En referendum, los ciudadanos suizos han decidido echar el pestillo a la inmigración. Una escasa mayoría, pero mayoría al fin y al cabo (50,3%) ha dicho sí a la pregunta de la consulta “Contra la inmigración masiva” (“¿Aprueba usted la iniciativa popular en contra de la inmigración masiva?”), promovida por el partido Unión Democrática del Centro (UDC) que se define como “moralmente conservador y económicamente liberal” y los medios llaman “derecha populista”.
Pero, como escuché a un invitado en una tertulia organizada por el canal franco-alemán ARTE, la UDC está “en el centro de la extrema derecha”, y la dirige un tal Blocher, Christoph Blocher, cuyo nombre conviene recordar porque es el equivalente suizo del racista, xenófobo y negacionista Le Penn francés: doctor en derecho, consejero federal (equivalente a ministro) y habitante del castillo-fortaleza de Rhäzüns (propiedad de la empresa química Ems-Chemie Holding SA, que gestiona su hija Magdalena Martullo-Blocher), con un alquiler vitalicio.
“La experiencia Blocher” es el título de una película-documental de Jean-Stephane Bron, que anda estos días de estreno en las salas europeas, resultado del seguimiento que el realizador ha hecho al político durante varias semanas intentando confirmar su tesis de que el nacional-populismo que encarna Blocher más que una enfermedad es un síntoma de algo profundo que “no comparte el 49,7% del electorado suizo”, pero ha encandilado al restante 50,3%: “Quien dirige este partido –ha dicho el cineasta al semanario francés Le Nouvel Observateur- es a la vez el ideólogo, el financiero y el inspirador. Ha sido uno de los políticos más importantes de Suiza al conseguir introducir una ruptura clara en el sistema, negándose a respetar las reglas políticas del país imponiendo un partido que gobierna y es la primera fuerza parlamentaria (…) tan solo en esta última campaña ha invertido millones de francos suizos de fondos propios para promocionar el Si”.
Y sigue: «Es un empresario, un millonario cuya fortuna se cuenta en miles de millones, que ha construido su fortuna sobre la base de un capitalismo financiero alimentado con métodos estadounidenses (…) Cuando se le sigue, como yo lo he hecho, se asiste al encuentro de una neurosis personal y una neurosis colectiva. Existe un ambiente en Suiza, y también en otras partes, que hace que resulte imposible formular cualquier proyecto colectivo que mire al futuro. De ahí la idea de regresar atrás, de volver a levantar fronteras, de capitalizar los miedos, los fantasmas…”.
El resultado del referendum, que en adelante fija cuotas de inmigración, por territorio y por profesiones y oficios, obliga al gobierno suizo a obrar en consecuencia inmediatamente, ya que ha conseguido las dos mayorías necesarias, la de los cantones y la de los electores. Es una victoria de esa derecha ultraconservadora –la que lleva años inundando las impolutas calles helvéticas de aberrantes carteles racistas y xenófobos- pese a que, antes de la votación, casi todos los partidos, e incluso la patronal, habían pedido que se votara en contra lo que, sin esforzarse mucho, evidencia la escisión que existe entre los dirigentes políticos y la ciudadanía, lo mismo que existe división entre los habitantes de las ciudades y los de las zonas rurales y entre la Suiza que habla francés (que ha votado masivamente No) y la que se expresa en alemán (cuyo voto ha sido mayoritariamente afirmativo).
Suiza tiene actualmente un 23,5% de población extranjera, 1.880.000 personas de las que 1.250.000 son ciudadanos europeos. Por eso, el primer resultado de la votación ha sido que en Bruselas han saltado las alarmas porque Suiza, que no forma parte de la Unión Europea para entre otras cosas poder seguir siendo un paraíso fiscal, sí pertenece en cambio al Espacio Schengen que establece la libre circulación de personas; la aplicación de las cuotas de inmigrantes va en contra del acuerdo bilateral, por lo que Bruselas amenaza con dejar sin efecto el resto de acuerdos.
Los suizos, que practican un sistema de democracia directa, se pronuncian en referendum cuatro veces al año sobre asuntos diversos, tanto de interés nacional, como cantonal o comunal. Según la investigadora Catherine de Wenden, entrevistada por el digital Toute l’Europe (touteleurope.eu), el resultado del referéndum suizo es un aviso para navegantes en relación con las próximas elecciones al Parlamento Europeo, a celebrar entre el 22 y el 25 de mayo 2014 en todos los estados miembros de la UE: “Sin duda. Hay un retorno del soberanismo, que en Europa se detecta un poco por todas partes, y una voluntad de volver a vigilar las fronteras. (…) Tenemos la impresión de estar volviendo a antes de la era del Mercado Común. Es un discurso de otros tiempos que escucha con interés la parte de la opinión pública que no consigue ver qué beneficios políticos y económicos saca de su pertenencia a Europa. Un comportamiento que ya se ha dado en otros períodos de crisis, por ejemplo en los años 30. A pesar de que todos los estudios económicos efectuados demuestran que la inmigración aporta más de lo que cuesta”.