Rafael Hernando lleva nada menos que la voz cantante del Partido Popular en el Congreso de los Diputados.
Nadie en el PP, con autoridad para hacerlo, se ha atrevido a insinuar siquiera un correctivo por sus declaraciones en un programa del canal de la obispalía, 13TV, en el que se debatía el asunto pendiente del traslado de los restos del dictador Franco a otro lugar, con objeto de hacer del Valle de los Caídos un lugar de reconciliación en memoria de todas las víctimas de la Guerra de España.
Es evidente que con la presencia de los restos de quien hizo posible esa guerra y un régimen dictatorial de opresión y persecución de los vencidos, aquel lugar seguirá siendo -como lo fue durante cuarenta años- un escenario de homenajes y funerales al general felón y a quienes, según el santo y apostólico criterio de la iglesia de Roma, defendieron su cruzada por Dios y por España.
El señor Hernando dijo en la tertulia del programa de debate ‘El cascabel del gato’, algo que le descalifica no solo como político de la derecha más dura -esa que se niega a dar cristiana o digna sepultura a las miles víctimas del franquismo enterradas sin seña en fosas y cunetas-, sino como ser humano merecedor de respeto o consideración por parte de sus conciudadanos, pues sus palabras lo enlodan en la ignominia hasta un extremo difícilmente superable.
“Algunos parece ser que se han acordado de su padre solo cuando había subvenciones para encontrarlo”, afirmó el portavoz en el Congreso del partido que actualmente gobierna España.
Las manifestaciones de Hernando son de una suciedad mental y de conciencia ciertamente apestosa, que dejan en primer plano lo que para el tal diputado representan los sentimientos de recordación, cariño y respeto que mueven a los familiares de las víctimas de la dictadura a reclamar con todo derecho un lugar digno para sus muertos. La boca y la razón de Rafael Hernando solo pueden estar llenas de resentimiento o de cualquier otro material desechable.
En cuanto a la indiferencia o/y silencio de sus superiores en el Partido Popular para no haberle aplicado el más mínimo correctivo, deja una vez más sobradamente claro la raíz y ramificaciones franquistas de la derecha española, incapaz de civilizarse a lo largo de los últimos treinta años. Antes bien al contrario, según ha demostrado su asilvestrado portavoz, al que enviaría una foto de un anciano de Asturias, llorando ante la pala excavadora que perfora la tierra de uno de esos cementerios donde los vencedores trataron de esconder el testimonio de su barbarie. Me temo, sin embargo, que esa imagen no valdría para que recapacitara y pidiera perdón por sus palabras.