Man Ray, el genio de la fotografía surrealista

Emmanuel Radnitzky, hijo de un inmigrante ruso que tenía una sastrería en Brooklin, nació en Filadelfia el 27 de agosto de 1890, hace 135 años, y estudió Arte en Nueva York.

Man-Ray-©archivo Man Ray, el genio de la fotografía surrealista
Man Ray ©archivo

Se casó en 1913 con la poeta belga Adon Lacroix, seudónimo de Donna Leccoeur, quien le enseñó a leer a Baudelaire, Rimbaud y Apollinaire.

En una de las legendarias exposiciones Armory Show de Nueva York conoció en 1915 a Marcel Duchamp, refugiado de la guerra europea. Cuando Duchamp regresó a Francia en 1921 lo animó a presentar en París sus pinturas y le organizó una exposición, pero no vendió ningún cuadro.

Así que para promocionarse comenzó a fotografiar sus obras y enviar las fotos a los marchantes y a las galerías. Aquel procedimiento gustó a Picasso y a Georges Braque, quienes le encargaron que hiciese lo mismo con sus cuadros.

Con uno de Duchamp hizo la fotografía más enigmática de la historia del arte del siglo veinte: «Criadero de polvo».

Aprovechando sus contactos comenzó a hacer también retratos de la gente que iba conociendo, el músico Erik Satie, el pintor Salvador Dalí, el cineasta Luis Buñuel, y sobre todo los surrealistas y los dadaístas (Breton, Antonin Artaud, TristanTzara) y de otros ámbitos: Gertrude Stein, Paul Eluard, Georges Braque, Hemingway y James Joyce.

Fue entonces cuando decidió cambiar los pinceles por la cámara fotográfica y firmar sus obras como Man Ray.

Uno de aquellos retratados fue el pintor Francis Picabia. Su esposa le presentó al modisto Paul Poiret, quien lo recomendó a Elsa Schiaparelli y a Coco Chanel, quienes le encargaron fotografías de moda para las revistas Vanity Fair, Vogue y Harper’s Bazaar.

Las hizo poniendo una mirada erótica en las modelos («me interesaban más las chicas que la ropa», escribió en su «Autorretrato», un libro de 1963 publicado en España por Alba).

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Man Ray: Meret Oppenheim con ropa transparente, 1933 ©archivo

Practicó la fotografía de desnudos femeninos con modelos como Meret Oppenheim y la bailarina Ady Fidelin, de quien fue amante, cuyo cuerpo de piel mulata parece dialogar con las máscaras africanas que la acompañan.

Y sobre todo la serie «El violín de Ingres»con otra de sus amantes, la modelo Alice Prin, ‘Kiki de Montparnasse’, inspirada en el cuadro de Ingres «La bañista de Valpinçon».

Los surrealistas influyeron en Man Ray y comenzó a experimentar con técnicas como la superimpresión, el retoque, las deformaciones, la ampliación de los ángulos.

Un día por accidente dejó un objeto sobre una hoja de papel fotográfico y descubrió que sin utilizar la cámara también se podían hacer fotografías. A este procedimiento lo llamó rayografía (el nombre se lo sugirió Tristan Tzara). Era el equivalente en fotografía a lo que los surrealistas llamaban en literatura «escritura automática».

A otra de sus técnicas la llamó solarización. La descubrió en 1929 cuando trabajaba en su estudio con Lee Miller, quien encendió por error la luz del cuarto oscuro mientras se estaban revelando unas fotografías y el efecto producido sobre ellas fue un aura luminosa que se perfilaba alrededor de la figura, como si se estuviera derritiendo por los lados, como si la realidad se metamorfoseara en un sueño, otro principio de los surrealistas. Su solarización «La primacía de la materia sobre el pensamiento» se convirtió en uno de los iconos del surrealismo.

