España 26J: Crónicas postelectorales
Los resultados habidos tras las elecciones generales del pasado día 26 han arrojado alguna luz sobre lo que en realidad se cocía y cuece en el seno de la sociedad española, más allá de los análisis de esos sesudos tertulianos, hombres y mujeres que pululan por doquier en televisiones, radios y columnas varias ilustrándonos con sus conocimientos acerca de cualquier tema que se tercie.
Tengo para mí que estos resultados comenzaron a forjarse el día 21 de diciembre del pasado año; es decir, un día después de las anteriores elecciones. Porque fue ese día cuando los líderes de los cuatro principales partidos, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera, se apostaron alrededor de una mesa llamada España para jugar una partida de póker. Según indica Wikipedia, “El póker es un juego de cartas en el que los jugadores, con todas o parte de sus cartas ocultas, hacen apuestas sobre una puja inicial, recayendo la suma total de las apuestas en el jugador o jugadores con la mejor combinación de cartas”.
Y eso fue lo que hicieron, metafóricamente hablando, los cuatro líderes políticos mencionados a partir de la señalada fecha: cada uno tenía sus cartas ocultas desde la puja inicial, que manejarían en función de sus intereses, como pudimos ver desde los primeros compases. A partir de un determinado momento fueron dos de ellos, Pedro Sánchez, por el PSOE, y Albert Rivera, por Ciudadanos, los que las enseñaron poniéndolas sobre el tablero de un país que esperaba expectante el desenlace: unas cartas que, agrupándolas, confluían en un entendimiento de cara a un proyecto de Gobierno al que invitaban a unirse a otros, pero que sería rechazado por dos veces por los otros dos intervinientes en la partida, Mariano Rajoy, por el Partido Popular, y Pablo Iglesias por Podemos.
Por supuesto que tanto unos como otros estaban en su perfecto derecho de jugar las cartas en función de sus intereses, como así sucedió. Pero mientras unos las mostraron, otros las mantenían ocultas, si bien marcadas de antemano; es decir, que tanto Rajoy como Iglesias no parecían tener el más mínimo interés en llegar a un acuerdo, como así quedó demostrado, a la espera de repetir unas elecciones en las que los hados de la fortuna les fueran más propicios. Uno poniendo en práctica el dontancredismo que tan buenos resultados le ha proporcionado; es decir, no hacer nada mientras dejaba hacer, y otro pensando en ampliar unas bases que le llevarían en volandas al palacio de la Moncloa como nuevo presidente del Gobierno, a tenor de todas las encuestas, que le bailaban el agua.
Esta a modo de partida de póker político ha durado seis meses en un país paralizado, sin gobierno ni rumbo, un país que asistía atónico a lo que estaba sucediendo. Hasta que llegó el 26 de junio y hablaron los ciudadanos por boca de las urnas con unos datos que indican que los dos partidos que lo intentaron, PSOE y Ciudadanos, han bajado en intención de votos y número de escaños con relación a las anteriores elecciones del 20-D, por lo que tendrán que hacer sus catarsis y ver en qué pudieron errar, en qué pecaron de incautos y hasta dónde no llegó su zorrería política en la interesada partida, porque ya se sabe que en el póker mantener una postura altiva, desafiante es un dato que cuenta, y mucho, frente al contrincante.
Convengamos que el gran vencedor sin lugar a dudas en esta partida ha sido Mariano Rajoy, que sin mover un pámpano, acudiendo al viejo aviso de “que viene el lobo, labradores”, cambiando lo de labradores por populismo, ha conseguido incubar en la sociedad española una dosis de miedo avisando con lo de que, “conmigo, o el caos”. Visto lo visto, tanto para él como para su partido ha merecido la pena esperar y jugar esta larga partida con las cartas marcadas de antemano por sus intereses partidistas, limitándose a esperar sentado a la puerta de su sede ver pasar los cadáveres políticos de sus enemigos. Todo habrá merecido la pena –piensan- con tal de repetir de nuevo como inquilino de la Moncloa, y demostrar, una vez más, que para sus seguidores lo de la corrupción y otras “nimiedades” son pelillos a la mar, flor de un día.
Frente a todo ello, creo que el otro jugador con las cartas ocultas, Pablo Iglesias, ha sido el mayor perdedor de esta partida política de póker, por todo lo que le iba en el envite, si bien es cierto que cinco millones largos de votos son muchos votos, se mire por donde se mire. Pero si bien es cierto que de cara a la galería decía que el enemigo político a abatir era Rajoy, en el fondo con lo que soñaban en Podemos era con sobrepasar en votos y en diputados al PSOE y quedarse como genuino representante de la izquierda española. Tiren de hemeroteca para comprobar sus palabras: “Pedro Sánchez tendrá que elegir entre votar al Partido Popular o a Podemos…”, venía a ser una especie de mantra repetido a lo largo de la campaña. Pero cuando las urnas han dicho la última palabra, resulta que incluso después de haberse unido a Izquierda Unida y presentarse a nivel nacional con formaciones tan dispares como En Comú Podem, Equo, És el Moment, En Marea, A la Valenciana, Compromís y alguna formación más, Podemos no solamente no ha sobrepasado al PSOE, como era su meta, sino que ha perdido más de un millón largo de votos con relación a las anteriores elecciones…
En una partida de póker político es lo que pasa, que mientras unos ganan, otros pierden. Sobre todo cuando dicha partida dura seis meses y uno se cree mecido con todas las encuestas a favor y arropándose con los triunfos anticipados…