España debía padecer su mayor fracaso militar del Siglo XX en la batalla de Anual el 21-22 de julio de 1921, que ha quedado grabado en la memoria colectiva como El Desastre de la Guerra del Rif en su protectorado en el norte de Marruecos. Este conflicto tuvo su rostro más cruel a partir de 1919 tras la perdida por el ejército español de la iniciativa en el campo de batalla. En los libros de historia y crónicas periodísticas, esta guerra se describe como la prueba más seria, más dolorosa y más mortífera que soportaron los españoles tras de la pérdida de Cuba.
El Desastre de Anual fue el epílogo de un duelo entre una potencia militar moderna y una guerrilla (o milicia) mal armada, descalzada pero heroica. Era también un duelo personal entre el comandante de la zona de Melilla, el general Fernández Silvestre (?-1921), y un exfuncionario de la administración española, Mohamed Abdelkrim El Jatabi (1882-1963), que cruzaron las armas en Anual, una zona montañosa en el Rif.
Por las enormes pérdidas del lado español, el acontecimiento fue trascendental en la época. El investigador español, Juan Pando, retrata en su Historia secreta de Anual a los dos adversarios con estas palabras: La muerte de Silvestre en anual forma parte de la épica española y aún de la epopeya militar. Es un clásico. Es el fin del hombre desesperado más ya tranquilo; del general trastornado más que equivocado; del militar que salvó el honor del ejército cuando tantos otros jefes y oficiales buscaron sólo salvar sus vidas y pertenencias; del valeroso jefe de un ejército que no tuvo la valentía de dimitir ante su ministro ni ante su Rey; del servidor honesto de un gobierno y del buen amigo de un alto comisario. Entre todos lo dejaron suicidarse antes de él hacerlo.
Las pérdidas del ejército de Silvestre en esta batalla son todavía una incógnita. En la mitología marroquí se habla de sesenta mil bajas en Anual mientras el investigador Garbaoui señala que fueron veinte mil. No obstante, el dato más próximo a la realidad lo encontramos en una intervención de Indalecio Prieto en la sesión del 27 de octubre de 1921 en el Congreso de los Diputados que hablaba de menos de 9000 muertos. Prieto aseveraba: Siento dolor, en vez de anhelo, al entrar en el examen de este proceso de descomposición, de esta página de decadencia, que ha tenido en sus párrafos más salientes en el desastre iniciado en Anual. (…) bajas por tanto, 13.192, deducidas las 4.524 de indígenas, que hemos de apuntar totalmente a la deserción, quedan 8.668 bajas de europeos.
El desenlace dramático de las batallas que se produjeron antes del desastre de Anual sucedió en un corto periodo de 13 días, del 15 al 28 de julio de 1921:
- 15 julio: propuesta de Silvestre a Berenguer para crear una base costera de apoyo a Anual. La Escuadra no se moviliza.
- 18-21: fracasan los últimos intentos de socorrer el puesto del destacamento militar de Igueriben.
- 19: envío del primero de una serie de telegramas de Silvestre pidiendo auxilio al Alto Comisario.
- 21-22: en sucesivas asambleas, Silvestre y sus oficiales deciden la retirada hacia Ben-Teieb.
- 21-22: Desastre de Anual: la retirada se convierte en desbandada en Izumar; muerte de Silvestre y caída en cascada de las posiciones españolas.
- 23: llegada a Melilla del general Dámaso Berenguer, alto comisario de España en Marruecos.
- 24: muerte del Capitán Amador al frente de su compañía durante una carga a la bayoneta.
- 25: capitulación de Aráujo en Dar Quebdani.
- 28: el General Navarro queda acorralado en Monte Arrui. La posición de Intermedia A cae tras la muerte del último soldado español.
El desastre de Anual, que sacudió a la sociedad española en julio de 1921, sigue siendo una referencia triste en la historia militar. Ya en aquella época, el general Juan Picasso González elaboró un informe titulado: Información gubernativa instruida para esclarecer los antecedentes y circunstancias que concurrieron en el abandono de las posiciones del territorio de la Comandancia general de Melilla en el mes de Julio de 1921.
Lo que es cierto, leemos en el informe, es que la principal causa de la debacle militar se encuentra en la estrategia que eligió el general Silvestre en el momento crucial de la batalla: Se abandona la posición con todos sus elementos, sin órdenes, sin instrucciones, con prisas, sin conocer ni plan, ni dirección y sin más idea visible que la de la salvación individual, por la huida vergonzosa en unos, inexplicable en otros y lamentable en todos; siendo inútiles los esfuerzos de unos cuantos para contener esta avalancha, que tan impremeditadamente se había dejado desbordada. Es imposible hacer la descripción exacta de estos momentos de pánico, descrito de tan diversos modos por los diferentes testigos, que de ello no se saca más que una triste impresión de dolor.
En su expediente, el general Picasso lamenta la muerte de los coroneles Morales y Manella, y se pregunta por qué ningún general quiere tener tal desenlace en el tramo de su carrera: Muerto o desaparecido el general Silvestre, es lo cierto que en este momento se eclipsa definitivamente su estrella, en la que, según declaración de un testigo, tanto él confiaba, (…) y que en Anual se apaga por completo, envolviendo en su oscuridad, en fúnebres crespones, a las fuerzas que mandaba, y en el doloroso luto a España entera, dejando oculta por tupido velo la duda de si lo ocurrido era debido a arranques propios y peculiares de su carácter o si estaba autorizado por el Alto Comisario, y quedando solamente claro entre los últimos resplandores el convencimiento de que la orientación y los procedimientos empleados en nuestra Zona de Protectorado de Marruecos habían sido, eran y parece que siguen siendo totalmente equivocados en todos sus aspectos.
El relato de un testigo presencial, recogido por el periodista y escritor Manuel Leguineche, 75 años más tarde, corrobora el horror producido en el campo de la batalla: No estábamos preparados para esa ofensiva porque no había moral en la tropa, ni medios ni provisiones ni armas adecuadas. (…) Pero los rifeños de Abdelkrim cedían terreno a la espera de su oportunidad. La tuvieron y la aprovecharon a conciencia.
Como consecuencia de los cambios en la comandancia militar de Melilla en julio-agosto de 1921, el Rif entró en una nueva dinámica de guerra con la entrada en acción de la aviación. En pocos días, la derrota militar en Anual se transformó en un desastre humano a mano del ejército que protagonizaba escenas de razias en los pueblos asediados, represalias contra los familiares de los combatientes rifeños y castigo colectivo de la población. Sin piedad, las tropas arrasaron en su avance el terreno conquistado sin resistencia y aplicó la ley del vencedor a un territorio que estaba bajo la protección de su Estado.
Después de los éxitos cosechados en el campo militar, Abdelkrim creó la República del Rif o la República de Abdelkrim ; instaló una administración de corte moderno; nombró en cada cabila (pueblo) a un caíd (gobernador); eliminó el sistema de multas y construyó cárceles para castigar a los delincuentes.
Acosados por el clamor de la opinión pública, el furor de los parlamentarios y las críticas de la prensa, los militares optaron por su parte por la “tierra quemada” y la “guerra química” para aterrorizar a la población rifeña. Y toda la zona insumisa debía soportar los bombardeos selectivos de bombas de gas tóxico.