Venezuela: acuerdo entre Gobierno y opositores moderados aisla a Guaidó

Aram Aharonian[1]

Un acuerdo alcanzado entre el gobierno y parte de la oposición parece ser un paso realista en la búsqueda de soluciones a la crisis venezolana, en paralelo a la mediación de Noruega, y rompe el imaginario colectivo instalado por Estados Unidos y los medios hegemónicos sobre una polarización entre el gobierno constitucional y un universo opositor que se suponía lideraba Juan Guaidó, alegando supuestas mayorías.

El acuerdo incluye el regreso del chavismo a la Asamblea Nacional, planteando una interrogante acerca de la futura correlación de fuerzas. Y también la liberación de alrededor de seis decenas de dirigentes opositores presos por diferentes causas.

Con este acuerdo el gobierno ha logrado reconocimiento por parte del universo opositor, lo que le saca validez a los alegatos de ilegalidad disparados desde Estados Unidos, Colombia y la Organización de Estados Americanos.

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Fotografías de Guaidó con narcotraficantes y paramilitares colombianos.

La que ha quedado cuestionada es precisamente, la legalidad de Guaidó y su presunto liderazgo. Y su credibilidad, tras las fotos con narcotraficantes y paramilitares colombianos que, rápidamente, los cartelizados medios hegemónicos se esforzaron en invisibilizar.

La negociación del acuerdo se produjo en el marco «informal» del Grupo de Boston, de amistad parlamentaria venezolano estadounidense constituido después del golpe de 2002, del que también formó parte el hoy presidente Nicolás Maduro, por lo que es de descontar que el gobierno estadounidense estaba al tanto de lo que pasaba o estaba por pasar.

Este acuerdo fue apuntalado por los distintos foros que vienen desarrollando intelectuales, trabajadores, campesinos partidarios del gobierno y opositores, juntos, en respaldo al diálogo y también a la defensa de la soberanía nacional y contra la injerencia extranjera, como lo explicaron por televisión la socióloga Maryclén Stelling y el exdiplomático Pedro Nikken.

Más allá de sus amistades narcotraficantes y paramilitares, uno de los temas que preocupa a los sostenedores de Juan Guaidó es su fragilidad política: incapaz de hilvanar un discurso, lento para interpretar la realidad, sin preparación, dependiente de los guiones cortitos –generalmente ajenos- al estilo tuit, contradicciones infantiles como de niño atrapado infraganti en busca de una respuesta que lo saque del apuro.

Pero quizá lo peor no sea el personaje, sino los libretistas con los que cuenta, del estilo de Alberto Federico Ravell y sus explicaciones sobre las fotos y videos con una banda de narcotraficantes paramilitares, entre los que se esconden –dicen en Cúcuta- dos agentes de la DEA estadounidense.

Es difícil vivir en una verdad virtual, sobre todo cuando debe despertar día a día con la realidad real. Durante varios días tanto Guaidó como su escudero Stalin González, declararon muerto el diálogo que entre dirigentes del gobierno y la oposición se llevaba a cabo en Barbados, con mediación noruega. Lo consideraron “agotado”, coincidiendo con la destitución de John Bolton, asesor de seguridad del presidente estadounidense Donald Trump, y las contradictorias declaraciones de éste sobre el tema.

Trump llegó a decir que en lo que a Venezuela respectaba, Bolton “se había pasado de la raya”. Pero ante la incomodidad del congresista ultramontano Marco Rubio, debió manifestar que él era más radical que el destituido, aún cuando hoy tuitea que privilegia un acuerdo con Irán y no una guerra, exactamente lo mismo que dice sobre Corea del Norte”.

Es claro que con Bolton y sin Bolton, Estados Unidos no quiere diálogo. Eso no está en su libreto. Y por eso, la mediática María Corina Machado repitió de inmediato que el cierre definitivo de las negociaciones entre la oposición y el gobierno en Barbados era una buena noticia para el país. A propósito, Trump informó que nombrará a Robert C. O´Brien, hasta ahora enviado especial para asuntos de rehenes, como el nuevo asesor de Seguridad Nacional.

Y la “patriota” fue más lejos: pidió la intervención directa de tropas estadounidenses: “Los aliados le quieren hacer creer al régimen que no va a pasar nada y eso es falso, sí va a pasar y está pasando. La fuerza debe venir de afuera y de adentro”. Obviamente “olvida” en su desesperada oda a los marines, que de cada diez venezolanos, siete quieren el diálogo, la paz y alcanzar una solución que involucre a todos y los aleje del peligro de terminar siendo atrapados por la violencia e intereses ajenos.

Y mientras Guaidó, Stalin y Maricori ocupaban espacios en la prensa hegemónica nacional e internacional, se produjo un acuerdo entre el gobierno y sectores de la oposición. Y debieron callar, posiblemente sorprendidos. El imaginario colectivo de que Guaidó representaba a toda la oposición venezolana se hacía añicos. Y, de repente, Guaidó quedaba fuera del juego.

