Los italianos inventaron los fascismos y ahora inventan los gobiernos de concentración nacional. Tras la última jugada de los electores italianos, que evidentemente carecen de memoria (aunque también hay que decir que allí, como aquí, virgencita que me quede como estoy…) y la mitad ha votado al Berlusconi de infausta memoria –corrupto, aunque hayan prescrito sus delitos a fuerza de demoras judiciales, putero, presunto ( y más que probable) corruptor de menores- se encuentran ahora con un gobierno en el que conviven gentes de toda procedencia y color, llegadas de la antigua izquierda comunista (que a saber donde está ahora), los radicales más serios de toda Europa y la derecha que roza lo extremo. Ya veremos lo que les dura, porque también tienen el record de gobiernos instantáneos.
Y como los franceses siempre han sentido una envidia recóndita de los italianos (como nosotros de ellos, aunque no solo lo neguemos sino que echemos pestes, en privado y en público), la última encuesta (Francia, su gobierno, sus medios de comunicación y como resultado su opinión pública, lleva ya años funcionando a golpe de sondeos; Sarkozy se gastó varios millones de euros de la Presidencia en saber lo que pensaban sus compatriotas de cada uno de sus gestos) publicada este 28 de abril de 2013 en el Journal du dimanche, da como resultado que el 78% de la población está favor de un gobierno de concentración de izquierda, centro, derech, y extrema derecha todos revueltos, donde el mejor cualificado es el centroderechista François Bayrou, presidente del Movimiento Democráta (MoDem), ex UDF-CDS, UDF-FD, UDF y también exministro en tres ocasiones, exdiputado en varias legislaturas, ex eurodiputado y expresidente del Consejo de Pirineos Atlánticos: “Los franceses reclaman pues –dice el periódico- la unión y determinadas personalidades para llevarla a cabo… a favor de François Bayrou se manifiesta el 47%”.
Así que no puedo evitar imaginarme a Rubalcaba y sus muchachos “reflexionando” –que es a lo que ahora dedican más tiempo- sobre esta nueva posibilidad que se está abriendo camino y que, sin ninguna duda, se encuentra entre sus secretas intenciones, visto que no dejan de ofrecerse para lo que haga falta (me temo que hasta para palanganeros). Se me ponen los pelos como escarpias recordando las palabras de la rubia Valenciano a la salida de una de esas recientes jornadas de reflexión, y en ese caso de “apalancamiento” en un poder que no están dispuestos a traspasar, a ningún precio, a las siguientes generaciones: “Un partido –dijo- es como un gobierno (¡qué más quisiera ella!). Rubalcaba es como si fuera el presidente y yo soy como si fuera la vicepresidenta”.
Insisto: qué más quisiera ella, y ¡mira que es mala la auténtica!