En Mali, la conjunción de fuerzas rebeldes está terminando de derribar lo que queda del poder oficial. Aparte de algún capítulo previo, la rebelión independentista tuareg empezó en su fase actual en 2012.
Se les unieron después grupos yihadistas, lo que propició en 2013 la intervención de tropas francesas, antes ya desplegadas en varias bases situadas en los países del Sahel, que recibieron el refuerzo posterior de otros medios militares europeos.
Desde nuestras capitales europeas resulta difícil seguir el detalle de lo que sucede en el Sahel, pero el periodista argelino Ali Bouchlef, que lo sigue con atención, señala en X (exTwitter) que «los yihadistas del JNIM (*Jama’a Nusrat ul-Islam wa al-Muslimin, Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes) están ya a las puertas de Bamako».
Según Bouchlef, que trabajó en El Watan y Liberté, diarios francófonos de Argel, las facciones armadas del JNIM «no han entrado aún [en Bamako, la capital de Malí] pero no es porque no puedan hacerlo, sino porque temen no saber gestionar el día después, ni cómo aguantar. El régimen puede caer en cualquier momento y, por eso, los Estados Unidos han pedido a sus residentes que salgan de allí».
En 2017, la inteligencia francesa estimaba en unos quinientos el número de combatientes del JNIM, cuyos dirigentes se vincularon hace tiempo a Al Qaeda
https://main.un.org/securitycouncil/es/content/jamaa-nusrat-ul-islam-wa-al-muslimin-jnim
En 2024, un informe de la ONU –que había incluido a ese grupo en las listas del terrorismo internacional elaborada por las Naciones Unidas– consideró que el JNIM había multiplicado por diez sus efectivos desde 2017.
La acción de los grupos yihadistas ha ido extendiéndose por todos los países del Sahel (Burkina Faso, Chad, Níger, etcétera), financiándose mediante diversos tipos de impuestos revolucionarios (sobre el ganado o las producciones mineras), mediante el tráfico de armas, además de un cierto número de secuestros.
Durante el último período, en el que la presencia militar francesa fue sustituida por las formaciones rusas de mercenarios (exWagner), el hombre fuerte del país ha sido Assimi Goita, formalmente Presidente de la Transición de la República de Malí.
Un proceso de transición que ha sido interrumpido varias veces y en el que no han faltado los sobresaltos y los golpes de Estado. El mismo Goita los ha protagonizado hasta convertirse paulatinamente, primero en general de cinco estrellas (hace dos años), después en presidente provisional.
En un pasado no lejano, Goita parece haber sido un admirador de diversos líderes panafricanistas y disfrutó de una cierta popularidad, a pesar de las protestas de la oposición. En 2023, un estudio de la conocida Friedrich-Ebert Stiftung (fundación alemana de origen socialdemócrata) comprobó un cierto nivel de satisfacción de los malienses con la política de Assimi Goiti. Después, los plazos de la transición se han ido prolongando, oficialmente por motivos de seguridad. Lo probable ahora es que la desilusión popular haya avanzado al ritmo del acercamiento yihadista a Bamako.
En mayo, fue abolida la normativa que autorizaba la acción legal de los partidos políticos y fueron reprimidas varias manifestaciones. Durante el verano, el Consejo Nacional de Transición de Malí prolongó el poder provisional de Goiti, que suspendió algunos medios y la difusión de la cadena francófona global TV5 Monde.
En las últimas semanas, está ya más claro que el JNIM controla gran parte del país y ataca los convoyes de carburante que intentan llegar a Bamako desde Senegal y Costa de Marfil. Se trata de asfixiar así a la capital maliense, donde tres millones de personas carecen cada vez más de combustible y de electricidad.
