En Argelia, la pandemia global parece recrudecerse poniendo en evidencia los medios del sistema sanitario. El diario El Watan da la cifra de 30.000 pacientes tratados, aunque los confirmados por pruebas PCR sean tres veces menos. La publicación electrónica Tout sur l’Algérie refleja más de 15.000 enfermos de COVID-19 censados oficialmente. De modo que hay una aproximación obligada de la sanidad argelina a las cifras variables de la realidad pandémica. Un cálculo aproximativo de los médicos parecido al que debe afrontar el sistema político. Funciona por tanteo y sin constatación científica.
El coronavirus no ha hecho desaparecer el descontento popular que es profundo y muy anterior al verano. El poder sabe que la cólera de la calle -aunque momentáneamente sorda- persiste. Y el movimiento (hirak) continúa como puede tras el parón obligado que sufrió hace unos cuatro meses por la COVID-19.
En vísperas de la fiesta de la independencia (domingo 5 de julio), una decena de destacadas figuras del hirak han sido liberadas. Varias medidas de gracia han beneficiado y dejado libres a opositores señalados como Karim Tabbou, Amira Bouraoui, Salimane Hamitouche o Samir Belarbi.
Karim Tabbou, varias veces encarcelado, ha estado esta vez más de nueve meses entre rejas. Aparte de él y de los demás ya citados, los días 1 y 2 de julio otros activistas opositores pudieron abandonar la prisión.
Ese hecho parece reflejar una cierta voluntad de las autoridades para apaciguar las protestas que condujeron al fin de la época de Abdelaziz Bouteflika. Su sucesor actual, el presidente Abdelmadjid Tebboune, expresa así un intento oficial de alivio de las tensiones del país.
Desde el otro lado, y según portavoces opositores, esas liberaciones no son vistas sino como “una limosna del poder”. Los ánimos no han cambiado. En teoría, los descontentos que participaron en las numerosas manifestaciones del pasado están dispuestos a regresar a las calles en masa en cuanto la situación sanitaria lo permita.
Pero en el laberinto argelino, la Fiesta del 58º aniversario de la Independencia se convierte en una ocasión excelente para que las autoridades muevan ficha. Sea por la vía del uso de la gracia presidencial o por el cambio de ritmo repentino de los mecanismos jurídicos habituales. Los más firmes opositores son escépticos y hablan de “bricolaje” del poder. Otros creen ver “un mensaje” en esas liberaciones. Una cierta oferta de diálogo.
En cualquier caso, la transición argelina sigue necesitando un recurso al estudio meditado de sus antecedentes. Argelia sigue estando igual de cerca que antes de la pandemia.