El joven surfista canadiense Nick (Josh Hutcherson) piensa que ha encontrado el paraíso cuando viaja hasta Colombia, donde vive su hermano, con su mujer y un hijo. La playa, las olas, la vegetación exuberante son como un sueño para el joven; un sueño que alcance su cénit cuando conoce a Maria (Claudia Traisac) quien, para complicarle mucho la vida, resulta ser sobrina (“casi hija”) del capo del narcotráfico Pablo Escobar (Benicio del Toro), fundador del cartel de Medellín y durante años la persona más buscada en Colombia, vinculado al asesinato de más de diez mil personas, abatido en un tiroteo a los 44 años, en 1993.
La perfecta de vida de Nick empieza a encontrar algunos tropiezos importantes.
La historia que se cuenta en Escobar: el paraíso perdido está centrada en los distintos valores, y la distinta manera de ver la vida, de un chico occidental, muy joven y que encuentra exótico casi todo, y “un monstruo tan carismático como tóxico” (L´Humanité). El chico está pasable en su inocencia irredenta mientras que Benicio del Toro da vida a un escobar más que grotesco.
Escobar: Paraíso perdido es la primera película que dirige el actor italiano Andres Di Stefano (La vida de Pi, Come, reza. Ama) y cuenta también en el reparto con el español Carlos Bardem (Alacran enamorado). Muy escasa de originalidad, y con un estilo narrativo que se distancia todo lo posible del tema, ya que el narrador es el extranjero que ve las cosas a medias y no entiende casi nada, nos presenta al Pablo Escobar más cercano a sus gentes, el padrino de la cocaína colombiana, adorado casi como una estrella del rock cuando acudía a los pueblos y repartía billetes de banco y favores entre sus habitantes más pobres, y de una violencia sin parangón cuando se trataba de eliminar no solo a sus adversarios, sino también a todos los testigos de sus hazañas. El resultado es una mezcla de “ficción realista y auténtico thriller” (Télérama).