La que “limpia, fija y da esplendor” nacía un 3 de agosto de 1713, por lo que estos días acaba de cumplir 300 años de existencia.
Hay que felicitar a la Real Academia Española, la RAE, ya que esta jovencita, aparte de los años cumplidos, tiene en estos momentos unos 500 millones de personas en todo el mundo que nos consideramos hijos y herederos de aquella idea, ya que hablamos, escribimos y nos entendemos en el idioma español. Y el futuro es prometedor, a juzgar por todos los parámetros que se barajan. Tanto, que el espresidente estadounidense Bill Clinton dijo en su día que “seguramente seré el último presidente norteamericano que no hable español”.
En el principio fue el honor de unos amigos, ocho concretamente, comandados por el marqués de Villena los que pusieron manos a la obra para crear el andamiaje de un idioma que, debido a la ignorancia y decadencia política, se hablaba mal y se escribía peor, algo de lo que al parecer nos queda alguna reminiscencia en nuestros días. Era aquella fecha un 3 de agosto de 1713, y a aquellos ocho voluntariosos se les unirían tres más, formando un grupo que sin ser lexicógrafos ni contar con archivo alguno de términos fueron capaces con su trabajo y esfuerzo de construir en solamente 26 años el Diccionario del Español compuesto por seis volúmenes con un total de 4.000 páginas conteniendo 42.000 palabras. Se llamaba Diccionario de Autoridades por los ejemplos que acompañaban a las palabras.
Habrá personas en estos días, en tiempos de informática y redes sociales a las que 26 años les parecerá mucho tiempo, pero en realidad fue un éxito, un record para su tiempo, pues la Academia Francesa, mucho más adelantada en todo, tardó 65 años en hacer uno similar, si bien de menor contenido. Y además estos ilusionados con el idioma no contaban con medios, ya que tenían que reunirse los jueves en casas particulares o en bares, tabernas o similares, por lo que puede decirse que la Historia de este país se ha escrito mayormente en las tertulias. A tanto (o tan poco) llegaban sus posibilidades económicas, que en un acta de 1726 se refleja la situación del entonces “académico” Fernando del Bustillo: “Escribe que ha estado 50 días en la cama con dolores causados por gota, que no puede apoyar los pies y que además se le ha muerto la mula y pide ayuda para comprar otra que le permita ir a las reuniones de los jueves”…
Han pasado 300 años y la Real Academia Española sigue adelante, volcada en el trabajo de la 23 edición que conoceremos en el próximo año 2014. Atrás quedaron los trabajos de aquellos 11 hombres que podríamos llamar padres de la lengua, y que según Víctor García de la Concha, quien dirigió la institución durante 12 años, se les denominaba despectivamente como “grupo de novatores” ya que se daban cuenta de que nuestro país necesitaba tener una historia crítica y abrirse a Europa. Una RAE que a lo largo del tiempo sufrió en sus carnes el efecto de varias dictaduras que intentaron manipularla, como la de Fernando VII, ordenando expulsar a los afrancesados. Más tarde sería otra dictadura, ésta la de Primo de Rivera, imponiendo académicos regionales, o la última del dictador Francisco Franco, aquel que según su historia fue elegido “por la gracia de Dios”, que en el año 1941 enviaba una lista con los que en su opinión “no debían estar” en la institución. Pero según palabras de Álvarez de Miranda, “la RAE tuvo la dignidad de resistir las presiones del régimen para cubrir las vacantes de los cinco académicos exiliados”. Tanto, que uno de los académicos desterrados, Salvador de Madariaga, tuvo que leer su discurso de ingreso 40 años después, concretamente el 3 de mayo de 1976.