Vivir con miedo

Acababa de entrar a trabajar al periódico El Día cuando, en 1974, me pidieron entrevistar a la cantante Irma Serrano, La Tigresa, en su casa del Pedregal de San Ángel.

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Mujeres se movilizan en México por la nacionalización del petróleo

Todo era extravagante en ella y durante unas dos horas, habló de todo; incluso de su amasiato con el presidente Gustavo Díaz Ordaz cuando gobernó México, de diciembre de 1964 a noviembre de 1970.

Me mostró la cama dorada y con dosel, fea por cierto, que perteneció a la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano de Habsburgo y que Díaz Ordaz ordenó sacar del Castillo de Chapultepec para obsequiársela.

Y se mofó del servilismo de Luis Echeverría, secretario de Gobernación y al momento de la entrevista ya presidente de México, al que le aventaba naranjas para que hincado a sus pies se las pelara, porque le gustaba comérselas a gajos.

Tras cuatro años de trabajar en televisión donde los camarógrafos estaban pendientes de imagen y sonido, estrené en esa entrevista una grabadora.

Pero al llegar al periódico y querer oírla, nada estaba grabado; había tomado notas, pero no era suficiente como constancia.

Apenada, llamé para pedirle nueva cita; respondió amablemente que no me preocupara, porque al día siguiente repetiría todo.

Recordé esto con motivo de su reciente muerte, porque mostró empatía; aunque entonces no se llamara así, a ponerse en el lugar de otra persona.

Y como estamos en el Día Internacional de la Mujer, quiero citar un artículo de Naama Barak publicado el 28 de febrero en el portal Israel.21c News que afirma que la empatía es mucho más común en mujeres que en hombres y que de ella surge, el deseo de ayudar.

Esa fue la conclusión de un estudio elaborado por las universidades de Haifa, Bar-Ilan y Cambridge, con 305.736 personas de 57 países y edades de dieciséis a setenta años.

El profesor Ahmad Abu-Akel de la Universidad de Haifa, subrayó que entre los dieciséis y los veinte años la empatía es similar en ambos sexos, porque la indiferencia crece con los años; y que tendría gran importancia para las decisiones de gobiernos, universidades y empresas, tener más mujeres en cargos directivos.

Celebrar un día dedicado a la mujer fue empeño de la Internacional Socialista, que lo proclamó en 1910 en su congreso de Copenhague, buscando extender el voto femenino y rendir homenaje a las obreras textiles que, el 8 de marzo de 1857, murieron quemadas a las puertas de fábrica Cotton por reclamar mejores condiciones laborales.

Y en 1977, la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, que este año tiene como lema «Por un mundo digital inclusivo».

Porque en eso, como en todo, se relega a más de la mitad de los habitantes de la Tierra; ha habido cambios, pero lentos y con retrocesos.

Todos los parlamentos del mundo tienen hoy al menos una mujer; pero el porcentaje de mujeres se estancó en 2022 y son solo veintiséis por cada cien hombres.

Empeoró la disparidad en empleos y salarios y aumentaron los feminicidios y la impunidad que los permite.

En México cada día matan a catorce mujeres, casi todos los asesinos están libres y a las autoridades no les importa la situación; López Obrador, ha llegado incluso, a burlarse de las marchas feministas y manda tapiar Palacio Nacional cuando ocurren.

Se encarcela a cientos de mujeres que se practican abortos, pese a que la Suprema Corte declaró inconstitucional, su penalización.

El temor ha cambiado nuestras vidas y dejamos de hacer cosas para no aumentar las cifras de muertas, desaparecidas o robadas por narcos y tratantes; y de las madres que las buscan.

Datos que este marzo reproduce la revista Nexos, indican que los feminicidios aumentaron el dos por ciento y el veintiocho por ciento, las desaparecidas.

Casi la mitad de las mexicanas ha sufrido violencia sexual, más del 73 por ciento nos sentimos inseguras en la calle y millones salen de casa temiendo no regresar.

Son mujeres quienes menor acceso tienen a viviendas propias y las niñas vendidas por sus padres en muchos poblados mexicanos pobres.

En Asia, África y América Latina, fábricas de ropa, zapatos y objetos deportivos, esclavizan mujeres y niños.

Y hasta los coches se han convertido en instrumentos machistas, según denunció Isabel Valdés en El País del 22 de marzo del año pasado dando voz a juezas y abogadas españolas que han documentado que son utilizados para perseguir, violar, retener y atemorizar.

La magistrada Gloria Poyatos advirtió que la falta de datos repercute en dificultades para catalogar como delitos, muertes que parecen accidentales.

Y para la abogada María Andrés, el coche «es un medio silencioso para asesinar porque no suele haber testigos… no se puede hacer o decir algo que agrave la situación ni ir a la policía o a un juzgado a probar que se ha podido morir o pasado miedo, porque la pareja conducía a toda velocidad…»

Viven violencia las mujeres árabes que deben andar tapadas de cabeza a pies, no hacer ruido al caminar, quedarse afuera cuando menstrúan y estar disponibles para cuando los hombres quieran relaciones sexuales.

La sufren las niñas asiáticas y africanas a las que se extirpa los órganos genitales externos, para evitar que sientan placer sexual.

Son mujeres quienes padecen las enfermades que todas estas situaciones provocan. 

Y lo son, la mayoría de los 839 millones de seres humanos con hambre; hambre que mata a una mujer, cada cuatro segundos.

Teresa Gurza
Periodista. Soy mexicana, estudié la carrera de Historia y soy Locutora, Cronista y Comentarista y Licenciada en Periodismo, pero ante todo reportera. Me inicié en televisión en 1970 y fui reportera, conductora y productora de programas noticiosos; reportera de asuntos especiales de los diarios El Día, UnomásUno y La Jornada, y corresponsal en la Unión Soviética, Checoslovaquia y Michoacán. Por razones familiares, mi marido era chileno, viví en Chile más una década. He recibido muchos premios y reconocimientos, entre ellos el Nacional de Periodismo en Reportaje y ahora radico en México y escribo artículos para Periodistas en Español y otros medios.

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