“El invierno” excelente candidata argentina a una Concha de Oro
El director argentino Emiliano Torres presenta en esta edición del Festival de Cine de San Sebastián un brillante western contemporáneo, un relato humano y social, que constituye a estas alturas una de las mejores sorpresas de la selección oficial.
El invierno, pósterSe trata de “El invierno”, la opera prima de este guionista y cineasta argentino que cursó estudios en la Universidad del Cine de Buenos Aires y ha trabajado como guionista con Daniel Burman, o como ayudante de dirección de cineastas como Marco Bechis o Miguel Courtois. Con una sólida experiencia en el mundo del cine, Torres se ha lanzado a sus 45 años de edad en la dirección de su primer largometraje de ficción.
Ganadora del premio Cine en construcción y cine Plus otorgado al alimón en San Sebastián y en Toulouse/cine Latino, “El invierno” es una coproducción franco argentina que llega ahora a la competición oficial del festival donostiarra.
En los magníficos paisajes desiertos y nevados de la Patagonia argentina transcurre este apasionante relato que tiene la estructura de un western contemporáneo, tanto por la belleza de sus panorámicas y sus paisajes, como por la intensidad dramática en el duelo mano a mano entre dos capataces, en una aislada finca de la Pampa argentina, al sur de la provincia de Santa Cruz, que luchan para conservar su puesto de trabajo.
Desde las películas de Carlos Sorín, de ilustre memoria, hacía tiempo que el cine argentino no nos llevaba con tanta potencia a esos lejanos parajes de la Pampa, que son en sí mismos un personaje más de esta historia. En esa inmensa finca dedicada a la crianza de ovejas, un viejo capataz con sus perros recibe a todo un equipo de trabajadores rurales venidos solo para la temporada en que hay que ocuparse del ganado y de esquilar a los animales para comercializar la lana.
Pensamos a menudo en Europa que la precariedad laboral es algo que se practica en estos pagos a causa de los procesos de desindustrialización, pero descubrimos aquí que también en el lugar más apartado del planeta la globalización económica tiene los mismos efectos perversos. La cámara de Torres filma con rigor, que le acerca al documental, la precariedad, la rudeza, las condiciones de trabajo y la vida cotidiana de esos hombres en una inmensa finca, tratados como pura mercancía. Pero desde el comienzo va centrando su relato tanto en el personaje del viejo capataz como en el de un joven gaucho, que dice venir de Corrientes y que se destaca rápidamente por su habilidad en la doma del caballo que le han atribuido.
Los efectos de la globalización económica van a llegar también a esa apartada región de la Argentina cuando la hacienda cambia de propietario y el viejo capataz es remplazado por el recién llegado joven. El contexto social y humano acompaña esta trama que va creciendo en inquietud y suspense, con nuevos elementos de su brillante guión, que no revelaremos aquí. Una hermosa imagen de un barco varado en la playa nos ofrece una magnifica metáfora sobre este naufragio humano y social, reflejo de nuestra época, y de lectura universal.
Dos personajes, los de los dos capataces, que Torres describe con sus heridas humanas en sus respectivas familias y que nos reservan buen numero de sorpresas. Sus dos brillantes intérpretes son el actor y dramaturgo chileno Alejandro Sieveking (que recordaran por “El club” de Pablo Larraín) en el papel del viejo capataz, y el actor argentino Cristian Salguero en el del joven recién llegado.
Según lo cuenta su autor, el origen de este guión está en un viaje que hizo a la Patagonia para realizar un documental, se vio atrapado en una tormenta de nieve y se refugió en una aislada hacienda, quedando muy impresionado de su encuentro con un viejo y hosco capataz que le acogió.
A partir de ahí le vino la idea de escribir este guion en esa región tan árida y tan bella, en donde los hombres duros y parcos en palabras matan el tiempo bebiendo mate. Un universo masculino, en donde las familias están ausentes, o prohibidas por los propietarios, para obtener un mayor rendimiento en la explotación.
La película se rodó en dos temporadas diferentes, verano e invierno, para contrastar los paisajes con el pastoreo de los rebaños de ovejas y los paisajes inhóspitos, sacudidos por el viento y nevados del invierno. El resultado es impresionante por la belleza de sus imágenes y la intensidad del drama humano de su convincente ficción. Hemos encontrado pues, por fin, una excelente candidata para la Concha de Oro de esta 64 edición.