Ante esta posibilidad que sus asesores estadounidenses pareciera que no habían previsto, intentó meterse en el juego, abrir el diálogo e hizo la misma propuesta que había llevado a Barbados: crear un consejo de gobierno con todos los sectores, excluyéndose él y Nicolás Maduro. Él quiere ser presidente: eso le prometieron sus guionistas y financistas.

Ante la demostración fáctica de que Guaidó no dirige a toda la oposición, fue la Unión Europea la que comenzó la tarea de control de daños: “para tener éxito y generar la confianza necesaria, es importante que cualquier proceso de negociación sea representativo, cuente con el respaldo de la Asamblea Nacional y tenga el objetivo de organizar elecciones presidenciales creíbles”, señaló, enviando la pelota a las gradas.

“La UE reitera su apoyo a un proceso serio e inclusivo como el auspiciado por Noruega y evaluará las medidas a su alcance para restablecer la democracia, el estado de derecho y los derechos humanos en Venezuela”, añadió, sacándole tarjeta amarilla a Guaidó (que obviamente no representa a toda la Asamblea Nacional) y sus secuaces.

Es explícito el apoyo al diálogo auspiciado por Noruega, ese que Stalin González y Guaidó habían descartado porque “se agotó”, dándole validez, pertinencia y hasta sustentación a los anuncios del gobierno y un sector muy importante de la oposición.

En su reacción, el sector guaidoísta volvió a la guerra de los micrófonos y los despachos de las agencias internacionales de noticias no solo atacando al gobierno, sino también a los grupos opositores que firmaron el acuerdo con el gobierno, a los que calificaron de no representativos.

Lo curioso es que las encuestas muestran un bajo porcentaje de adhesión a los partidos opositores como VP, PJ y AD, mientras que Henry Falcón y su jefe de campaña Claudio Fermín lograron más de dos millones de votos en las últimas elecciones presidenciales, pese a la presión de la prensa hegemónica y los seudodirigentes opositores, a la abstención.

La oposición piensa en elecciones

Enrique Ochoa Antich, dirigente de la Alianza por el Referendo Consultivo, propuso que luego de las elecciones parlamentarias y en consenso con la Asamblea Nacional, se debe conformar un gobierno de emergencia que enfrente desde la unidad nacional los graves problemas que afectan al país. Las elecciones parlamentarias pueden ser acompañadas de un referendo consultivo a través del pueblo soberano, añadió.

Ochoa respaldó los acuerdos suscritos entre el gobierno y los partidos Soluciones, MAS, Cambiemos y Avanzada Progresista, porque a su juicio se abre una nueva oportunidad para la solución pacífica y democrática de la crisis de gobernabilidad en Venezuela. “Está haciendo acto de presencia una nueva oposición, una tercera opción deslindada del gobierno y de la oposición extremista que hegemoniza por ahora la AN.

La oposición ya no parece un archipiélago donde un bando ejerce la representación del otro como en un ejercicio ilegal y abusivo de la representación, sobre la base del poder y el chantaje. La representación de Guaidó fue disminuida sustancialmente, y abrió la posibilidad de que otros grupos opositores se puedan sumar al diálogo de Barbados.

Pero hablando de mayorías, los números dicen que ella, de manera aplastante, está por un acuerdo que garantice la paz y resuelva los problemas que nos afectan, lo que significa que no apuesta por ninguna de las tendencias en pugna.

Mientras recitan la abstención como consigna, distintos partidos políticos de oposición han mantenido reuniones internas con un objetivo electoral, aunque la prensa se haya abstenido de reseñarlas. La otrora socialdemócrata Acción Democrática reunió en Maracay a un millar de dirigentes del país, Avanzada Progresista, Un Nuevo Tiempo y el Movimiento al Socialismo hicieron sus plenarios. Y, como era de esperarse reapareció el pastor Javier Bertucci, con su reparto de sopas. La plana que acompaña a Guaidó tuvo una discreta reunión en el diario El Nacional.

Aún queda por explicar cómo se produciría la reincorporación de los diputados del PSUV a la Asamblea Nacional, si se encuentra todavía en desacato, según sentencia del Tribunal Supremo de Justicia. Tampoco se sabe qué ocurrirá con las decisiones tomadas por la AN mientras estuvo en desacato.

A Guaidó le gustó que le digan “presidente” y anunció que seguiría siendo Presidente encargado aunque no fuere designado presidente de la AN a instalarse en enero próximo. Sólo el realismo mágico puede explicar cómo puede seguir siendo Presidente encargado si esa situación está prevista sólo por treinta días y llevaría para ese momento un año completo.

  1. Aram Aharonian es periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la) y surysurtv.net. Autor de Vernos con nuestros propios ojos, La internacional del terror mediático y El asesinato de la verdad.
  2. Artículo distribuido por la Agencia Latinoamericana de Información (ALAI)

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