Roberto Cataldi[1]
El epistemólogo Thomas Kuhn habló en el siglo pasado de paradigmas en el campo de la ciencia y, el término se extendió rápidamente a otros campos para denominar o señalar ejemplos, teorías, esquemas o patrones.
La implementación de un cambio de paradigma significa en la práctica cambiar la manera de hacer algo. Y hasta existen frases que han sido consideradas como paradigmas, bástenos cuando Charles Darwin sostuvo que, “No son las especies más fuertes las que sobreviven, ni las más veloces, sino las que mejor se adaptan al cambio” o cuando Albert Einstein dijo que, “En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.
Alessandro Baricco sostiene que el cambio de paradigma no es fruto de la revolución tecnológica sino al revés. Cree que deberíamos analizar en qué momento y por qué el hombre cambió su manera de pensar y de estar en el mundo e inventó estas nuevas herramientas, porque la revolución digital, es, la consecuencia de ese cambio mental.
En los países más desarrollados la manufactura cae abruptamente siendo reemplazada por la tecnología digital, y en este cambio surge la inestabilidad laboral. La teoría del ahorro como práctica futura de progreso es sustituida por la economía de casino.
En las democracias el esquema de bipartidismo es paradigmático, aunque últimamente asistimos a fenómenos que tratan de romperlo, como los partidos que promueven ideologías que explotan el enojo de los ciudadanos, proponiendo paradigmas de discriminación, exclusión y marginación. La polarización conlleva la extorsión de una y de otra parte. Al votante se le niega la libertad y hasta debe elegir en situaciones sin salida. Aquí como en otras áreas no existe libertad total. La gente suele entusiasmarse con los cambios de status, que no son más que cambio de amo.
En la antigua Grecia donde surgió la democracia, el tamaño de la polis permitía que los ciudadanos ejercieran el poder, claro que no todos eran ciudadanos. La modernidad tenía que suplantar un mundo de injusticia social, de privilegios y de jerarquías inaceptables, representado por el feudalismo, las monarquías, las tiranías. Las monarquías declaraban gobernar en nombre de Dios y hoy existen autocracias que reafirman que su derecho a gobernar también proviene de Dios… La confusión entre el poder del gobierno y el poder del Estado es un problema cada vez más extendido.
Las dirigencias actuales se aferran al instinto de autopreservación del poder y privilegian sus intereses y ambiciones personales. Por otra parte hay autores que sostienen que el individualismo -que siempre existió- no ha dejado de crecer en los últimos 150 años relacionado a estándares socioeconómicos, y cuanto mayor son estos estándares más individualista resulta ser la sociedad.
En algunos países democráticos los presidentes ya no se conforman con ser reelectos un nuevo período como autorizan sus constituciones, aspiran a una reelección indefinida y tenemos ejemplos que son patéticos. Evo Morales llamó a un plebiscito (la democracia plebiscitaria surge como un nuevo paradigma de gobierno) donde consultaba al pueblo si estaba de acuerdo en que se presentase a una tercera reelección, el resultado le fue adverso pero la justicia electoral de Bolivia hizo caso omiso y lo habilitó, pues, interpretó que la limitación atentaba contra los “derechos humanos” del gobernante, con lo cual el referéndum no fue vinculante y obligatorio, tampoco los derechos humanos de los que le votaron en contra. En la Argentina, uno de los tantos gobernadores feudales, gobierna su provincia (que tiene graves carencias sociales) desde 1995 y va por su sexta reelección…
En fin, tengo claro que votar no es elegir, y que en la vida hay muchos engaños consentidos, de todo tipo. Que haya elecciones y que el pueblo vote no es suficiente para que haya democracia, y cuando el relato es único las otras narraciones no cuentan.