Goiti ha cesado a otros jefes militares, aunque parece lejos de alcanzar la estabilidad y la seguridad que prometió al aliarse con los mercenarios rusos ahora conocidos como Africa Corps; cuyas unidades son igualmente mercenarias y también bajo el paraguas del Kremlin después de la muerte accidental del fundador de Wagner, Yevgueni Prigozhin, en circunstancias sospechosas. Los rusos, además, han llevado a cabo sus despliegue militares en el Sahel casi copiando al pie de la letra maneras del modelo occidental que les precedió: ofrecen ayuda militar a los líderes de los regímenes de la zona a cambio de los recursos naturales de la región. https://periodistas-es.com/el-ejemplo-de-siria-erosiona-la-presencia-rusa-en-el-sahel-184321
En un editorial, el diario Le Monde resume así la situación actual interna en Malí:
–El golpista [Assimi Goiti] ha suprimido las elecciones, disuelto los partidos políticos, encerrado en la cárcel a los opositores, amordazado a la prensa, cerrado el país para los periodistas extranjeros. Su ejército, respaldado por los mercenarios rusos, ha masacrado civiles pero se ha mostrado incapaz de romper el cerco de los yihadistas malienses que avanzan mientras desaparece el Estado. Entretanto, la Organización del Estado Islámico del Sahel controla el noreste de Malí, mientras que sus rivales del JNIM van sometiendo gran parte del resto de ese vasto estado.
El JNIM parece ir camino de convertirse del todo en el régimen talibán de África: prometen suprimir las escuelas públicas y obligar a las mujeres a llevar siempre el velo islámico, al mismo tiempo que anuncian su separación de los hombres en los transportes públicos. Si se resisten, son azotadas en la calle o en cualquier lugar al aire libre.
En Mali, como en otros países del norte de África y del Sahel, el islam histórico fue más plural y tolerante, organizado en cofradías que jugaban un papel social muy distinto al del islam de los integristas de Afganistán, Irán o Pakistán.
El fin del neocolonialismo y de la intervención militar europea, anunciados hace tres años, en especial la retirada de las tropas francesas como factor clave, no parecen haber contribuido ni a una mayor seguridad, ni al bienestar de los malienses (unos 25 millones).
Los testimonios de miedo y de las masacres tienen sentido bidireccional: los civiles de las zonas afectadas señalan tanto a los yihadistas como al ejército y a sus aliados rusos. Sin embargo, algunos analistas internacionales describen un cierto esfuerzo del JNIM para reducir su impacto negativo sobre las poblaciones que van ocupando. Una reducción relativa de la aplicación de la sharía.
Según la politóloga Tammy Palacios (Center on Terrorism, Extremism, and Counterterrorism, Instituto de Estudios Internacionales de Middlebury, California), el JNIM ha producido una menor «tasa de letalidad» [sic] que los demás grupos armados de la zona.
Según esta experta, «normalmente, tanto el JNIM como la Organización del Estado Islámico, tienen un comportamiento que trata de mejorar en público ante los civiles, quienes son forzados a pagar un impuesto y tienen que cumplir con las reglas, sean las de Al Qaeda o de la organización islámica rival, sobre cómo vivir o afrontar los secuestros, pero si cumplen –declara Tammy Palacios– no morirán».
El comportamiento de los mercenarios rusos ha dejado atrás ejemplos de masacres y asesinatos masivos, que no han contribuido a conservar el entusiasmo popular inicial con el que fueron recibidos. En realidad, aquel entusiasmo sucedió a una fase de bulos masivos y propaganda rusa encubierta, que fertilizaron en décadas de creciente desprestigio del neocolonismo francés. Un tiempo en el que se impusieron sin remedio los discursos antioccidentales, no sólo antifranceses.
Para el JNIM y los yihadistas quizá ahora se trata simplemente de borrar todo resto de legitimidad al debilitado régimen militar de Assimi Goiti.
En el Sahel, desde hace demasiado tiempo hay pocas esperanzas de mejora de la situación y no hay día de tregua. En Malí, el proceso de deslegitimación del poder es una corriente que se sucede a sí misma. La mayoría de la población sabe que todo puede ser peor al día siguiente.



