El gran día, documental de producción francesa dirigido por Pascal Plisson es como una continuación de su anterior obra, «Camino a la escuela», un himno a la educación, al esfuerzo por conseguir un sueño, protagonizado en este caso por cuatro adolescentes que se preparan para lograr una victoria, en distintos terrenos; una victoria que puede suponer el cambio no solo de su vida, también de la de su familia, y que en este caso depende de un momento: una prueba, un examen, un combate…
Albert tiene 11 años y vive en un barrio obrero de La Habana, en una casa bastante destartalada, y su sueño es convertirse en el boxeador que su padre no llegó a aser, a causa de una lesión. Deegi, 11 años, vive en Mongolia y sueña con convertirse en contorsionista profesional y formar parte de uno de los mejores circos del mundo, en Singapur. El ugandés Tom, de 19 años, aspira a convertirse en guarda forestal y cuidar del medio ambiente y la fauna de su país.
Nihi, 15 años, quiere estudiar ingeniería en la universidad pero su familia no tiene dinero para pagársselo. Si consigue quedar entre las 30 mejores en una prueba oficial que se organiza cada año en India, Nihi dispondrá de lo necesario para preparar durante un año su ingreso en la facultad.
En la misma línea que «Camino a la escuela», Pascal Plisson sigue dedicándose, en otro documental cargado de poesía, a elogiar a una juventud que, en distintos lugares del mundo, pone todo cuanto está a su alcance para conseguir el objetivo de alcanzar un sueño largamente acariciado.
El director se empeña en recordar en todo momento el papel de la educación en unas infancias que son auténticas epopeyas personales, y los espectadores nos vemos transportados de un país a otro –y de un a otro sueño-, descubriendo el papel que la familia juega en las distintas culturas que visitamos.
No se trata de casos excepcionales, sino de chicos y chicas normales en su entorno: todos son pobres, todos encuentran grandes dificultades para alcanzar la meta que se han propuesto, pero todos poseen esa decisión que puede con las barreras.
No olvidemos que, en la mayoría de los países pobres, el éxito escolar es un elemento indispensable para intentar después consolidar un futuro y ascender en la escala social (en este aspecto, el documental de Plisson tiene momentos que rozan la telerealidad y le restan fuerza).
Todas las coloridas y vibrantes imágenes de las distintas historias –desde la gente que se baña en el Ganges hasta la fauna del Parque Queen Elizabeth, pasando por los coches de antiguos modelos estadounidenses que los habaneros reparan y reparan para seguir usándolos hasta el infinito- nos muestran unas vidas llenas de contrastes, de experiencias ignoradas, que emocionan.
Para el resto de las familias, esos niños que alcanzan su cuota de éxito serán siempre un ejemplo y el acicate necesario.