Por el salón de los pasos perdidos has pasado tantas veces… Esa, la casa de todos, en donde la democracia se gestó y casi se malogra, ha visto cómo tú con tu valentía, decencia y honradez te despedías de la política porque así lo decidieron los votantes y hoy acoge tu cuerpo sin vida en una tarde tristísima de primavera.
Esos, los mismos que te hicieron volver a las aulas, hace un rato gritaban en Ferraz que el socialismo había vuelto a España. Y tú, en el silencio de ese salón por donde has pasado y ahora yaces, ves cómo los que se odian se dan la mano y los mayores enemigos que tuviste alguna vez, reconocen tu valor, tu saber estar y sobre todas las cosas, que hiciste una hazaña difícilmente reconocida. El fin de ETA llegó de tu mano porque para ti no fue algo baladí ya que compartiste con las familias no solo su dolor, sino la paz que vino contigo; la justicia, la libertad y la democracia, una vez más.
Has tenido mala suerte porque hablar de ictus en el siglo XXI no siempre coincide con la muerte. Hay secuelas, todos conocemos a alguien que lo tuvo, y en las mejores ocasiones solo es un accidente vascular que tras ser operado se queda en nada. Pero en el misterio de la vida que vivimos acaso sin detenernos, no se sabe la razón, pero tu hora se terminó cuando con 67 años, ya tranquilo entre aulas y aspirantes a ser químicos, pasabas tus mejores horas y quizá el final de tu intensa vida. Esta contradicción permanente se llama vida, esta injusticia absoluta también se dice que es la vida, y en esta desazón sin igual, tu querida mujer Pilar se preguntará los porqués y no sabremos responderla.
Definitivamente estamos perdidos y no es un salón el que nos acoge. Solo nos queda pensar que en España que se tilda por la mediocridad de sus dirigentes; por individuos que no solo roban sino que pasan sus ratos deambulando por ese congreso que tanto te hizo debatir, existen y existieron hombres de estado; hombres con principios sobre los que no valió cualquier cosa, y tú, fuiste uno de ellos. Nunca te fue reconocido ni por tu partido, ni por los que ahora te lloran, el gran valor que aportaste a esta España nuestra que se ha desmoronado varias veces; nunca se te aplaudió ese fin de la banda terrorista y jamás nadie valoró tu valentía para dimitir y dejar tu escaño con la decencia que a otros les falta.
La política honra a las personas porque son servidores públicos que luchan por los derechos de los ciudadanos pero no siempre los ciudadanos honran a los políticos. A ti, Alfredo, los de derechas y los de izquierdas; los de arriba y los de más abajo, todos han sabido quién eras cuando estabas y todos saben que hoy, te has ido.
España nunca olvidará tu gesto, tu integridad y sobre todo los valores sobre los que construiste una forma de entender la política y eso, llegados al siglo XXI no lo puede decir cualquiera.
«En la vida uno decide lo que decide…» decías cuando abrieron tu intervención los estudiantes de periodismo de la facultad de Ciencias de la Información el 13 de febrero del año en curso, hace apenas tres meses. «Viví la tregua de Aznar, conocí los entresijos,,, tenia la experiencia de lo que Felipe González vivió en Argel y la historia era tozuda,,, el diálogo era una forma de imponer sus objetivos,,, Tenía la desconfianza enorme que tienes ante una banda de asesinos…» decías ante los jóvenes aspirantes a este oficio de valientes.
Con este acto público en la universidad, en una jornada dedicada a la radio, con la que te levantabas y con la que te acostabas, según decías, con este gesto de darle tu tiempo a los estudiantes a los que tanto formaste y que tanto te admiraban, te recordaremos, porque una vez más, nos has enseñado que la vida es lo que se describe cuando vivimos y el legado, el nuestro, es únicamente lo que dejamos atrás. Tu historia se escribe por sí sola.
Gracias, Alfredo. Sit tibi terra levis.