Dado que la esperanza de vida cada vez en mayor en personas con hábitos de vida saludables que no toman alcohol, tabaco y hacen ejercicio moderado, lo ideal es mantener estos también con una nutrición adecuada a la edad para que no debuten enfermedades asociadas a la edad. La alta prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles y el deterioro de la salud, muchas veces puede mejorarse solamente con una buena nutrición.
La nutrición es esencial para mantener el estado funcional y la calidad de vida en los adultos mayores, sin embargo, estos representan el grupo con mayor riesgo de ingesta dietética inadecuado debido
a los cambios fisiológicos propios del envejecimiento, el metabolismo de los alimentos se modifica y a veces, es necesario un aporte adecuado para mantener un equilibrio nutricional para procurar el bienestar de las personas mayores. Aunque siempre asociamos que se come con los ojos, lo cierto es que también intervienen los sentidos del olfato y gusto, que cuando se va llegando a los ochenta años disminuyen su eficacia. El deseo de comer, masticar si faltan piezas dentales o la dificultad para digerir ciertas comidas, hace que por lo general, el anciano sea una mal comedor.
En muchas ocasiones la formación del bolo alimenticio que se ve alterada por la xerostomía y por la disminución del peristaltismo esofágico puede hacer que las personas mayores sientan incomodidad para tragar. Al segregar menos ácido clorhídrico, pepsina y el pH del intestino, cambia, existe una sobrecrecimiento de la microflora intestinal que junto con el acortamiento de las vellosidades del intestino dificultan la absorción de algunos minerales, vitaminas, proteínas y también de otros elementos esenciales como el hierro, calcio, ácido fólico.
Si a esto le sumamos que el páncreas sufre una cierta disminución de segregación de bicarbonato y enzimas puede que la persona mayor sufra algunas intolerancias y muchos problemas digestivos. Por otro lado, el hígado con la edad, se reduce de tamaño y el flujo sanguíneo al ser más escaso disminuye la capacidad de desintoxicar al organismo con lo cual, si a ello le sumamos la ingesta de medicamentos y al metabolismo de algunos fármacos, notaremos que algo ha cambiado.
En esta edad hay que hacer referencia a la falta de motivación que acompaña a la edad, las fluctuaciones del estado de ánimo, la baja autoestima y la pérdida de confianza para cocinarse a uno mismo, la soledad, la demencia y sobre todo la necesidad de una asistencia contínua hace a los adultos mayores el colectivo más vulnerable si hablamos de nutrición. Hay que señalar que los mayores pueden tener cuadros de desnutrición sin que ellos lo sepan de vitamina B12, vitamina D y calcio que puede inducir a una disminución de reacción del sistema inmune y provocar otras enfermedades complejas.
En otros ancianos es frecuente ver cuadros de obesidad porque ya nada importa y el anciano deja de moverse, come mal y almacena mucha grasa con lo que esto conlleva para la salud. La alta prevalencia de enfermedades crónicas, los efectos metabólicos adversos sobre la presión arterial, los triglicéridos, la resistencia a la insulina, el riesgo de eventos cardiovasculares y el riesgo de diabetes, aumenta de forma exponencial con la acumulación de grasa visceral. Las dificultades para realizar las actividades de la vida diaria por la obesidad lleva a un círculo vicioso que se relaciona con el sedentarismo y la disminución de la capacidad funcional, que produce necesariamente dolor articular, intolerancia a la actividad y una gran dificultad para perder peso.
Es por tanto necesario un programa o mejor dicho, rutina, a la hora de comer, hacer ejercicio y descansar para que la salud se mantenga, sumada a la ingesta de líquidos recomendada en un anciano que oscila en un mínimo de 1.000 ml para compensar las pérdidas insensibles. La reducción de la sensación de sed y el consumo de medicamentos diuréticos alteran el equilibrio que necesita la persona mayor a diario. Es muy importante destacar también la reducción de azúcares porque se dejan de segregar enzimas del páncreas y existe también una reducción de los receptores de la insulina durante el envejecimiento lo que les hace propensos a la diabetes mellitus. Hay que evitar pasteles, bollos y productos procesados, aumentar la cantidad de frutas y verduras y moderar la ingesta de proteínas de origen animal, los huevos y los carbohidratos.
Educar al adulto anciano y hacer un cambio de vida drástico prolongará necesariamente su salud y bienestar y le hará vivir muchos más años con vitalidad y fuerza; todo un reto que se puede conseguir con ayuda y mucha motivación.