La segunda vuelta de las elecciones regionales en Francia ha permitido a la derecha tradicional alzarse con la presidencia de siete regiones, mientras que el Partido Socialista obtiene cinco regiones y la Isla de Córcega queda en manos del partido Nacionalista.
Los republicanos de Nicolas Sarkozy se alzan con la presidencia de la mayoría de las regiones francesas.
Ocho puntos más de participación electoral en la segunda vuelta y el transvase entre las dos vueltas de los votos de los electores de izquierdas, pero también de una parte de los electores del Frente Nacional, hacia la derecha tradicional, han impedido la victoria de la extrema derecha en las seis regiones en que el partido de Marine Le Pen llegó en cabeza el domingo pasado.
Para evitar la anunciada victoria de la extrema derecha en las regiones de Paca (Provence Cote d’azur) y de Norte Paso de Calais, el Partido Socialista se vio obligado a retirar sus listas en la segunda vuelta, llamando a votar por los candidatos de la derecha. Un suicidio colectivo para los candidatos y el electorado de izquierdas, sometido una vez más al chantaje insoportable de votar lo malo o lo menos malo. Cuando algunos hablan de voto útil, siempre me pregunto ¿útil para quién?
En las regiones en que había duelos triangulares, el resultado entre la derecha y los socialistas es mitigado con un resultado de siete a cinco, que lleva agua al molino de un partido ultraderechista erigido por los medios informativos como “único partido anti sistema UMPS”. Con una fuerte representación en todas las regiones, el Frente Nacional se prepara ahora a la batalla de las presidenciales de 2017.
La estrategia del voto “útil” denominado aquí “voto republicano”, lo que se presta a confusión semántica en el momento que la derecha Sarkozysta se ha autobautizado “los republicanos”, muestra sus límites evidentes en esta República presidencialista, en la que el Parlamento no representa al país real, en ausencia de un escrutinio proporcional.
Si cabe saludar que ninguna región de Francia sea hoy dirigida por el Frente Nacional, el resultado de estas elecciones regionales aparece sin embargo como un voto sanción tanto contra el gobierno socialista como contra la derecha que le antecedió en el poder.
41,5 % de abstencionistas, ocho por ciento más de participación en efecto que en la primera vuelta, no deja de ser una cifra que los políticos deberían considerar, en lugar de minimizarla.
En la región de Ile de France, la derecha gana con la candidatura de Valerie Pecrese, pese a la fusión de las listas de izquierdas, y ello gracias al trasvase de cuatro por ciento de electores que votaron Frente Nacional en la primera ronda.
De manera general podemos afirmar que los electores de izquierdas y de derechas han optado por un “voto útil” contra el Frente Nacional, sin embargo cabe interrogarse hoy sobre la utilidad de ese voto cara a las elecciones legislativas y presidenciales de 2017. Sobre todo cuando Nicolás Sarkozy ha hecho un llamamiento explícito en contra del denominado “voto republicano”, que ya solo funciona a una sola banda.
La implicación directa del primer ministro Manuel Valls en la campaña electoral llamando a votar por los candidatos de la derecha, no es sino la expresión del fracaso estrepitoso de su política económica y social, que le ha conducido a limitar su programa al eslogan “todo salvo el Frente Nacional”. La política de Hollande, Valls y Macron resulta en cierto modo la política del avestruz que esconde la cabeza en la arena para no ver cual es la realidad de la Francia en la que viven.
Lo que más me choca en el debate postelectoral que seguí esta noche en televisión, es la ausencia de lucidez de los políticos presentes sobre el verdadero “clivage”, la línea de división que separa hoy a los partidos políticos en Francia y sus electorados, no todos representados en el Parlamento. Si las elecciones regionales han aparecido más que nunca como una elección con repercusión nacional, nadie evocó en cambio el tema de Europa. No hay mejor sordo que el que no quiere oír.
Los socialistas, al igual que la derecha, nos presentan hoy la “Europa neoliberal” como la única posible y utilizan la amenaza del Frente Nacional para hacer callar toda voz disidente. En las presidenciales de 2017 la política económica y social de Francia, estrechamente ligada a la construcción europea, estará sin embargo en el centro de los debates.
La izquierda francesa que votó No en el Referéndum europeo en 2005, es un electorado que pesó mas de 11 % de sufragios en la primera ronda de 2012 con el Front de Gauche, y que está prácticamente ausente en los resultados de esta elección regional. Una parte de ese electorado ha votado “contra el FN”, otros se han abstenido o votado en blanco.
Un electorado de izquierdas que deberá pesar en las presidenciales de 2017, junto con la izquierda socialista y los ecologistas, para ofrecer un alternativa tanto a las posiciones de repliegue nacional de la extrema derecha, como a la ceguera de los neoliberales, que preconizan políticas de austeridad y justifican la practica masiva de la evasión fiscal de las transnacionales del planeta.
La tarea es ardua, y el debate está ya sobre el tapete, aunque algunos prefieren ignorarlo. Lamento repetirme pero el nacimiento de una sexta República sobre bases democráticas más sanas y transparentes parece hoy indispensable en Francia, para luchar contra lo que la prensa califica de “inexorable ascenso del Frente Nacional”.
El voto, como la sociedad democrática, no pueden ser el reflejo de una reacción de miedo a lo peor. Como decía una pancarta de homenaje a las víctimas del 13 de noviembre en Paris: “Quien tiene miedo, muere cada día, quien no tiene miedo muere solo una vez”.