Año nuevo en Guatemala

Terminó, sin pena ni gloria. El  tiempo comienza a medirse de nuevo, en otros 365 días. Pero lamentablemente en Guatemala los ciclos son perversos, no virtuosos. Se repite lo mismo de siempre, con cara de peor. El año que nace no pinta bien, por optimistas que queramos ser. Sin duda que estará condicionado por una marca: la campaña electoral.

En una democracia madura las elecciones deberían ser sinónimo de fiesta; se concreta la alternancia en el ejercicio del poder, que oxigena el sistema en beneficio de su desarrollo. Pero en Guatemala, igual que en algunos otros países, la mercantilización y el clientelismo ha sustituido el esfuerzo militante y la propuesta programática en los procesos electorales. Las tres opciones que se plantean según las encuestas como posibles, no trascienden ese esquema.

Nos espera, por lo tanto, un año “cansón”, donde las musiquitas publicitarias nos venderán mercancías de colores y caras maquilladas, para que al final nosotros votemos, aunque realmente no elijamos.

Este año, por lo tanto, será el último del gobierno actual. Según las mediciones de opinión, el presidente mantiene niveles importantes de popularidad. Sin embargo, las expectativas que despertó su elección no se corresponden con los insuficientes logros de su administración. Le va a ser muy penoso, dentro de un año, mirar hacia atrás con satisfacción, porque legados significativos es muy difícil que se produzcan, salvo que se sitúe por encima de las presiones de su partido y se decida, por fin, a pensar y actuar como estadista y no como un simple gestor de la campaña de su delfín, Alejandro Sinibaldi. Se ha pasado tres años en campaña, inaugurando cualquier cosa, pero sin mostrar avances sustanciales en modificar las condiciones estructurales que determinan la pobreza y exclusión que padece la mayoría de guatemaltecos (as).

Si se decide a hacerlo, tendrá que enfrentar firmemente las resistencias de los sectores empresariales más conservadores, que se han caracterizado por su férrea oposición al cambio social, particularmente en dos temas fundamentales para el país: el fiscal y el agrario. Esto parece difícil, pero tal vez la “mano dura” con la cual blasonó durante su campaña, podría convertirse en firmeza para afrontar dichos intereses privados.

Algo que vale la pena valorar es la política internacional impulsada por el mandatario en lo concerniente a plantear, estando en el ejercicio de su cargo, la necesidad de cambiar la tradicional política represiva para enfrentar el narcotráfico, pese a la oposición de los Estados Unidos.  México es un buen ejemplo de las consecuencias que trae una guerra desigual contra un enemigo transnacional que cuenta con recursos muy superiores en relación con nuestros débiles estados.

En fin, Guatemala acaba 2014 como un Estado donde los cambios de fondo siguen siendo necesarios y un gobierno sin la decisión, ni la fuerza para impulsarlos. El presidente, en lugar de acomodarse a que él y su gobierno sean simples peones de una campaña electoral, debería actuar en 2015 con el carácter del que tanto habla.

Ileana Alamilla
Fallece en enero de 2018. Abogada, notaria, periodista. Presidenta de la Comisión de Libertad de Prensa de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG). Analista en temas de libertad de emisión de pensamiento y de prensa. Coordinadora del Observatorio de los Periodistas y Directora de la agencia Cerigua. Consultora de Agencias del Sistema de Naciones Unidas, de entidades de investigación y de Organismos no Gubernamentales. Miembra de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Genero y onsultora en temas de género.

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