¿Victoria de Joe Biden? ¡Vamos! La verdad es que Bibi Netanyahu no se lo esperaba o, mejor dicho, no lo deseaba. El proyecto de anexión progresiva de Cisjordania, avalado por el actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, queda inconcluso, al igual que la creación de una alianza militar regional anti iraní, ideada por los estrategas de Tel Aviv y de Riad.
Aparentemente, los intereses son convergentes, aunque no idénticos. Mientras Netanyahu denuncia el “peligro nuclear” iraní, auténtica pesadilla para el estamento castrense hebreo, la monarquía wahabita tiembla ante la expansión del chiismo en los países habitualmente controlados por el régimen feudal saudí.
En efecto, en las últimas décadas, Teherán logró colocar sus peones en el tablero del Mashrek: Siria, Líbano, Yemen, la Franja de Gaza… Lo que podía haber parecido un mero enfrentamiento entre las dos grandes corrientes religiosas: chita y sunita, acabó convirtiéndose en una pugna geoestratégica.
El régimen de los ayatolas propugna la revolución, la desaparición de estructuras obsoletas, mientras que la dinastía saudí apuesta por el inmovilismo. Sí, es cierto; la “joven generación” contempla algunos cambios sociales, compatibles con las rígidas estructuras monárquicas del país. Pero los ayatolas son partidarios de cambios radicales, del “borrón y cuenta nueva”.
Tras el anuncio de la derrota electoral de Donald Trump, los protagonistas del guion crematístico ultraconservador ideado por el clan presidencial decidieron acelerar el proceso iniciado hace un año en la conferencia de Bahréin.
Algunos de los proyectos – la paz entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin – se han materializado. A última hora, el secretario de estado, Mike Pompeo, logró añadir al reciente “cuadro de caza” de la Casa Blanca un país que se hallaba en la lista negra de Washington: Sudán. Quedaba, sin embargo, una gran incógnita: Arabia Saudita.
El intento de acercamiento se produjo a finales de la pasada semana, cuando el primer ministro Netanyahu se desplazó a Neom, una localidad situada en las orillas del Mar Rojo, que los saudíes pretenden convertir, tras la edificación de un gigantesco puente, en… punto fronterizo con Egipto. El proyecto necesitaba el visto bueno de Israel.
Los primeros contactos informales entre emisarios de Riad y Tel Aviv se celebraron en Washington, París y Roma. Tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, las reuniones diplomáticas se convirtieron en discretos conciliábulos entre los jefes de los servicios de inteligencia de ambos países: el Príncipe heredero de la Corona saudí, Mohamed bin Salman, y el director del Mossad israelí, Yossi Cohen.
El desplazamiento de Netanyahu a Arabia Saudita, un “viaje secreto” anunciado con bombo y platillo por los medios de comunicación hebreos con… veinticuatro horas de antelación, no dio los resultados esperados. Las reticencias del anciano monarca wahabita lograron contener el ímpetu de su hijo, partidario de establecer relaciones con el Estado judío. Mas el mensaje de Riad fue claro y conciso: “Abriremos una embajada en Tel Aviv cuando se solucione la cuestión palestina”. Bibi Netanyahu regresó a casa con una promesa. Y un desafío: su hipotético aliado en la guerra contra Irán reclamaba un precio excesivamente elevado.
El Primer Ministro israelí, acosado por la justicia de su país, tendrá que hace frente a nuevas acusaciones relacionadas esta vez con irregularidades en la compra de submarinos alemanes para la marina israelí. Un escándalo que salpica también a los familiares de Netanyahu. Su único consuelo es la nominación, junto al príncipe heredero de los Emiratos árabes, para el Premio Nobel de la Paz. Una propuesta formulada el pasado fin de semana por el Lord David Trimble, quien participó directamente en el proceso de paz entre las dos Irlandas.
Sin embargo, Bibi Netanyahu prefiere centrar su atención en asuntos prioritarios, como la construcción de nuevas colonias judías en Jerusalén Este, siguiendo la vieja y muy socorrida política de los hechos consumados, o imaginar toda clase de trabas a la normalización de las relaciones entre Washington y Teherán. El asesinato del cerebro del programa nuclear iraní, Mohsen Fakhrizadeh-Mahavadi, refleja claramente la opción del establishment de Tal Aviv.
El mensaje dirigido a Joe Biden es transparente:
Israel no permitirá que Irán tenga el arma nuclear y;
No hay vuelta atrás al acuerdo nuclear con Teherán.
“Si Bibi supo plantarle cara a Obama, más fácil resultará enfrentarse a Biden”, aseguran sus consejeros.
Eso… queda por ver.