Hace unos días saltó a los medios la polémica por la instalación de una escultura-homenaje a las mujeres víctimas de maltrato y de la violencia masculina en una plaza de Zaragoza, escribe Pilar López Díez[1].
La denotación de la imagen, que ha sido ampliamente reseñada es muy clara: Vemos a una mujer arrodillada, mirando al suelo y cuyo cabello y manos esconden su cara. El significado cultural asociado, la connotación, no ofrece duda en el actual contexto español, en donde las noticias sobre hombres maltratadores, homicidas o asesinos son habituales en los medios de comunicación, de manera que vemos la representación de una mujer hundida, desamparada, vencida, sola y sin capacidad de reacción.
Las organizaciones feministas la critican con razón; el Ayuntamiento la defiende. También hay gente en la calle que dice que es bonita. Pero una escultura en medio de una plaza no puede calificarse de bonita o fea; una actuación pública que se concibe como homenaje a determinadas personas debe analizarse desde el punto de vista de si el esfuerzo y los recursos invertidos cumplen el objetivo político de engrandecer, hacer respetar y reconocer a quienes reciben el homenaje: las mujeres supervivientes y víctimas de la violencia machista.
La iconografía (las representaciones visuales) influyen sobre las ideas que la gente se hace del mundo aún más que las palabras (las representaciones textuales), de manera que hay que exigir que se escojan aquéllas representaciones que no fortalezcan los estereotipos de género; y la mujer víctima, que ha venido a este mundo a sufrir, es uno de los estereotipos más perversos y dañinos porque es determinante para la construcción de la identidad femenina sometida y claudicante. Todavía hay personas que se preguntan por qué hay mujeres que aguantan el maltrato hasta extremos inimaginables y dicen indignarse porque estas mujeres no abandonan a quienes las maltratan. En esta escultura, otra tecnología de género más, como el cine, la fotografía o la publicidad, tienen el motivo: las representaciones de las mujeres sufriendo construyen nuestros valores, actitudes y comportamientos.
Para la elección de esta escultura el ayuntamiento de Zaragoza convocó un premio y designó un jurado que elegiría la obra a premiar. Ni quién tuvo la idea del concurso, ni quien dio su voto para elegir esta escultura, ni quien la creó han dedicado tiempo a documentarse sobre la materia sensible con la que trataban, el maltrato masculino contra las mujeres; y no haciéndolo, les ha faltado sensibilidad y respeto por las mujeres a quienes querían homenajear. Se ha perdido la ocasión para construir una representación alternativa al estereotipo de las mujeres sufridoras; se han perdido recursos y fondos públicos para enfrentarse al estereotipo y para enfrentarse también a los hombres machistas que exigen mujeres obedientes, sumisas y complacientes.
El jurado encargado de elegir la obra ganadora estaba compuesto por cinco mujeres y dos hombres. Mayoría de mujeres. La condición de mujer no asegura una elección justa como se pone de manifiesto en el resultado de este concurso; para elegir la mejor obra que consiga homenajear a las mujeres que sufren violencia machista hay que disponer de mujeres competentes, expertas, informadas y, sobre todo, comprometidas con la igualdad entre mujeres y hombres. Si la lucha contra la desigualdad no es su prioridad, si no son mujeres comprometidas con el futuro de las niñas y de las mujeres no habrá elección justa; como ha sido el caso, por mayoría ganarán las posiciones tradicionales.
El título de la obra, las palabras, ‘ancla’ el significado de las imágenes representadas. En este caso se la ha llamado ‘Víctima’. No hay posibilidad de escaparnos de la idea de que una mujer víctima de maltrato es una mujer avergonzada, dolida y que implora perdón. Y este no es el significado que quieren darle a su experiencia las supervivientes, que son miles, muchísimas más que las víctimas. Las supervivientes con capacidad de modificar su futuro, de luchar para dejar atrás la vida atroz al lado de un maltratador, abominan de ser representadas como mujeres rotas. Una representante de la Asociación ‘Somos más’ de mujeres supervivientes de violencia machista de Zaragoza manifestó a Europa Press: «Como mujeres víctimas de violencia machista no contaron con nuestra opinión y [la escultura] no nos representa»; «queremos ver otra escultura que nos represente y nos haga ver que hay futuro y que podemos salir adelante».
Desafiar el estereotipo de la mujer víctima es muy difícil para quienes no han retado sus propios prejuicios y, por lo tanto, son incapaces de ver en ninguna parte mujeres valerosas y decididas. Enfrentarse al estereotipo, representando a las mujeres supervivientes con capacidad para redirigir su vida, que han luchado hasta conseguir salir del círculo del maltrato, requiere una mirada diferente sobre las mujeres por parte del creador o creadora de la obra. En el pliego de condiciones del Concurso para elegir la escultura-homenaje ya deberían haberse especificado estas condiciones cuando fue convocado: Tendrás que representar a las mujeres supervivientes que son aquéllas que han llorado, pero han decidido que ya no van a llorar; que han sufrido, pero ya no tanto; que se han sentido desamparadas, pero nunca más; que se han culpado por su situación, pero jamás lo volverán a hacer…
¿Cómo son esas mujeres?, se preguntará el o la artista. Las mujeres supervivientes, con ‘agencia’ femenina, son aquellas que son como tú y como yo. De acuerdo pero, entonces, ¿cómo debería representarlas? Captarlas requiere conocimiento y talento creativo. Y ese es el reto que deben superar las y los artistas.
- Pilar López Díez, periodista, editora de pilarlopezdiez.eu