Criticar cuando no se teme a las consecuencias de la crítica
Escribir denunciando la deriva derechista y reaccionaria de estos medios de comunicación, sabemos que es incorrecto, y que quién lo hace queda marcado -recordemos aquella estúpida frase atribuida a Alfonso Guerra-: «Quién se mueve no sale en la foto». Y sin embargo es preciso hacerlo para sentirse libre, recuperar la sonrisa, y no convertirse en uno de esos tristes -aunque aparezcan en todas las fotos y se encuentren bien remunerados- intelectuales, así llamados, cuyos nombres y rostros vemos cotidianamente en esos medios y otros semejantes. Lo no correcto es lamentarse por la situación social, económica, educativa, sanitaria o cultural que vivimos, sin atacar, criticar, denunciar a quienes son cómplices, con su tibieza o pasividad, de ella.. Por eso acometo hoy esta impopular denuncia, que lo fácil es escribir contra el ABC, La Razón, La Cope o Intereconomía, por ejemplo. Asumiendo el riesgo que conlleve. La comunicación no es ajena, sino colaboradora, salvo contadas excepciones, del retroceso que en todos los sentidos, sacude a la sociedad española.
La mentira envuelve a las palabras: comunicación o democracia. El gobierno con decreto tras decreto nos retrotrae a los tiempos del franquismo. El grupo Prisa, esclavo de la publicidad y al servicio cada vez más acentuado del imperio norteamericano, establece en sus medios de comunicación el populismo más chabacano o el elitismo más vergonzante, la censura sobre informaciones y opiniones críticas ajenas a las líneas marcadas por los amos de la empresa, sobre parte de sus propios periodistas, sobre todos los ciudadanos, y al tiempo expande el mal gusto y la dependencia reaccionaria del neoliberalismo servicial con el desarrollo del capitalismo feroz que se ha posesionado de Europa. Lógicamente acepta, para guardar las formas y el simulacro de la libertad informativa, lo que llaman pluralismo, algunas excepciones entre quienes en esos medios escriben o hablan, que emergen desesperadamente entre el marasmo reaccionario del común de las opiniones y líneas informativas conservadoras y derechistas. En temas prioritarios, sobre todo en la radio, como los deportes, se connota desde hace unos años la sustitución de la información y el análisis por verborreas chabacanas y abundancia de personajes burdos cuyo mal gusto camina acorde a la supeditación al patrón USA al que sirve en bandeja horas y horas de emisión sobre espectáculos y acontecimientos allí festejados que apenas se practican o interesarían en España, pero que a fuerza de meterlos con calzador aunque sea, acaban incrustándose en la conciencia colectiva. También, y esto va unido al uso que de dichos acontecimientos hacen las televisiones, no duda en disminuir o sustituir informativos o cualquier otro programa -no digamos culturales, que éstos apenas ocupan unas migajas de tiempo en sus emisiones- para volcarse con grandes acontecimientos nacionales -sin duda asimilados por las mismas mayorías sometidas por quienes explotándolas agradecen estos servicios tan ilustrativos- como pueden ser, por encima de todo, carreras de coches o motos o partidos de fútbol. Esto nos recuerda unas palabras entresacadas del libro de Víctor Klemperer La lengua del Tercer Reich, que reproducimos:
Lo físico predomina en la educación y hace retroceder lo espiritual… El temor al hombre pensante y el odio al pensamiento se manifiesta en diversas formulaciones… El nazismo cultivó todas las disciplinas deportivas… la imagen del heroísmo más frecuente y más fácil de mantener es la del corredor de coches.
Y en cuanto a los tertulianos, con los que pretenden mantener una paridad entre el centro y la llamada derecha civilizada y otra más incongruente, banal y no tan moderada en sus juicios, se limitan a comentar casi siempre con poca gracia y ninguna profundidad los acontecimientos de cada jornada, en un hartazgo, pobreza y monotonía en el alcance de sus juicios que actúa, suponemos, de sedante sobre los oyentes cloroformizados. Y dentro de esta supeditación a los poderes económicos contemplamos como la publicidad se va imbricando en la información y la opinión hasta fundirse con ellas para alcanzar mejor sus objetivos y que el ciudadanos sea así incapaz de distinguir entre unas y otras. Un caso sintomático, por ejemplo, es el de algunos conductores o conductoras de programas, como el de Pepa Bueno en el matinal de la SER, donde se entremezclan opinadores y publicistas con una familiaridad y lenguaje en sus intervenciones que anula la posible capacidad crítica o informativa que intentara extraerse del programa. Anuncios información, información anuncios, opinión soporte de ambos.
Claro que no nos referiremos -se hace día a día en otros medios y conversaciones en la calle o el trabajo- a la prensa o radio que es más consecuente con el Gobierno actual: la ultramontana que no realiza concesiones a otras ideas que no sean las fascistas o espurias propias de su nula capacidad pensante.
Y mientras, el PP y el Parlamento se mueven como el pez en el agua en su juego tan aburrido como inoperante de preguntas que les dirige la llamada oposición: a veces no se molestan siquiera en contestar. Trágica farsa la de esos periodistas en las ruedas de prensa que muestran el profundo alcance de la mordaza sobre ellos impuesta, o la de los sufridos y semiesclavizados que pasan horas y horas estacionados o corriendo desesperadamente con sus cámaras, micrófonos o grabadoras detrás de personajes, automóviles, siempre presionados y vigilados por policías, intentando sacar unas palabras, vacías, cínicas, estúpidas, simples, a sus Majestades, ministros, o encausados, corruptos, triunfadores de la vida pública, o bobos de turno.
Pobres palabras en la Corte de los Necios.