El tránsito de la vida

La esperanza mueve montañas, y nos invita a viajar por aspectos de la excelencia, que nos ha de servir de guía y de engranaje en el día a día: lo ideal es salpicar lo cotidiano de ilusiones y de creencias en nosotros mismos. Despejemos, en los principios, dudas e incógnitas con el suficiente coraje. No nos amilanemos. Expongamos igualmente las motivaciones que nos alegran cada jornada. El recordarlas contribuye a expandirlas.

Nos debemos implicar con la gracia puesta en el punto de una misión posible. Nos daremos garantías con una plática propia de las glorias con las que nos esforzaremos de cara al futuro para sobrellevar y soslayar los obstáculos. Hemos hallado siempre en los ejemplos mansos respuestas a cuanto es y será. Analicemos lo que nos merece la pena desde parámetros y condiciones de respeto y de admiración por los universales de bondad, cooperación, altruismo y amor.

Observemos con la óptima ansia. Llega, una y otra vez, esa mañana que sabe a poesía, y en ella nos hacemos viajar con la esperanza de compartir lo que tenemos en común, que es ese afán por salir adelante con la perfecta brillantez. Todo ocurrirá en positivo. Seguro.

Hay cierto pavor al futuro, pues los cambios nos trastocan, y hacen que el camino nos sugiera debilidad y opciones en vacío, que colmaremos. Cabalgaremos, si nos convencemos de ello, por una senda de claros y oscuros: nos apetece ser en la memoria de los que ya se divierten. Consigamos leales posiciones.

Los trances son para aprender. Lo importante es mantener la fe y entregarse al destino, eso sí, sin resignación. Todo está por darse en la elucubración del progreso, esto es, de incrementarse con ímpetu y querencia.

Es bueno hacer memoria para relativizar todo, para vislumbrarnos con la gracia de quien cree y se ubica donde debe. Hemos de sugerir con reformas que nos hagan ir sosegados en los desarrollos que la sociedad precisa. Seamos con firmeza, con probabilidades de entendimiento, sabiendo que todo está por aparecer con la tentativa por montera.

Unión

Cada anhelo ha de ser una pretensión hacia el porvenir que nos une y nos conforma, poco a poco, como personas. Hagamos que la humildad y la humanidad sean los fines de una realidad en la que creamos. Arbitremos. Dispongamos con cariño, que éste fermenta en todo instante las esencias.

Hay entradas, salidas, causas, remedios, diversiones, talentos, consecuencias ilusionantes, incógnitas con éxito, demostraciones de paz y de concordia… Nos hemos de avisar: hemos de cuidar y ser cuidadosos en la medida de unas habilidades que nos brinden salud.

Surge el alba periódica, y, como cada oportunidad puede ser nuestra, nos abasteceremos para que la existencia brille, y, con un poco de generosidad, estaremos en ese punto de un paraíso anónimo que explicará el motivo por el que nos encontramos aquí. ¡Que así sea! La vida es un tránsito que ha de suponer reto.

Juan Tomás Frutos
Soy Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid, donde también me licencié en esta especialidad. Tengo el Doctorado en Pedagogía por la Universidad de Murcia. Poseo seis másteres sobre comunicación, Producción, Literatura, Pedagogía, Antropología y Publicidad. He sido Decano del Colegio de Periodistas de Murcia y Presidente de la Asociación de la Prensa de Murcia. Pertenezco a la Academia de Televisión. Imparto clases en la Universidad de Murcia, y colaboro con varias universidades hispanoamericanas. Dirijo el Grupo de Investigación, de calado universitario, "La Víctima en los Medios" (Presido su Foro Internacional). He escrito o colaborado en numerosos libros y pertenezco a la Asociación de Escritores Murcianos, AERMU, donde he sido Vicepresidente. Actualmente soy el Delegado Territorial de la Asociación de Usuarios de la Comunicación (AUC) en Murcia.

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