicameral Asamblea, es decir al menos 112 diputados.
En Venezuela el Poder Legislativo puede tener tres tipos de mayoría: simple (84 diputados), calificada de tres quintos (101) o calificada de dos tercios (112) y cada una incrementa el poder y margen de acción del parlamento.
El parlamento ha estado en manos del chavismo desde 1999, que solo perdió otra de las 20 elecciones habidas desde entonces: el referendo en 2007, sobre una reforma constitucional para permitir la reelección permanente del presidente.
Esa reelección continua se logró después por otra fórmula, gracias a que entre 2005 y 2010 la oposición se abstuvo de participar en la Asamblea.
El triunfo opositor quiebra el control del chavismo y del gobernante e izquierdista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de todos los poderes institucionales, a los que en este país se suman el Poder Moral y el Poder Electoral a los tradicionales del Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Pero la MUD, una amalgama de 17 organizaciones que van de la derecha al centro izquierda, con su mayoría calificada tiene poder para controlar e incluso cambiar las cabezas de los otros poderes, con excepción del presidente, aunque sí puede someterle a un referendo revocatorio del mandato.
«Hay una recomposición del escenario, las condiciones en que se dio la victoria opositora van a obligar a acuerdos, a normalizar la vida política, a plantear el debate en otros términos y eso en sí favorece la distensión y pone algún coto a la incertidumbre», consideró Sierra, crítico con el chavismo.
«Venezuela amaneció este lunes con un ánimo distinto, la jornada electoral y sus resultados despejaron el temor de que se desconociera lo decidido en las urnas y de que se agudizará la confrontación», afirmó. «Se respira hoy, en medio de las penalidades, una dosis de optimismo», acotó.
El modelo económico, basado en controles – de la producción, el cambio, los precios, el acceso a las divisas o las importaciones -, devino en una alta escasez de alimentos y una tasa de inflación de la que no hay cifras oficiales, pero que analistas sitúan en torno a 200 por ciento anual, y 300 por ciento en los alimentos.
La crisis se alimentó con el hundimiento de los precios del petróleo, del que este país depende ahora en 90 por ciento para la obtención de divisas, lo que dejó a Maduro sin fondos para mantener la política de subsidios con que se apoyó a la mayoría social, sin capacidad para afrontar el encarecimiento de la vida.
Denuncias de corrupción y una desbordada delincuencia, que en 2014 se sintetizó en 25.000 homicidios, según organismos internacionales, junto con una importante caída del empleo, son otros ingredientes que alimentaron el malestar de la población, en este país de 30 millones de personas.
Venezuela vive además de una crisis, «una muy mala gestión de la crisis, con el resultado que 76 por ciento de la población está en condición de pobreza en términos de ingresos», aseguró Sierra.
Como resultado, la población ha visto hundirse su ingreso real mientras debe hacer largas filas para obtener los alimentos, dos elementos que según todos los sondeos previos a los comicios protagonizaban las causas del descontento de los 19,5 millones de electores.
Eso instaló la idea de la necesidad de cambio, que la MUD tomó como su gran lema de los comicios parlamentarios.
Al clima de distensión, así sea temporal, contribuyó el que Maduro, reconoció de inmediato el triunfo opositor, mientras que la MUD aseguró que recibía la victoria con «humildad y un mandato a favor de la unidad, la paz y la reconciliación», una frase repetida por muchos de sus líderes desde la madrugada del domingo.
«Así tienen que hacer, yo no quiero peleas, quiero que resuelvan esta situación, los venezolanos no nos la merecemos, quiero que las cosas cambien, que haya trabajo y comida y que pueda educar a mis hijos», aseguró a IPS la empleada de una panadería del centro de Caracas, Maribel Moncada.
Esta trabajadora de 42 años, que se declaró «chavista, pero no madurista», dijo que votó «por la oposición, con mente clara y muy decidida, porque la revolución no es esto» y porque «me cansé de tanta confrontación y ellos también han cambiado y ahora ofrecen cosas que me gustan».
Moncada dijo que «muerto Chávez, el que nos ayude a vivir mejor tiene mi voto, lo pensaré cada vez, su legado va a permanecer por siempre, él cambió este país, ahora que los que siguen trabajen para que funcione».
Esta madre de dos hijos vive en una populosa barriada del oeste de la capital, que votó mayoritariamente por la MUD al contrario que había hecho desde 1999. «También voté por la reconciliación, me cansé de tanta pelea, no me gusta que haya presos políticos», confió.
- Publicado inicialmente en IPS Noticias