Recargo pilas. La vida es, a veces, un poco cansada. Las lecciones que aprendes te arrancan ciertas dosis de energía. Menos mal que la Luna llena aparece cuando más la necesitamos. No sé si somos conscientes de la importancia de la Luna, nos ilumina a todos por igual, y también por igual nos oscurece. Depende del momento y de nuestra actitud.
Hay semanas que algunos se empeñan en clasificarnos, en caracterizarnos, en posibilitarnos desde emotividades distantes. No me gustan las generalizaciones, las tipologías, pues no siempre están a la altura de lo que se espera de ellas. Dan mucho que pensar.
Lo importante es que los distingos de los que miran con superficialidad no nos hagan desanimarnos. Rendirse es perder. Seguir adelante es ganar, aunque sea lentamente, a plazos, que pueden resultar incómodos, pero de los que aprendemos mucho.
Repongamos, pues, energías, y decidamos marcar distancias respecto de los que no creen que las esencias humanas nos hacen iguales en tratos y en derechos. Al menos, en esto que recalcamos hemos de apostar por unos mínimos.
La satisfacción que siento y expreso en este nuevo día, amén de reconocer que estamos en pie, es que aprendemos de las lecciones, incluso de las amargas, pues en el fondo también recibimos sabiduría de éstas.
Sabemos que, las más duras y funestas, no las provocamos. Tampoco creemos en ellas: no son lo verdadero, y, por lo tanto, sus protagonistas no nos tendrán como aliados en su desarrollo. Interpretamos que el nuevo día sin determinadas cargas es ya un triunfo, aunque los ganadores sonrían pensando que son mejores. Nosotros sabemos que no es así.
Lo relevante es saber quiénes somos: lo manifestamos. No puede haber mayor motivo de alegría.



