Por gentileza de los compañeros del medio en el que vengo colaborando desde hace un par de años con gustosa regularidad, acabo de recibir el número (32) impreso de diciembre de El Salto, un ejemplar de 64 páginas con muy buen contenido.
Nada más ojear el sumario de la publicación, me tomo el desinteresado afán de recomendarla a cuantos apuesten por un periodismo autogestionario de los más atractivos e interesantes entre los que se hacen actualmente en nuestro país, continuación desde 2017 del que durante algunos años llevó adelante la revista quincenal Diagonal.
El tema de portada se ocupa de la gravísima contaminación del Mar Menor, mar sin vida, consecuencia de una deplorable gestión por parte del gobierno de aquella comunidad.
A ese asunto lo siguen otros no menos atrayentes tales como una perspectiva de la Cumbre del clima más agónica que se celebra en Madrid, un análisis de la movilización popular en Chile, la singular resistencia de un pueblo pesquero en un enclave paradisíaco de Sudáfrica o los refugiados al raso que son víctimas de las administraciones que escurren el bulto o se pasan el problema de una a otra.
También leemos un impactante reportaje del retorno de un joven y virtuoso violinista a la localidad destruida de Al-Raqqa, al objeto de hacer música para enfrentarse a la ruinas y desolación que dejó en su ciudad el Daesh cuando le impidió ser libre tocando su instrumento.
La revista Pikara Magazine aporta un artículo no menos valioso sobre las personas trans del colectivo hijra que viven en India bajo la protección de algo parecido a una familia.
Se incluye también texto sobre el archivo de la memoria libertaria que la Fundación Anselmo Lorenzo tiene en la localidad toledana de Yancler de la Sagra. Todo muy recomendable por su interés, por la cualificada redacción de los textos y el magnífico diseño de la revista.
