Llega la navidad y con ella el deseo irrefrenable de comer sin hambre, beber sin tino y aprovechar cada momento del día para tomar algo sin prever las consecuencias. Si bien es cierto que por estas fechas las emociones están a flor de piel, si sabemos qué es lo que no podemos tomar o qué es lo que nos sienta mal; por ello, tendremos la obligación de regalarnos un poco de sentido común para no echar por tierra el esfuerzo de todo un año.
Un truco para no comer alimentos de forma compulsiva es ingerir media hora antes una pieza de fruta que le envíe al estómago grelina; esa hormona que determina el apetito. Al satisfacer en parte ese momento mágico, llegaremos a la mesa con más mesura. Si existen alimentos que nos generan impulsos irrefrenables tendremos que poner un plato de postre y no tomaremos más de la cantidad recomendada; esa que le cuenta su médico de cabecera cada vez que va y le recomienda que coma, pero poco. De nada sirve si se es hipertenso que una noche se tome una paletilla de cordero asado seguido de marisco, regado con vino y varios postres.
Nuestras endorfinas sentirán la misma sensación de placer si compartimos la comida y nos ponemos solamente un poco en vez de comer durante dos horas varios platos. Planificar la cena de nochebuena y la comida de navidad puede ser un buen ejercicio a la hora de saber qué alimentos tenemos que tomar y cómo tenemos que prepararlos.
Mesas preparadas con esmero, ampliadas con tableros de madera y adornadas con banquetas y otros enseres para que todos quepamos, hace pensar que cualquier tiempo pasado fue necesariamente mejor. Antes quizá no pensábamos tanto en la salud y comíamos sin tino el marisco que cupiera y los asados que se pusieran. Navidades en donde en todas las casas existe un jamón y en donde todos los vinos son pocos por pecado que suceda. Nadie escatima en estas fechas en donde en pareja, con amigos o con la familia que queda, se celebra que estamos vivos, que no nos ha tocado la lotería porque tenemos salud y que un año más significa necesariamente, un año menos.
En esto del juego del vivir, nos conformamos con pasar tranquilos la velada y que el cuñado de turno no sea inoportuno. Familias que solo se ven en navidad o personas que llegan como El Almendro llegado el caso. Estos días, ciertamente, nos hacen emocionarnos en todos los sentidos cuando nos tocan el corazón y creemos que felicitar y felicitarnos es necesariamente la mejor de las empresas. Hoy que comienza el solsticio de invierno pensamos que aunque es el día más corto del año sabemos que podemos preparar durante tres días aún, esa mesa de nochebuena que nos traerá lo ese que se llama Santa. Hasta los reyes magos los hemos exportado y no sabemos muy bien si siguen en pie pero de momento, no contamos con ellos…
Colas inmensas en los centros comerciales y la sensación de un consumo irrefrenable; tanto como el de las comidas pantagruélicas que nos esperan. Ese consumo que sin duda no nos hace emocionarnos porque quizá el mejor regalo no se envuelve, el mejor recuerdo es el que se tiene y lo que verdaderamente apreciamos lo tenemos muy cerca en esos días de vino y rosas.
Paren un minuto para pensar en las personas que se han ido, en las que ya no están por más que las recordemos y piensen que ahí arriba dicen que se está mejor que aquí; así que nos verán en nuestro empeño comer sin parar y comprar sin pensar. Esa lágrima que cae porque es necesaria y ese dolor del alma estará porque los padres, algún hermano y quizá algún amigo de nuestra edad ya se han ido lejos.
Aprovechen el día, ese carpe diem, ya saben, porque aunque entre turrón, mazapán o anís entonen canciones que ni dios sabe qué significan, están aquí; hoy y ahora, y la vida es eso que pasa mientros hacemos planes entre ella, la navidad, dulce navidad. Los de la mesa ya saben cuáles van a ser; así que ahora preocúpense de lo es verdaderamente importante.
Se llama amor y está ahí, esperando a ser utilizado por todos. Así que hínchese a degustar esa vianda que viene con uno, que se genera sin saber la razón y que existe porque somos humanos. De grandes cenas, están las sepulturas llenas, dice el refrán; así que coma con mesura, disfrute con dulzura y baile, como si nadie le estuviera viendo.
Feliz Navidad