Encuentro con El Roto en la librería Alberti

«Dar un poco de aire limpio a una atmósfera muy saturada.» Con esta frase compendió El Roto la función -o la intención- de sus viñetas, al menos las que componen este libro dedicado al medioambiente, pero creo que lo decía por todas en general. Los periódicos están cargados, es necesario que las viñetas de los humoristas gráficos insuflen un poco de aire fresco en la atmósfera.

El-Libro-Verde-de-El-Roto Encuentro con El Roto en la librería AlbertiFue el viernes 28 de noviembre, día en que se celebra el día de las librerías, y entre todos los eventos que concurren en Madrid a esa hora de las 7 de la tarde, una hora en que, según el dicho popular, siempre hay una conferencia que «o la das o te la dan», destacaba el Encuentro con El Roto. Un encuentro que serviría para presenrtar su libro verde, El Libro Verde de El Roto, una recopilación de viñetas que tienen como tema central la ecología. El escenario era la cueva de la Librería Alberti (calle Tutor, Madrid), y hacía las veces de presentador y anfitrión el periodista Javier del Pino, de la cadena SER.

Nadie, ninguno de sus lectores conoce la cara de El Roto, quién es la persona que se esconde detrás de las viñetas que firma El Roto. Sus heterónimos confesos son, además de El Roto, OPS y Rábago, pero, ¿quién es realmente El Roto de las viñetas? Su entrevistador o conductor empieza con mala pata: «Dicen que eres un raro», le suelta a bocajarro, y eso es lo último que se puede decir a alguien para que esté agusto y se suelte a hablar, pero parece que Javier del Pino está dispuesto a perseverar:

-Un tío raro, ¿por qué dicen eso de ti? -Que no, que soy normal. Qué ganas de esfumarse. Parece ser que ésta es la cruz con la que tiene que cargar este hombre de aspecto mínimo cada día para ponerse a trabajar, y en mi recuerdo encuentran eco otras palabras que alguién me descerrajó hace nada: «No sabía si saludarte porque a lo mejor te molesta». Me dieron ganas de contestarle: «Sí, adiós.»

El-Roto-libreria-Alberti Encuentro con El Roto en la librería Alberti

Así que inmediatamente me solidarizo con El Roto y sigo en mi silla que, por cierto, está muy disputada y por eso me apetece más. Hay gente de pie hasta en la calle.

-Lo único -se explica El Roto con más paciencia que un santo- es que no frecuento los ambientes en los que los demás (tertulias, saraos, cafetines) se mueven, yo donde más feliz estoy es en mi estudio. -Tu trabajo, ¿qué crees que puede significar? Es aquí cuando dice lo de «Dar un poco de aire limpio a una atmósfera muy saturada». Y creo que se refiere a la función de las viñetas de los periódicos tanto como a las suyas en particular:

-Una visión -sigue- que pudiéramos llamar surrealista. Mirarlo todo patas arriba. El entrevistador le quiere llevar a la política:

-Tú eres de los que molestan al poder… -Yo no quiero molestar al poder ni a nadie, mucho menos a los ciudadanos, sino que hay cosas que salen por sí mismas. Es algo que está ahí en el ambiente y tú eres el amanuense, el… Sí, el catalizador en todo caso de lo que está en el aire. Pero tú no tienes que inventarlo, está ahí. Y añade:

-Cosas que a lo mejor a mí no me preocupan, pero a El Roto sí. -Te llaman para ponerte verde y te escondes… -Hay un mito en eso, nadie te llama por lo que hayas hecho. Pueden pensar o estar de acuerdo pero nadie te llama para decirte nada. -A lo mejor saben que no te gusta. Paciencia:

-El Roto, OPS y Rábago son 3 conciencias y cada una tiene su forma de habitarlo, de habitar el mundo. La mayoría de la gente son zombis porque están muertos y no saben que lo están El Roto defiende la cultura del papel y de la radio, dos formas silenciosas frente al estrépito de lo visual.

-Aunque en la radio, con los anuncios, subís el volumen, pero nada que ver con el estrépito de lo audiovisual. -¿Hay una política para que el papel desaparezca? -Hay un interés de los propietarios de los medios para que el papel desaparezca, puede, pero también para que la calidad desaparezca despidiendo a los buenos profesionales y cogiendo a los que no valen nada (esto sonó feo, quería decir: a los baratos, a los que cobran menos o nada). Ahora bien, siempre habrá una élite que demandará el papel, aunque haya que pagarlo, pero a mí lo que me importa es que haya dónde poner yo mi viñeta. (Risas). El entrevistador le quiere llevar erre que erre a la actualidad y a la política, pero él es un dibujante que recoge lo que hay en el aire, «para oxigenarlo».