En las demandas de los ciudadanos que pagan sus impuestos y tasas, así como en las asignaciones que distribuyen los gobiernos en distintos sectores de la sociedad, más allá del mal humor social que suele despertar ciertas arbitrariedades, surge una pregunta ineludible: ¿Quién vigila el manejo de los dineros públicos? La realidad es que este es un agujero negro que no logra controlar la burocracia y pienso que no hay conciencia crítica del problema. A menudo los funcionarios no solo transgreden la línea entre la realidad y la ficción sino que insinúan que esa realidad ya no existe. Algunos se comportan como si estos dineros fuesen una especie de maná que cae del cielo.
La escasa información pública solo es por intermedio de la prensa. Claro que si se pretende actuar con corrección, primero hay que mejorar la información que los ciudadanos tienen sobre las finanzas públicas y también sobre la calidad de los servicios que presta el Estado así como los que contrata.
Es necesario trasparentar el dinero que se destina a cada rubro. No puede haber gastos secretos bajo la excusa de que compete a la seguridad nacional (otro agujero negro). Los gobernantes deberían ser servidores públicos y no servir a sus propios intereses y ambiciones. Porque más allá de lo que establece la ley, ellos están obligados a cuidar el dinero de los contribuyentes y a rendir cuentas de sus acciones que devengan en inversiones y gastos, esto debería ser un “imperativo moral” para expresarlo en términos kantianos. La gestión del dinero público es uno de los grandes problemas de la Humanidad, ya que si se gestionase con honestidad, racionalmente y con equidad, muchos de los males que aquejan a millones de seres desaparecerían de la faz de la tierra o serían minimizados.
La naturaleza humana es tribal, y en momentos de tensión o peligro las personas se encierran en su grupo. Esto lo saben muy bien los nacionalistas y populistas que claman por restaurar el “orden natural”. Ellos defienden una cosmovisión conservadora, donde las jerarquías y los “derechos adquiridos” son intocables, no se discuten. Ahora bien, si nos remitimos a los orígenes de la civilización, veremos que toda civilización parte de las prohibiciones y éstas son decisiones de pequeños grupos de poder o élites. Los principios y conceptos considerados universales salieron de las cabezas de unos pocos individuos. Y las jerarquías que existen desde la antigüedad también serían “naturales”. En realidad las “cosas naturales” como las que la gente da por hecho no son más que producto de la cultura. Orden y poder sería un paradigma sin alternativa.
Las fake news, que constituyen un nuevo paradigma de desinformación y confusión, revelan que la gente es gobernada por las creencias. En efecto, la gente es capaz de creer cualquier historia si ésta reafirma lo que piensa o siente. Para muchos es una manera de vivir divorciado de la realidad, de querer vivir en un mundo que confirme aquello en lo que cree. Pero no debemos olvidar que el mundo físico no puede separarse de las emociones.
Como ser, un tema que enciende los ánimos es la lucha entre los evolucionistas y los creacionistas, y en última instancia pasa por lo que cada uno decide creer. Pero también están los deep fake news, que permiten endosarle a cualquiera declaraciones que no hizo y que se exhiben con su imagen y su voz. El periodismo al igual que otras profesiones está desbordado por el cambio de paradigma a consecuencia del mundo digital. En los medios aparecen encuestas, tablas y cifras como si esto fuese suficiente para estar bien informado y, la realidad es que los datos dependen de cómo se los narre. Tengo presente aquel viejo principio de que periodismo es publicar aquello que alguien no quiere que se sepa, todo los demás es propaganda.
Desde la literatura y la filosofía hasta la ciencia Internet está colmada de tonterías, datos y noticias falsas. Pero por otra parte Internet ha venido a sustituir a las enciclopedias y alberga muchísima información correcta sobre cualquier tema, por eso lo que está en la nube o aparece en la red es un verdadero filón para el que sabe, no lo es para el que no sabe discernir, para el que no distingue la verdad. Y en cuanto a la inteligencia artificial que será un factor determinante en el futuro, me parece bien su desarrollo al servicio del hombre, pero estimo que además necesitamos más inteligencia natural…
- Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)