Adolfo Suárez: afán de concordia y determinación

José Luis Rodríguez Zapatero

Nos ha dejado Adolfo Suárez. No es difícil imaginar que nuestro país le va a despedir con un sincero, justo y unánime homenaje. Se lo merece él y se lo merece la España de la democracia. Los sentimientos de afecto hacia su figura y los elogios hacia su tarea no nos van a sonar exagerados. Ésta es una ocasión para no contener ni los unos ni los otros, para no regatear el aprecio por una trayectoria pública, política, de servicio al Estado.

Adolfo Suárez lideró el cambio de una vieja y desgarrada nación a un país democrático y reconciliado consigo mismo. No somos los españoles muy dados a reconocer momentos épicos en nuestra historia, padecemos una especie de tentación fatalista, esa querencia a pensar que nuestra historia termina mal. Hoy más que nunca debemos reconocer que la Transición fue un gran ejemplo colectivo, un gran ejemplo para el mundo, y que esa hazaña sólo se entiende a partir de la actitud de Adolfo Suárez, de su afán de concordia, de su determinación, de su valentía. Una valentía que dejó una huella imborrable en su gesto ante los golpistas del 23F.

Aquella situación representa en cierta medida también la vertiente dramática de su trayectoria política y personal. Conoció la crítica dura y la soledad, pero nada borrará de nuestra memoria su grandeza y su ejemplo. Hoy más que nunca debemos reconocer que gracias a Adolfo Suárez y a los otros padres fundadores varias generaciones de españoles hayamos vivido en libertad, en paz y en democracia. Los grandes países saben honrar a sus grandes hombres. Esa es ahora nuestra tarea, nuestro deber con el Presidente Suárez, para que su recuerdo nos reconforte y estimule.

La conversación más larga que tuve con Adolfo Suárez fue el 12 de octubre de 2001, en el desfile de las Fuerzas Armadas. Fue un diálogo afectuoso, me dió consejos para mi papel como líder de la oposición y, bajo un paraguas que él sostenía, advertí los síntomas de su pérdida de memoria. Una pérdida de memoria que representa una gran paradoja. Adolfo Suárez perdió aquello que gracias a él ganamos todos, la memoria de la concordia, del respeto y de la dignidad como país. Con mucho respeto, con mucha gratitud, debemos decir hoy, pues, que el servicio a España de Adolfo Suárez quedará para siempre en nuestra memoria.

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