Muchos de los artículos publicados a lo largo de los más de veinte años en los que me he dedicado a escribir sobre cuestiones de lenguaje oral y escrito, han surgido de inquietudes de personas cuya herramienta básica de trabajo es la escritura, como educadores y comunicadores sociales, además de otros profesionales que han entendido la importancia de escribir bien y de hablar de la mejor manera, sin importar cuál sea su oficio.
Eso tiene doble aprovechamiento, pues por un lado me facilita la selección semanal de los temas, y por el otro, es una evidencia de que el trabajo no ha sido en vano. Satisface saber que a la luz de las observaciones vertidas, muchas han sido las personas que han adoptado esta publicación como una guía para disipar sus dudas, lo cual les permite manejar con relativa facilidad la gramática y la ortografía, elementales para escribir medianamente aceptable. Esos gestos me comprometen cada día y me impulsan a continuar trabajando, muy a pesar de las dificultades.
Una de esas personas es José Vásquez Manzano, amigo y educador venezolano, con quien suelo intercambiar impresiones sobre las impropiedades más frecuentes y arraigadas en los medios de comunicación social y en el habla cotidiana.
Su inquietud más reciente está relacionada con las palabras que sirven de título a este artículo, que me han dado pie para una vez más, aunque sea de una manera muy volandera, volver sobre la acentuación de las palabras, que aunque es un asunto muy sencillo, sigue generando confusión e impropiedades.
Y como este es un espacio de divulgación periodística que fue concebido para debatir y para sugerir un mejor uso del lenguaje oral y escrito, estimo que es una gran oportunidad para darle cabida a la inquietud de Vásquez Manzano, quien para mí, es uno de los pocos educadores que en el estado Portuguesa, Venezuela se distingue por una escritura impecable, producto de su preocupación por el buen decir.
Las palabras por la índole de la entonación se clasifican en agudas, graves, esdrújulas y sobresdrújulas. Agudas son las que tienen la mayor expresión de voz en la última sílaba. Se les coloca la tilde cuando terminan en vocal o en consonante «N» o «S», lo cual implica que no todas llevan tilde. Camión, balón, Asunción, descortés, café, puré, son agudas, y se les coloca la tilde por las razones que indica la regla; pero agudas también son arroz, valor, cambur, David, Goliat, distribuidor, etc. Por supuesto, a esas no se les coloca la tilde porque no terminan en vocal ni en consonante «N» O «S».
Esto no es un juego de palabras, sino una forma de reiterar la explicación, para que los interesados puedan memorizar la regla.
Las palabras graves son las que su sílaba tónica es la penúltima. Se les coloca la tilde a aquellas que no terminan en vocal ni en consonante «N» o «S»: cáliz, tórax, revólver, fértil, fácil, prócer, túnel, dólar, ágil, etc. Graves también son: dosis, costilla, enredo, milagro, jueves, forro, nunca, tilde, examen, etc. A las de ese grupo o se les coloca la tilde porque terminan en vocal y en consonante «N» o «S».
Las palabras esdrújulas son las que llevan la mayor entonación de voz en la antepenúltima sílaba. A todas se les coloca la tilde: cámara, lámpara, trípode, jáquima, ánodo, cátodo, púlpito, látigo, vértigo, escrúpulo, etc.
Las sobresdrújulas son una variante de las esdrújulas, y su sílaba tónica se encuentra en la anterior a la antepenúltima: guárdamelo, entrégamelo, apágamelo, apréndetelo, bébanselo, comuníquenselo, castíguesele, corrígemelo, adórnaselo, cuéntamelo, etc. Al igual que las agudas, siempre llevarán tilde.
En cuanto a feliz, maíz y raíz, es necesario advertir que las tres son agudas; pero feliz no lleva tilde porque no termina en vocal ni en consonante «N» o «S». Maíz y raíz constituyen un caso de acentuación especial, utilizado para evitar la formación de diptongo. El parecido gráfico entre los tres vocablos es lo que ha generado y genera confusiones y errores, al punto de que se ha visto el caso de algunos redactores que escriben felíz, maiz, raiz.
El error consiste en colocar la tilde cuando no debe ir, y omitirla cuando sí es necesaria. Por eso estimé muy conveniente y prudente darle cabida a la inquietud de José Vásquez Manzano, que siempre tiene algo importante que aportar para aprender.