Hace calor, perdemos líquido y estamos expuestos al sol a una media de 30 grados. Una mala hidratación hará que sintamos síntomas tales como náuseas, dolor de cabeza, somnolencia y sed intensa. Si estas exposiciones al sol conllevan una mala hidratación constante, podremos padecer deshidratación derivada de insolaciones, o golpes de calor.

El agua con gas nos producirá hinchazón, y las bebidas azucaradas no son aconsejables; todas las de limón, naranja o cola, contienen un elevado número de azúcares que harán que tengamos más sed. El alcohol, en todas sus variantes, tampoco es aconsejable, porque nos hace perder agua corporal y tiene un efecto deshidratante.
Las bebidas frías nos provocarán una sensación refrescante en la boca, pero nada más, ya que nuestro cuerpo está a 37 ºC. Si ingerimos una gran cantidad de líquido muy frío, el organismo tendrá que hacer frente a esa bajada brusca de la temperatura e implicará un elevado gasto de las reservas energéticas, que da como resultado el acaloramiento rápido. Es la misma sensación que tenemos cuando nos damos una ducha de agua fría. El choque térmico del agua sobre el cuerpo produce una sensación de frescor muy agradable, pero sentimos calor casi de inmediato.
Las bebidas calientes, por otro lado, suelen provocar rechazo, porque no apetece dada la temperatura ambiental. Si se ingiere una bebida caliente, empezaremos a sudar y, por tanto, refrescaremos el organismo. Lo más aconsejable es que tomemos bebidas a temperatura ambiente para evitar las alteraciones en el organismo y los sobresfuerzos innecesarios. Una bebida fresca nos hará bien y podremos tomarla constantemente para hidratarnos.
El agua es la mejor opción en cualquier caso.



