Las semanas se presentan cortas y largas, según se mire, en función del día en el que nos hallemos, y, fundamentalmente, de la actitud, de la postura, con la que nos enfrentemos a las condiciones y condicionantes de cada jornada.
Los panoramas o ambientes pueden venir más o menos clarificadores o enrarecidos, lo que supone resultados igualmente variopintos. Las exposiciones son numerosas, y también lo son los efectos primarios o secundarios que se producen.
Ante los eventos que nos rodean hemos de procurar entresacar las lecturas, cosechas e interpretaciones más positivas. Ello contribuirá a que disfrutemos o a que lo pasemos mal, dependiendo de nuestra vocación.
Hay personas que nos aportan mucho y bueno. A ellas nos hemos de unir. Otras tienen tendencias hirientes o rompedoras del equilibrio. Les hemos de decir adiós rápidamente. No son salubres. Más bien nos intoxican con lo que desarrollan. Lo mejor es apartarse de ellas y conocer nuevos mundos.
La existencia, que pasa estrepitosamente mientras la planificamos, no alberga rumbos convenidos, ni aspectos absolutos o definitorios. Por ende, hemos de sacar provecho a lo que hay, sin poner más compromiso que negarnos a la desdicha, la apatía o el dolor.
Cuidemos nuestras vidas, consecuentemente, sabiendo que somos entre voluntades de caricias y cariño, auténticas almohadas. Pongamos manos a la obra en cada momento. No nos perdamos en vicios e increencias. La fe en lo bueno, en la intención loable e idónea, mueve montañas.