Viajar a Albania nunca estuvo en mis planes. Como muchos, me dejé llevar por las recomendaciones habituales: Italia, Grecia, Croacia… pero este verano, impulsado por el deseo de explorar algo diferente, aterricé en Tirana, alquilé un coche, y emprendí una ruta hacia el sur.

No sabía entonces que acabaría enamorado de Ksamil, un rincón donde el mar parece pintado con acuarela y los días transcurren entre naturaleza, historia y una serenidad difícil de encontrar en los destinos turísticos más trillados.
Llegar a Ksamil: entre paisajes que te roban el aliento
Después de recoger el vehículo mediante el servicio de alquiler de coche tirana, conduje por unas cinco horas rumbo sur. La carretera, aunque serpenteante en tramos, ofrecía vistas de montañas que se abrían paso hasta llegar al azul del mar Jónico. Tener mi propio coche fue clave para hacer paradas espontáneas en playas escondidas, miradores solitarios, y pequeños pueblos que apenas figuran en los mapas.
El alma del sur: sol, mar y ruinas que cuentan historias
Ksamil es una aldea costera pequeña pero vibrante. Sus playas de arena blanca contrastan con un mar de tonos turquesa que me recordaron a las Islas Maldivas, solo que aquí no hay resorts lujosos ni precios exorbitantes. Por apenas unos euros pude alquilar una sombrilla frente al mar, disfrutar de pescado fresco, y cruzar a los islotes frente a la costa en una barquita local.
Muy cerca de Ksamil se encuentra el Parque Nacional de Butrinto, un sitio arqueológico fascinante donde las ruinas griegas y romanas emergen entre humedales y bosques. Caminar entre templos y anfiteatros milenarios con el canto de las cigarras de fondo fue una experiencia casi mística.

Gastronomía, gente y ritmo de vida
La hospitalidad en el sur de Albania es cálida y sincera. Me invitaron a rakia casera en varias casas de huéspedes, y disfruté de platos como el tave kosi (cordero con yogur al horno) y mariscos recién sacados del agua. Los albaneses, especialmente fuera de los grandes centros turísticos, hacen todo lo posible para que te sientas como en casa.
Libertad sobre ruedas
Moverme con libertad fue parte esencial del encanto. En Albania, las distancias son cortas, pero el transporte público es limitado. Por eso, recomiendo sin dudar el alquiler de coche en Albania, ya que te permite explorar playas solitarias, acantilados remotos y calas que ni siquiera aparecen en Google Maps.
Una joya por descubrir
Ksamil no es un lugar para “ver y tachar” de una lista. Es un sitio para quedarse, para fluir con el ritmo pausado del sur, para reconectar con lo esencial. Escribo estas líneas desde la terraza de una cafetería frente al mar, viendo cómo el sol se oculta tras las colinas griegas al otro lado de la bahía. Albania me regaló un verano distinto, y Ksamil, un pedazo de paraíso que no esperaba encontrar.



