Es digna de elogios la preocupación de muchas personas que se esmeran por usar de mejor manera el lenguaje que emplean. Eso satisface a los que nos dedicamos a escribir sobre ese asunto, pues de una u otra forma evidencia el creciente interés por disipar las dudas y adquirir soltura en eso de escribir medianamente aceptable, además de que demuestra que el trabajo que realizamos no ha sido en vano.
Ese deseo de escribir bien y de hablar de mejor manera, es frecuente encontrarlo en las redes sociales, en las que aparecen publicaciones sobre reglas gramaticales y otros recursos que, si se les presta la debida atención, podrían ser muy útiles.
Pero por muy provechosas que pudieran ser, se debe tener cuidado, dado que a veces las recomendaciones son criterios muy personales que pudieran crear mayor confusión. Hay quienes creen tener conocimientos sobre lingüística, y con base en lo que manejan, opinan, lo cual nadie podrá impedírselo; pero por lo general producen más dudas.
Les aclaro que no soy catedrático del idioma español ni pretendo serlo, sino un aficionado del buen decir, convencido de que la herramienta básica de un periodista es el lenguaje escrito y oral, por lo que debe usarlo de la mejor manera, sin pretensiones de erudito, claro está.
Hace pocos días leí en Twitter un comentario emitido por María Gabriela Escovar (así mismo, con v), conocida periodista venezolana, sobre la necesidad de darle forma a una campaña para suprimir o algo así, el uso del verbo colocar, pues a ella le parece chocante, y en consecuencia, debe emplearse poner. Me llamó la atención el caso, e inmediatamente expresé mi opinión, que hoy ampliaré en función de fijar posición.
Es prudente señalar que la sinonimia de las lenguas no es perfecta, lo que implica que hay palabras que tienen parentesco semántico; pero no podrán utilizarse en el mismo contexto. Etimología, por ejemplo, es sinónimo de origen; pero no por eso podemos decir que «el nuevo director de nuestro colegio es de etimología española». Etimología se relaciona con el origen de las palabras, con nada más.
Quizás a muchos les parezca arbitrario el ejemplo citado; pero es una forma de resaltar la imperfección de la sinonimia, a la que me referí en el párrafo anterior. Hay más casos; pero por ahora no los mostraré, pues lo considero innecesario, como innecesaria también es una campaña para pedir que deje de usarse un verbo porque simple y llanamente no me gusta. A la petición de la compatriota comunicadora social le faltó argumentación, por lo que no es difícil colegir que fue una opinión muy personal, por supuesto respetable. Ahora, quien sí utilizó sólidos argumentos fue otro usuario de Twitter que se sumó a la disputa, que en varios mensajes mostró las situaciones en las que ambos verbos podrán usarse, según el caso.
No me parece necesaria una campaña por mero capricho, como la que propuso la colega y compatriota mencionada, que según el perfil que muestra en la nombrada red social, además de periodista, es locutora y tiene posgrado en política internacional. Fue comentarista internacional en El Observador, de RCTV.
Necesario es que los periodistas se persuadan de la importancia del rol que desempeñan ante la sociedad. Deberían entender que los comunicadores sociales están llamados a ser educadores a distancia, y en tal sentido deberán manejar con relativa facilidad el lenguaje que emplean, combinado con un bagaje de conocimientos que permitan que su labor sea exitosa, además de provechosa para el común de las personas que de una u otra forma integran la gran audiencia.
Muchos periodistas, de viejas y nuevas promociones ignoran que iniciar y comenzar o empezar, aunque son sinónimos, el primero no se construyen de la misma manera que sus parientes. Vale acotar que las cosas no inician, se inician: «Hoy se inicia (no inicia) la recolección de firmas para solicitar la revocación de la licencia a los expendios de licor ilegales». La frase tendría el mismo sentido si se empleasen los otros dos verbos: «Hoy comienza (o empieza) la recolección de firmas para solicitar la revocación de la licencia a los expendios de licor ilegales».
Sería plausible además, que lo colegas leyeran el artículo 136 de la Carta Magna de Venezuela, para que se convencieran de que en este país no existen gobiernos regionales, toda vez que la instancia media del poder ejecutivo es el estado y no la región. Para erradicar esos vicios, sí sería necesaria una campaña, cuya iniciativa la tomaríamos los que nos preciamos de ser comunicadores sociales. ¿Quién se atreve?