-¿Te molesta que te digan me gustó tu viñeta de hoy o de ayer? -Está bien, me dicen, pero qué es que esté bien, ¿qué entienden ellos y yo por bien? A veces me dicen me gustó ese o aquel dibujo, sí, era una gallina que tenía en la cabeza, o en una pata… Y ni ellos ni yo somos capaces de acordarnos de nada más. Ése es digamos, mi tributo a la vanidad, pero nunca entiendo de qué me están hablando. Recuerda a otros dibujantes que compartieron con él la transición:

-Cesc, Chumi Chúmez. Cesc era retraído, delicado, una persona encantadora, y Chumi Chúmez, mis dos grandes amigos de esa época. -¿Por qué han desaparecido los semanarios de humor? El entrevistador erre que erre a hacerle sudar:

-(Se encoge de hombros: ¿Y yo qué sé?) Yo no soy sociólogo, yo lo que quiero es que haya dónde publicar yo. Pero sí, en la época de los semanarios (Hermano Lobo, El Papus, La Codorniz) te sentías acompañado, sentías que había más gente como tú que estaba esforzándose en las mismas condiciones que tú… Había una identificación que de otro modo no existía, contenidos tan ideologizados que hoy no se dan, con ese ruido de fondo que está siempre por debajo y que es el sistema, El sistema ahora no lo discute ya nadie, todo el que dice algo lo dice dentro del sistema y lo digital es lo más ruidoso (¿para propagar ese ruido que es el sistema?) cuando lo totalmente silencioso son los libros. La imagen es más ruidosa que la radio, por ejemplo. Yo para dibujar miro afuera pero lo que hay sale de dentro porque mi -nuestra- visión es proyección. Ahí es donde produces tú (se desdobla en el impersonal) pero es exteriorización de ti, y de mí que necesito mirar. No hay nada interno. Yo miro mucho las posturas de la gente, los jóvenes tumbaos, cayéndose, derrumbándose, «aquí pasa algo», Ahora están cambiando. Podemos: necesitamos derechos. No hay por qué tener miedo de lo que pueda pasar, estoy esperanzado e imprevisible, no sabemos cómo van a ser las cosas. Y aquí estamos en una catacumba, en una pequeña cueva, a hablar del libro, mi libro. -Eso, eso, tu libro, el libro verde de El Roto. Hablemos de tu libro (Risas. No hay duda de que el entrevistador ha conseguido sacarle de sus casillas y producir los mejores frutos. Ahora toca hablar del libro): -Pues… El libro es una recopilación «de santos». A mí de pequeño me gustaban mucho los libros de santos, libros en los que todo eran dibujos y muy poca letra, así son los míos, libros de santos. Homenaje a una tradición satírica y que tiene algo de libro de memorias, las preocupaciones medioambientales que hemos tenido y hemos ido dejando arrinconarse acuciados por temas «más importantes» cuando lo cierto es que más importante no hay nada. Selección de lo mejor sobre medioambiente y con calidad formal. -Que los ríos y los árboles hablen, que los animales se manifiesten. ¿Se vive de los libros hoy? -Vivir de los libros, no, los dibujos ya están pagados, por eso ha sido muy grato hacerlo (o recibirlo yo) porque es un regalo que me hacen al estar ya pagado (insiste en lo de pagado). El anterior no, era un capricho mío homenajear al arte. Por fin la jefa de la librería, una mujer que mira a través de ti como con lupa, coge el micro y, para no abusar más del invitado, concluye: Estamos encantados aunque nos habían dicho que eras un tipo muy raro, ya vemos que no.

No hay duda de que, diga lo que diga El Roto, este hombre mínimo que se somete a la tortura de la gente ya puede decir lo que quiera, como si dice misa, pues un tipo raro, un bicho, y de nada vale que se defienda. A ver quién puede luchar contra esto, mejor es dejarlo:

-El Roto son ustedes -se rinde al fin, y parece que ya podemos acercarnos para recoger los despojos.
Entre tanto, el lleno era absoluto y la cola de firmas al acabar, descomunal. Pero seguirán creyéndole un bicho raro.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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