No solo los glaciares lloran cuando se les desprende una capa o el hielo gime al derretirse, como les conté aquí hace unas semanas; también las plantas «hablan» cuando se estresan.
Un innovador estudio de la Universidad de Tel Aviv demuestra que las plantas emiten ruidos ultrasónicos más allá del alcance del oído humano, pero detectables por murciélagos, roedores e insectos, según sostiene un artículo escrito por Abigail Klein Leichman y publicado el pasado 2 de abril en el portal Israel.2c
Cualquier persona a la que le gusten las plantas, sabe que les encanta que les hablen y cuando se hace, florecen más y dan mejores frutos.
Y que hay matas chiqueonas que se marchitan para avisar que no les gusta el lugar donde las pusimos y en cuanto las pasamos a otro, florecen esplendorosas.
Bueno, pues ahora se conoce que «hablan», aunque no podamos escucharlas porque la frecuencia de lo que dicen es demasiado alta para nuestros oídos.
Lilach Hadany, del Departamento de Biología Molecular y Ecología de Plantas de la Facultad de Ciencias Vegetales y Seguridad Alimentaria de la Universidad de Tel Aviv y jefa de la investigación, explicó que micrófonos colocados en determinadas matas demostraron que emiten sonidos muy parecidos a los que hacen las palomitas de maíz cuando estallan.
Y lo hacen a un volumen similar al del habla humana, pero a frecuencias más allá de nuestro rango auditivo.
Agregó que en investigaciones anteriores se les conectaron vibrómetros y pudieron registrar las vibraciones, y que para saber si estas vibraciones podían convertirse en ondas de sonido que se pudieran grabar, colocaron los micrófonos.
En la primera etapa del estudio, algunas matas de tomate, tabaco, trigo, maíz y cactus fueron sometidas a factores estresantes como cortarles los tallos, o no regarlas durante cinco días.
Y a otras, las dejaron intactas.
Luego las colocaron a todas, en una caja acústica en un sótano aislado y sin ruido de fondo y les colocaron micrófonos ultrasónicos a unos diez centímetros.
Este tipo de aparatos pueden registrar sonidos a frecuencias de 20 a 250 kilohercios; mucho menores a la frecuencia máxima detectada por un adulto humano que es de unos 16 kilohercios.
«Nuestras grabaciones indicaron, precisó Hadany, que las plantas estresadas emitían docenas de sonidos cada hora a frecuencias de cuarenta a ochenta kilohercios, mientras que las otras emitieron menos de un sonido por hora en promedio».
Repitieron el experimento en un invernadero con mucho ruido de fondo y algoritmos para identificar y clasificar los sonidos que unas y otras emitían.
Y las grabaciones fueron analizadas por Inteligencia Artificial que pudo identificar los sonidos emitidos por las diferentes plantas y determinar el tipo y nivel de estrés por el que estaban pasando.
Resultando que las señales de estrés son particulares de cada planta y están asociadas con un sonido identificable y específico, y que un campo de flores llega a ser un lugar bastante ruidoso.
Los hallazgos fueron publicados en la revista Cell y sugieren que esos sonidos contienen información sobre la escasez de agua y lesiones que sufren las plantas.
Y que los datos que generan son advertidos por criaturas como murciélagos, roedores, insectos y posiblemente también otros vegetales capaces de escuchar altas frecuencias y obtener información relevante.
La profesora Hadany agregó que es muy posible que las plantas hablen entre ellas, pero que aún se desconoce el sistema de comunicación subterráneo mediante el cual las raíces de las plantas emiten señales de estrés a las plantas vecinas.
Y que tal vez bajo estrés, pueden liberar al mismo tiempo químicos y sonidos que dan claves sobre su estado.
Se ignora también, qué parte de la planta permite los chasquidos, pero se piensa que es el tallo porque a ellos estaban dirigidos los micrófonos.
El profesor Yossi Yovel, director de la Escuela de Neurociencia Sagol de TAU y miembro de la facultad de la Escuela de Zoología y el Museo Steinhardt de Historia Natural, anunció que las investigaciones continuarán.
Porque se busca explorar el mecanismo detrás de los sonidos y confirmar si las plantas pueden comunicarse a través de ellos y si los insectos los detectan y reaccionan ante lo que oyen.
La importancia del estudio radica, en que esa información puede indicar a los productores de grandes plantaciones cuándo están estresadas por falta de agua y cada qué tanto es necesario regarlas.
Y como esa es una cuestión no menor en esta época de escasez de agua, los investigadores presentaron una solicitud de patente a través de una empresa de transferencia de tecnología.