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Man Ray: Primat de la matière sur la pensée. La fotografía original puede verse en el Museo Reina Sofía en Madrid

El estallido de la Segunda Guerra Mundial y los orígenes judíos de Man Ray lo obligaron a regresar apresuradamente a Estados Unidos. No pudo llevar ninguna de sus fotografías ni sus negativos; sólo un puñado de lienzos envueltos en una alfombra. Trabajó como fotógrafo en Hollywood, donde retrató a Ava Gardner y Paulette Goddard, y a los intelectuales europeos refugiados en Estados Unidos: Thomas Mann, Jean Renoir.

También intentó hacer cine, sin éxito. Con Buñuel hizo el guión de «Las alcantarillas de Los Ángeles», que no se llegó a rodar, aunque la secuencia final de «Los olvidados» parece discurrir en el vertedero que inspiró a Buñuel este proyecto.

En Hollywood conoció a su nueva esposa, la modelo Juliette Browner, con la que se casó en la misma ceremonia en la que contrajeron matrimonio Max Ernst y la pintora Dorothea Tanning, con Duchamp como padrino de ambos. Ernst acababa de separarse de Peggy Guggenheim. Con Juliette Browner volvió a París definitivamente en 1951.

En los años sesenta, extinguido el surrealismo, quiso retomar los pinceles pero ya sin ningún éxito, aunque en las exposiciones que se siguen haciendo sobre su obra siempre se muestran algunos cuadros y se rescata la leyenda de «Les Amoureux», una tela de grandes dimensiones en la que pintó un par de labios gigantes que flotan en el cielo. Eran los de Lee Miller.

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Man Ray: Les Amoureux ©archivo

Cuando se escapó a América, Man Ray confió el cuadro al escritor William Seabrook, quien en 1945, deprimido y alcoholizado, viajó a Nueva York para devolvérselo y dos meses después se suicidó en el sanatorio siquiátrico de Bellevue.

A su regreso definitivo a París con Juliette, Man Ray se llevó «Les Amoureux» para exhibirlo en una exposición que le organizaron sus antiguos amigos surrealistas. Durante los tres primeros días no acudió nadie a aquella exposición, hasta que una noche unos jóvenes entraron en el local, vandalizaron la muestra e hicieron cinco disparos contra «Les Amoureux».

Atraídas por el escándalo, cientos de personas visitaron desde entonces la muestra. Los organizadores le ofrecieron restaurar la obra pero Man Ray prefirió dejarla con los cinco agujeros. Sus amigos surrealistas siempre sospecharon que los balazos contra el cuadro los había hecho el propio Man Ray, poniendo en práctica aquella máxima del movimiento que decía «no hay nada que no pueda solucionarse con una pistola».

Nadie sabe qué fue del cuadro original, que algunas fuentes sitúan en manos de un coleccionista anónimo. Sólo se conoce su fotografía. Es posible que el propio Man Ray lo destruyera.

Aunque sin referirse a «Les Amoureux», en una entrevista declaraba: «fotografiando mis cuadros he descubierto el valor que les confiere la reproducción en blanco y negro. Un día destruí el cuadro y conservé la foto. Desde entonces no he dejado de persuadirme de que la pintura es un medio de expresión obsoleto, y que la fotografía la destronará cuando la educación visual del público sea una realidad».

El fotomontaje «Les Amoureux» mantiene los labios en el cielo y un retrato de Lee Miller desnuda de espaldas.

Man Ray murió en Paris el 18 de noviembre de 1976, a los 86 años. En la lápida del cementerio de Montparnasse puede leerse: «Unconcerned but not indiferent» (no implicado, pero tampoco indiferente).

Francisco R. Pastoriza
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Periodista cultural Asignaturas: Información Cultural, Comunicación e Información Audiovisual y Fotografía informativa. Autor de "Qué es la fotografía" (Lunwerg), Periodismo Cultural (Síntesis. Madrid 2006), Cultura y TV. Una relación de conflicto (Gedisa. Barcelona, 2003) La mirada en el cristal. La información en TV (Fragua. Madrid, 2003) Perversiones televisivas (IORTV. Madrid, 1997). Investigación “La presencia de la cultura en los telediarios de la televisión pública de ámbito nacional durante el año 2006” (revista Sistema, enero 2008).

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