Cierto que hay una vejez sin arte, indolente y atontada a fuer de gravosa y molesta carga para los que vienen atrás, pero también una vejez activa y honorable, solidaria y creativa, la que disfrutan quienes han llegado a viejos de cuerpo, que no de espíritu. Cada cosa a su tiempo: “La gloria de los jóvenes es su fuerza y la hermosura de los ancianos su vejez”, dice la Biblia (Proverbios 20:29).
Alpay Erdem, «Sonrisa abierta» (izquierda). Francisco Mata, «Gordo volador»
“La vejez”, sostiene Cicerón en De senectute, “es honorable si ella misma se defiende, si mantiene su derecho, si no depende de nadie y si gobierna a los suyos hasta el último aliento. De igual modo apruebo a un joven que tenga algo de viejo que a un viejo que tenga algo de joven. Quien siga estos principios podrá ser viejo de cuerpo pero no lo será nunca de espíritu.”
Los dos protagonistas de las fotos de Alpay Erdem y Francisco Mata a la vista está que están disfrutando de una vejez nada lánguida y mucho menos inerte, sino abiertamente creativa y placentera. “Aún en la vejez fructificarán y estarán vigorosos y verdes”, reza la Biblia en otro pasaje (Salmo 92:14; versión Reina Valera). “Fecundos y frondosos”, apuntan los revisores de la versión Dios Habla Hoy.
“Si no conseguimos desplazar el placer mediante la razón y la sabiduría”, apunta Cicerón, “debemos estar muy agradecidos a la vejez, que ha conseguido que no nos apetezca lo que nos conviene”.
Ahí estamos. No nos apetece… quedarnos al margen de las cosas hermosas de la vida, sobre todo del bendito ‘deporte’ de infringir las normas. ¿Quién dijo que la consigna ‘¡Al agua, patos!’ está vedada a los que peinamos canas?
Alpay Erdem, «Sonrisa abierta» Francisco Mata, «Gordo volador»
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