Nada mejor, para comprobar una vez más el grado de dependencia de la dictadura financiera de nuestros medios de comunicación convencionales, que asistir a la pluralidad informativo/opinativa que se estampa en las portadas de los diarios nacionales de nuestro país: «Los populistas de Syriza imponen el corralito en Grecia», titula ABC. «Pánico al corralito de Tsipras», dice La Razón. «Calma irreal antes del pánico. Grecia se somete al corralito», leemos en El Mundo. «Grecia se sumerge en el caos financiero y ordena un corralito», titula El País.
A todos los que se hayan sentido asolados por tal unanimidad, que recuerda la de la Prensa del Movimiento cuando en España no existía libertad de opinión, les recomiendo vayan a la librería más próxima y recurran como terapia imprescindible al último ensayo publicado de mi muy estimado y admirado Pedro Olalla, escritor y helenista ovetense. En «Grecia en el aire. Herencias y desafíos de la antigua democracia ateniense vistos desde la Atenas actual» (Ed. Acantilado), podrá el lector remontarse a los tiempos en que Solón quiso implicar a todos los ciudadanos en las decisiones del Estado, concebido éste como un orden destinado a defender el interés común frente a los intereses particulares y la arbitrariedad de las familias poderosas.
Sostiene Olalla que la historia de la democracia ateniense no es sino la historia del paso progresivo del poder a manos de los ciudadanos. Fue precisamente Solón quien estableció la «seisachteia» o alivio de las cargas: la nulidad de las deudas que esclavizaban a gran parte de la población y la prohibición de estipular en adelante préstamos avalados por la libertad personal: «Llamado para conciliar a ricos y pobres -escribe Olalla- en una sociedad amenazada donde los muchos eran esclavos de los pocos, tomó [Solón] una decisión audaz: sacrificar las ambiciones de los acreedores en favor de la supervivencia de los deudores, situar al hombre por encima de la riqueza en la base del nuevo sistema político [la democracia]».
La «seisachteia» de Solón fue sin duda una de las acciones que hizo aflorar el nacimiento de tres conceptos claves para la historia de nuestra cultura política: dignidad humana, ciudadanía y democracia. Veintiseis siglos más tarde, apunta Pedro Olalla, no sólo no ha sido erradicada la esclavitud por deudas, sino que el objetivo último de los poderes que ahora nos gobiernan no parece ser otro que esclavizar de facto a la humanidad a través de la deuda.
Las democracias actuales nada tienen que ver con aquel proyecto radical y revolucionario que se dio en Atenas. Entonces, según Olalla, no existía la oposición entre gobierno y ciudadanos porque los ciudadanos eran el gobierno. Tampoco se daba la profesionalización en la política ni el apoltronamiento en los cargos. No había partidos con estructuras jerárquicas, listas cerradas, disciplinas de voto y hombres de paja al servicio de intereses ocultos. Entonces existía el «proceso contra ley» y el «proceso contra ley no beneficiosa para la comunidad» como recursos para exigir responsabilidades ante las decisiones contrarias al bien común de la ciudad. En lugar de esto, ahora tenemos la llamada «inmunidad parlamentaria» para dar cobertura a la irresponsabilidad.
En los últimos cuatro años, más de 3500 personas se han quitado la vida en Grecia. Desde el inicio de la crisis/estafa hasta hoy, una persona se ha suicidado diariamente en aquel país. Ninguno de estos últimos datos los encontrará el lector en los editoriales de los periódicos citados.